Pakistán ordena el cierre de uno de los consulados de los talibán
Los talibanes se quedaron ayer sin su único enclave de representación diplomática en el exterior. El Gobierno de Pakistán ha ordenado el cierre de su consulado en Karachi, que se suma así a la prohibición a las ruedas de prensa de su embajador en el país. EE UU lanza mensajes de paciencia y calma dentro y fuera del país ante los escasos avances de la ofensiva militar.
Los apoyos al régimen talibán se diluyen por momentos. El presidente de Pakistán, el general Pérvez Musharraf, confirmó ayer que había ordenado el cierre del consulado general del régimen talibán en Karachi, al sur del país, una orden que sigue al veto del pasado miércoles a las ruedas de prensa del embajador talibán en su país. Pakistán es el único Estado que reconoce oficialmente al régimen de Kabul, ya que Naciones Unidas sólo reconoce a la Alianza del Norte como el Gobierno legítimo del país.
La medida de Musharraf coincide con su viaje a París, Londres y Washington, donde el líder paquistaní se ha mostrado, sin embargo, muy crítico con la ofensiva militar. A su juicio, la campaña afgana carece de una buena estrategia de inteligencia y advirtió que Pakistán seguirá formando parte de la alianza contra los talibán hasta que se logren "nuestros propios objetivos estratégicos", dijo ayer en una rueda de prensa junto al primer ministro británico, Tony Blair. El dirigente paquistaní solicitará, además, al presidente de EE UU, George Bush, que respete el Ramadán (que se inicia el día 17) y suspenda la ofensiva durante un mes. La Casa Blanca ya ha descartado esta idea.
Musharraf soporta una creciente presión social. La población paquistaní está convocada a secundar hoy una huelga general convocada por los partidos islámicos en apoyo al régimen talibán. Además, un grupo de paquistaníes que luchan junto a los talibán denunció ayer la muerte de 85 hombres como consecuencia de los bombardeos estadounidenses.
Pese a las numerosas bajas y los errores cometidos por la aviación estadounidense, los avances concretos de la campaña militar son escasos. La oposición afgana, la Alianza del Norte, todavía luchaba ayer por hacerse con el control de uno de los enclaves más importantes del norte del país, Mazar-i-Shariff. Y eso que los aviones estadounidenses han intensificado los bombardeos para permitir los avances de la guerrilla aliada y que la campaña ya ha entrado en su segundo mes de ofensiva.
Las bajas derivadas de la campaña resultan imposibles de verificar. Aunque el Pentágono rechaza que haya algún muerto entre sus filas, la prensa paquistaní informaba ayer de que 26 cadáveres de soldados estadounidenses esperaban en la base aérea de Jacobabad, cerca de Islamabad, a ser repatriados a EE UU y que otros 45 lo habían sido con anterioridad.
Las críticas dentro y fuera de Estados Unidos no se han hecho esperar. De ahí que Bush lanzara anoche un mensaje televisado a la población pidiendo "paciencia" a sus ciudadanos y asegurando que se están logrando "progresos" en su lucha contra los talibanes.
El nerviosismo cunde entre la población ante la falta de noticias procedentes de la investigación de los casos de carbunco y la falta de resultados en el frente militar. La consejera de seguridad nacional, Condoleezza Rice, aseguró ayer que el "Gobierno está sobre el asunto [la seguridad de los estadounidenses] y haciendo todo lo posible".
Rice aseguró que, aunque la campaña será larga, EE UU conseguirá finalmente capturar a Osama Bin Laden, el principal sospechoso de los atentados del pasado 11 de septiembre.
Eso añadirá nuevas dificultades presupuestarias a las que ya afronta el Gobierno de George Bush. Según el Centro para el Asesoramiento Estratégico y Presupuestario, las estimaciones iniciales arrojan un coste mensual de la campaña militar de unos 1.000 millones de dólares (185.000 millones de pesetas, 1.110 millones de euros).