Ilusión óptica en EE UU
La economía norteamericana, en ésta, como en otras ocasiones en que ha entrado en recesión, está dando origen a todo tipo de espejismos. El último es bastante enrevesado. El pasado otoño nos enterábamos de que el producto interior bruto (PIB) de los EE UU había caído 1,3% en el periodo de junio a septiembre. Poco después, el organismo oficial que allí se ocupa de establecer la fecha oficial de comienzo y final de las recesiones (el National Bureau of Economic Research) decidía no esperar a que se hiciera público el comportamiento de la economía estadounidense durante el último trimestre del año y se aventuraba a declarar que la recesión había comenzado en marzo de 2001. Ello, a pesar de que no hubiera habido crecimiento negativo en el segundo trimestre: como es sabido, la definición técnica de recesión en los EE UU exige que haya habido al menos dos trimestres consecutivos de contracción.
Para complicar aún más las cosas, a finales del mes de enero las primeras cifras oficiales sobre el comportamiento de la economía en el último trimestre del año apuntan a un ligero crecimiento del PIB. No se habrían dado, por lo tanto, los dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo, de lo que se deduce que no habría habido recesión en el sentido técnico, lo que a su vez implica una contradicción aun mayor con la declaración oficial de recesión hecha por el National Bureau of Economic Research.
Al mismo tiempo que se conocía la última cifra de crecimiento de la economía de EE UU, la empresa de telecomunicaciones por fibra óptica Global Crossing presentaba la solicitud de suspensión de pagos, mientras algunas de sus competidoras como Level3 o Williams Communications mostraban síntomas claros de estar en apuros financieros. Un par de empresas asiáticas intentan hacerse cargo de Global Crossing. Este tipo de empresas muestran como ninguna otra la orgía inversora de finales de los noventa: hace tres años Level3 captó 10.000 millones de dólares con el fin de construir en los EE UU una red con una extensión de 2,4 millones de kilómetros (el equivalente a 60 vueltas a la Tierra).
Podría pensarse que este proceso de quiebras representa un agravamiento de la crisis. En realidad, es un claro síntoma de que la recuperación, aunque lenta, no está lejana: está avanzando rápidamente el proceso de consolidación de un sector donde el exceso de capacidad instalada era una verdadera desproporción: sólo un 4% de esas redes está siendo utilizada. Y todo por la expectativa de un desarrollo acelerado de Internet que, por ahora, no se ha materializado.
Los fondos de inversión españoles que invirtieron en compañías de telecomunicaciones están teniendo, como es natural, unos malos resultados. Tan sólo en el mes de enero han perdido en promedio un 1,32%. Quizás no les afecte demasiado la pura suspensión de pagos de Global Crossing: en el otoño pasado ninguno tenía una participación significativa de esa acción en su cartera. Sí son más los fondos que tiene Qwest Communications, otra empresa americana de parecidas características y que acaba de anunciar la venta de activos para equilibrar su balance. Pero Qwest tiene la ventaja de que en el mejor momento de su cotización adquirió una empresa de telefonía tradicional que es la que le está proporcionando los ingresos para sobrevivir. Que es lo que se merece por haber sido previsora. Diversificación es como se llama ese juego, y es algo que no debe dejar de hacer el inversor en fondos.