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CRâNICA DE MANHATTAN

<i>Un espectáculo de opereta</i>

Si de lo que se trata es de transmitir sensación de calma a los ciudadanos, los políticos de EE UU han ofrecido un espectáculo bochornoso en los últimos días. Tom Ridge, el nuevo jefe de la Oficina de Seguridad Nacional, ha tardado más de una semana en dar la cara para explicar al público qué está ocurriendo con el carbunco (ántrax en inglés), qué medidas de precaución deben tomarse y cómo están respondiendo al asunto las agencias federales.

Hasta entonces, los ciudadanos tuvieron que conformarse con una avalancha de informaciones contradictorias, engañosas y caóticas. Ahora siguen igual de asustados, pero al menos alguien les ha comunicado oficialmente que el Gobierno está "vigilando" el asunto. Y no ha sido precisamente el presidente George Bush, que se fue el miércoles a China cuando todavía no estaba claro si el Capitolio se desmantelaba al completo y apenas hizo una referencia de pasada a este asunto en sus ardientes discursos de despedida.

El espectáculo ofrecido ese día por los líderes políticos fue de opereta. El líder de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, dio una alarmista rueda de prensa que estaba plagada de información no confirmada y científicamente cuestionable. Con ello intentaba justificar la decisión de evacuar la Cámara Baja por motivos de seguridad hasta el próximo martes. Hastert dijo que se habían detectado restos de la bacteria en la oficina de correos del Senado y en el sistema de ventilación del complejo del Capitolio.

Pero el líder del Senado Tom Daschle (que tiene a una treintena de colaboradores con resultados positivos de exposición al carbunco) dijo minutos más tarde que ellos sí pensaban seguir trabajando dentro del edificio. Y ello desató una ola de críticas mutuas que se filtraron a los medios de comunicación de inmediato. Los legisladores de la Cámara Baja se quejan de que el Senado les ha dejado en evidencia; los senadores creen la otra cámara ha lanzado una señal de pánico y falta de liderazgo.

Los medios de comunicación apoyaron mayoritariamente a los senadores. El New York Post publicó una foto de los líderes de la Cámara Baja con el elocuente título de: "Los líderes que huyeron del ántrax". La cadena Fox les acusó directamente de hipócritas: "¿Cómo pueden pedirle a la gente que normalice sus vidas y, tan pronto como salen algunos casos de exposición a la bacteria en Washington DC, los líderes salen corriendo para sus casas?"

El gobernador de Nueva York, George Pataki, también se cubrió de gloria. Cuando sus oficinas de Manhattan tuvieron que ser cerradas porque se detectaron signos de la bacteria, Pataki apareció en los medios diciendo que se estaba tomando los antibióticos Cipro como "precaución", pero que no piensa hacerse la prueba de carbunco porque se sentía genial y no creía que fuera necesario. Una bravuconada con la que seguramente quería demostrar su entereza ante la adversidad, pero que enviaba a los ciudadanos un mensaje diametralmente opuesto al difundido por los responsables sanitarios: no se le ocurra medicarse a menos que confirme que ha tenido exposición a la bacteria.

Según un sondeo de ABC News, un 54% de los estadounidenses está preocupado por este asunto, pero sólo un 26% dice estar "muy preocupado". Un dato sorprendentemente bajo teniendo en cuenta el espectáculo ofrecido por los líderes del país.

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