Alan Greenspan vuelve a la ambigüedad
Si algo caracterizó a la Reserva Federal de Estados Unidos durante el ejercicio de 2001 fue la claridad en los comunicados que acompañaban a cada una de sus reuniones o comparecencias y, sobre todo, la coherencia en el discurso de todos sus miembros. Por ello, sorprende que en las últimas semanas hayan confluido declaraciones, contradeclaraciones y explicaciones de las declaraciones.
Los efectos de esta nueva estrategia de comunicación han sido muy llamativos en los mercados financieros, desatándose un optimismo que ha llevado a los tipos de interés a largo plazo a niveles no compatibles con nuestras expectativas de crecimiento ni de inflación para Estados Unidos en 2002.
La pregunta es qué ha ocurrido en las últimas semanas en la economía norteamericana para que las expectativas sobre la economía en general y, en especial, sobre tipos de interés hayan cambiado tan súbitamente. Si sirve de referencia, durante 2001 ha existido una correlación muy estrecha entre el diagnóstico que emanaba del Libro Beige, un compendio de la situación económica y financiera por distritos, que sirve de referencia básica para las decisiones de la Reserva Federal y sus decisiones posteriores.
En la tabla adjunta se resume cuál ha sido el resultado del informe y la posterior decisión de la Reserva Federal. Al margen de las ocho rebajas aprobadas en las reuniones ordinarias durante el pasado año, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, sorprendió con tres bajadas entre reuniones, una en enero, otra en abril y otra en septiembre, tras los atentados terroristas.
Si nos atenemos a esta correlación, la decisión coherente sería la rebaja de 25 puntos básicos, como desde Intermoney prevemos, en línea con el diagnóstico hecho en el último informe.
En este informe se puso de manifiesto que: el consumo sigue una pauta débil, aunque apoyado por recortes en precios muy acusados; la industria mantiene la atonía, con descensos en la demanda de equipos de transporte y maquinaria; los servicios siguen en una situación delicada, especialmente el turismo; la demanda de préstamos comerciales no despega, fundamentalmente en aquellos destinados a la financiación de nuevos inventarios; el mercado de trabajo mantiene su mal tono, con reducciones de salarios y prestaciones, y la inflación no es un problema, incluso con algún riesgo de deflación.
Con este panorama, la economía no puede salir de la recesión ni tan rápida ni tan intensamente como algunos preconizan. Esto pone de manifiesto que siguen existiendo suficientes riesgos a corto plazo, frase que siempre da la señal de nuevas rebajas de tipos de interés.
Por tanto, qué es lo que ha ocurrido para que las interpretaciones, y el propio discurso, se hayan tornado más positivos. Apenas algunos índices de confianza menores, algunos datos de órdenes de bienes duraderos y un sentimiento no siempre corroborado por resultados empresariales (Intel anunció la reducción del gasto en capital en un 25% durante 2000).
La historia económica reciente nos dice que esto no es suficiente para salir de una recesión que, en algunos apartados, es la más grave de los últimos años. Por ello, en aras de la coherencia y, sobre todo, por el daño que un aumento excesivo de los tipos de interés a largo plazo supondría para empresas y familias, es factible que la Reserva Federal termine su trabajo y rebaje el coste de financiación hasta el 1,5%.
Otro problema será si este exceso de liquidez es asumible por una economía con exceso de capacidad y con un deterioro significativo de la calidad del crédito, pero el trabajo de la Reserva Federal habrá concluido.