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FUTURO

<i>Riesgo moral y Gescartera</i>

El riesgo moral ha inspirado un debate sobre la nueva arquitectura financiera. Fernando Fernández no entiende por qué está ausente de la discusión nacional qué hacer para evitar nuevas 'gescarteras'.

Los economistas hablamos una jerga especial. Quizás para disimular nuestra ignorancia o simplemente para parecernos a los hechiceros y predicadores y ganar un poco de prestigio social. El riesgo moral es una de las expresiones esotéricas que utilizamos últimamente con más frecuencia. Creo que significa algo así como que hay que prestar atención a los efectos no deseados de cualquier decisión de política económica porque se pueden producir males mayores. El concepto citado nace de la idea de que el hombre es un ser racional y que busca su máximo beneficio, una vez descontado el coste de sus actuaciones.

El riesgo moral aparece de manera predominante en la literatura sobre crisis financieras. Se puso de moda con la crisis asiática y con la posición de algunos académicos que en esta casa llaman ultraliberales y que se oponían a las operaciones de salvamento orquestadas por el Fondo Monetario Internacional con el argumento de que los inversores, por fin, se habían encontrado con la horma de su zapato. Si en vez de perder su dinero, los poderes públicos se lo aseguran ex-post, las consecuencias serán funestas. Tendremos crisis más frecuentes, más intensas y más costosas para todos. Por tanto había que dejar caer a esas economías para dar así una lección definitiva a los especuladores internacionales.

La idea de que el riesgo moral era una característica omnipresente en los mercados internacionales de deuda pública ha inspirado todo el debate sobre la llamada nueva arquitectura financiera internacional. Otra expresión incomprensible para referirse a qué hacer con el FMI y el Banco Mundial. Los defensores del protagonismo de estas instituciones pronto argumentaron que aunque el riesgo moral pueda existir, en la práctica el problema no es que sobre capital dispuesto a ser invertido en los países emergentes, sino que falta, porque a nadie le gusta arriesgarse a que no le paguen. Por ello dar una lección a los especuladores, aunque nos llene de gozo y nos congratule con la justicia, puede resultar muy caro para aquellos países a los que se pretende proteger. Al concepto de riesgo moral se le opuso entonces el de riesgo sistémico. Hay que intervenir en ayuda de los países en dificultades para evitar que el susto se contagie y los inversores retiren su dinero de los países que lo hacen bien.

Toda esta discusión está muy presente en Argentina, por razones obvias. Pero por razones que no me parecen tan obvias está prácticamente ausente de la discusión nacional sobre qué hacer para evitar nuevas gescarteras. El Gobierno ha propuesto traspasar una directiva comunitaria que crea el llamado Fondo de Garantía de Inversiones. Sin entrar en la polémica sobre su posible carácter sobrevenido, que daría para un artículo, se trata de un caso de libro de texto de riesgo moral. ¿Cree el Gobierno que la magnitud de la inversión en los mercados de capitales es escasa y necesita incentivarse a costa de los depósitos bancarios? ¿Cree el Gobierno que los inversores en títulos valores tienen información escasa y necesitan protección ante los abusos de posición dominante de los operadores? ¿Cree el Gobierno que existe riesgo sistémico de que la quiebra de una gestora de patrimonio o una sociedad de valores arrastre a todas las demás, como parece creer-se que sucede entre los países emergentes o con los bancos tomadores de depósitos? Si así es, bienvenido sea el proyecto que crea el Fondo de Garantía de Inversiones.

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