Un torpedo en la línea de flotación
La enronitis, esa enfermedad nueva que ha surgido en las Bolsas, ha puesto en jaque a los médicos analistas de más prestigio. Se trata de buscar un antídoto de gran potencial, porque las Bolsas han recibido un disparo en la línea de flotación que hace peligrar la nave.
El corazón del mercado, en otros términos, está muy débil y los síntomas del enfermo son los típicos de la extenuación. La connivencia demostrada entre empresas y auditores, que es el resumen final de la crisis por entregas de Enron, pone en duda la esencia misma de los mercados. Pasan los días, es más, y surgen nuevas empresas reconociendo que en algún momento se excedieron con las prácticas de contabilidad creativa.
Aumenta, así, el número de analistas, inversores, expertos, observadores y participantes en el mercado en general que sospechan de lo insospechable y que ven fantasmas por todas partes. Enron, dicen, no está sola. Las prácticas contables irregulares han sido muchas. Wall Street, además, es el centro de operaciones. Ayer, el primer banco irlandés anunció que investiga a su filial en Estados Unidos, porque tiene indicios suficientes de que allí se ha cometido un gran fraude.
Las malas nuevas llegan en un momento depresivo. Las Bolsas están desfallecidas, porque no hay inversor final y los flujos de negocio son contrarios a lo esperado. Es decir, salen de la Bolsa para dirigirse a otros activos mobiliarios.
En este valle de lágrimas, analistas reconocidos destacan que la burbuja de Wall Street, que aún no ha estallado, creció, precisamente, por las prácticas de contabilidad dudosas y, también, por la ocultación de hechos relevantes a los accionistas. La historia de enredos sólo ha hecho que comenzar. Esta situación no es, precisamente, la mejor para las Bolsas.