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La atalaya
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Bush, el misionero

Es comprensible que, desde fuera de Estados Unidos, se analicen con lupa las palabras de los presidentes norteamericanos en busca de pistas sobre sus intenciones que, naturalmente, siempre afectan de una forma u otra al resto de los habitantes del planeta. Sin embargo, se olvida fácil e interesadamente que esos discursos tienen como principal destinatario el pueblo norteamericano y no los habitantes de ésta o aquella región del planeta. En el discurso sobre el estado de la Unión, el presidente de turno expone las políticas que su Administración piensa aplicar durante el año en curso y pide el apoyo ciudadano. En este sentido, hay que considerar que el primer discurso sobre el estado de la Unión pronunciado por Bush ha constituido todo un éxito, aunque haya levantado ronchas en otras latitudes del planeta. Léase, si no, la encuesta de Gallup, realizada al día siguiente, según la cual el 86% de los ciudadanos apoya el discurso y la política de su presidente. Un nivel de aceptación y popularidad que se mantiene ininterrumpido durante las últimas 20 semanas y que supera en dos puntos al de Roosevelt tras el ataque japonés a Pearl Harbor.

El discurso de Bush del pasado 29 de enero es importante porque supone un vuelco en la definición de la postura de Estados Unidos en el mundo. Hasta el 11 de setiembre, y con excepción del trauma de Viet Nam, la doctrina estadounidense era la de responder a un ataque o a una situación dada cuando el ataque o la situación se habían producido. A partir de ahora, Bush anuncia que Estados Unidos no permanecerá impasible ante las posibles amenazas que supongan a su seguridad y a la de sus aliados y amigos la producción y almacenamiento de armas de destrucción masiva por parte de los 'ejes del mal', Irán, Irak y Corea del Norte. 'El tiempo no está de nuestro lado', advierte.

El presidente norteamericano se pone el manto de misionero, de neófito de una nueva fe cuando afirma que el papel de Estados Unidos en el mundo no es otro que la defensa de la libertad y de los valores contenidos en esa libertad. Este celo misionero recuerda por su idealismo al ideario expresado por Thomas Jefferson en los primeros tiempos de la República y los famosos 14 puntos enunciados por Woodrow Wilson al final de la Primera Guerra Mundial. Y para conseguir esos fines, Bush anuncia el envío al Congreso del primer presupuesto deficitario en una década, que incluye un aumento sustancial de los gastos del Pentágono, el mayor desde Ronald Reagan, en detrimento de los programa sociales y de infrestructura. Sin duda, Bush conseguirá esos fondos. Así se deduce de la respuesta demócrata al discurso presidencial ofrecida por el líder de la minoría en la Cámara, Dick Gephart. Los demócratas se oponen a la reducción de los programas sociales, pero no se atreven a denunciar el aumento de los gastos militares para no ser acusados de antipatriotismo por una sociedad todavía traumatizada por los ataques del 11 de setiembre, que, de forma abrumadora, apoya la política enunciada por su presidente.

La nueva doctrina Bush tiene, sin embargo, un fallo desde el punto de vista exterior. Para luchar con éxito contra un eje del mal hace falta contar con otro eje de amigos. Y la amistad no se consigue sólo con una reafirmación del poderío militar por muy hiperpotencia que se sea.

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