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REVOLUCIâN MONETARIA

El euro busca su papel como divisa de referencia tras los pasos del dólar

Con la llegada a los bolsillos de 300 consumidores, el euro busca ahora sacudirse el sambenito de ser la cenicienta del dólar en los mercados de divisas internacionales. Sin embargo, los expertos concluyen que la vuelta a la paridad con el dólar sólo se producirá cuando haya signos evidentes de que saldrán adelante las reformas estructurales prometidas.

Tres años después de su nacimiento oficial, en enero de 1999, al euro le queda ahora una difícil batalla, la de asentarse definitivamente como moneda de referencia mundial.

Parte del camino ya está andado. La divisa de la unión monetaria, representante de más de 300 millones de ciudadanos con los niveles de renta más altos del planeta, ha conseguido desbancar ya al dólar en algunos mercados de activos financieros, como el de bonos.

El euro llega ahora a los bolsillos de los ciudadanos con la solvencia de 12 divisas nacionales que han demostrado su estabilidad en inflación, deuda y déficit. Algunas de ellas ya eran referencia a escala internacional, como es el caso del marco alemán y el franco francés, en sus respectivas áreas de influencia.

Sin embargo, aún falta mucho trecho por recorrer para la nueva moneda. El liderazgo de una divisa se mide por la confianza en el futuro que es capaz de transmitir, algo en lo que el dólar le lleva ventaja. La cotización del euro no ha conseguido elevarse frente a la divisa estadounidense por encima del primer cambio oficial, fijado el 4 de enero de 1999 (1,18 dólares). Es más, ahora se cambia en torno a 90 centavos de dólar, un 24% me-nos que hace tres años.

El euro no ha resistido la fortaleza del dólar ni en el final de la etapa expansiva de la economía norteamericana (1999 y principios de 2000), ni ahora, en etapa recesiva, cuando es más lógico, en principio, que los inversores estuvieran apostando por un área -la unión monetaria- en la que la desaceleración es menos evidente que al otro lado del océano Atlántico.

La divisa europea marcó mínimos en octubre de 2000, llegándose a cotizar por debajo de 83 centavos de dólar. La incertidumbre sobre el resultado de las elecciones presidenciales en EE UU, sirvió para recuperar algo de terreno, pero la entrada de la zona euro en una fase de clara desaceleración económica, a comienzos de este año ha servido para devolver las aguas a su cauce, estabilizando la cotización en la barrera de 0,90 dólares.

Frente al yen, la otra gran divisa internacional, la historia ha sido similar. El euro se depreció más de un 34% desde febrero de 1999 hasta octubre de 2000, pasó de 134 yenes a un mínimo de 89 yenes. A partir de ese momento, el euro inició una cierta recuperación hasta los 116 yenes actuales, una vez que los inversores comprobaron el estado endémico de la economía japonesa, en recesión desde hace varios años.

Los expertos en divisas y hasta el propio Banco de España no esperan grandes cambios en la cotización con la introducción física del euro a partir de mañana. La clave para que la moneda única recupere los niveles de su nacimiento se encuentra en la capacidad de la unión monetaria para afrontar las reformas estructurales que corrijan el desfase con la economía de EE UU, mucho más flexible.

Así lo expone el informe Bolkestein de la CE, en el que se infiere que un mercado europeo totalmente integrado aumentaría un 14% el PIB de la UE y el comercio intracomunitario se elevaría un 14%. La presidencia española de la UE que comienza hoy apostará en el primer semestre de 2002 por avanzar en la liberalización de sectores estratégicos como el transporte, la energía y el mercado laboral.

 

La moneda común consolida la UE como potencia comercial

La puesta en circulación del euro consolidará la Unión Europea como la primera potencia comercial del mundo, en un momento en el que los intercambios de bienes y productos sufren un serio frenazo a nivel mundial como consecuencia de la desaceleración económica.

El inicio de la andadura de la unión monetaria, en enero de 1999, ya supuso un aumento de las relaciones comerciales entre sus miembros, y los expertos coinciden en que la entrada física de la moneda única estrechará aún más los intercambios intracomunitarios, que ya representan dos tercios del total de las relaciones comerciales de los Doce.

La crisis económica ha reducido este año el crecimiento del comercio mundial a menos del 2%, según la Organización Mundial del Comercio (OMC), y al 0,3%, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El intercambio comercial en 2000 registró un aumento del 12,5%, lo que evidencia el alcance de la desaceleración.

Pese a este contexto, el eu-ro inicia su andadura física con un potencial competitivo superior al del dólar, que en estos momentos cotiza en torno a un 10% por encima de la divisa europea.

Terceros países, como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), han empezado a estudiar la posibilidad de que sus productos coticen en euros y otros países, como China o Japón, han anunciado su decisión de aumentar sus reservas en euros. Ambas tendencias consolidarán el papel de la divisa europea como clara referencia dentro del comercio mundial.

La moneda única supone, asimismo, un elemento de integración que hace de la unión monetaria una experiencia incomparable con cualquiera de los proyectos regionales en marcha. Simplemente su diseño, con el Tratado de Maastricht, aceleró la creación del acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México en 1994, y la primera potencia mundial trata de combatir ahora el potencial comercial que implica el euro con la creación del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para 2005.

Este proyecto pretende unir todo el continente en una sola área comercial y con ello EE UU busca atajar la primacía que tienen los países europeos, y en particular España, como primeros inversores en Latinoamérica.

A medio y largo plazo, la evolución del comercio mundial y, por tanto, de la capacidad exportadora del euro, vendrá determinada tanto por la evolución de la economía mundial como por el desarrollo de la nueva ronda comercial puesta en marcha en la cumbre de la OMC en Doha el pasado noviembre. Asimismo, pese a las esperanzas puestas por George Bush en las posibilidades que le abriría la Autoridad para la Promoción Comercial, las limitaciones impuestas por el Congreso a su capacidad de negociar acuerdos de forma rápida mermarán el impulso comercial que buscaba el presidente de EE UU.

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