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TRIBUNA

<I>El incremento de la población en España</I>

Manuel Pimentel analiza la evolución demográfica y constata que el fenómeno que más ha influido en el repunte de la población es el creciente saldo migratorio, que seguirá siendo positivo los próximos años.

Este mes de agosto se han hecho públicos los nuevos datos de población española, que ascendía a 40.499.791 habitantes, revisando al alza el resultado del anterior padrón municipal de mayo de 1996, con 39.652.742 habitantes. Lo singular de este dato no es la intensidad del crecimiento de la población, sino el hecho de haber superado nítidamente las previsiones más optimistas del Instituto Nacional de Estadística (INE), que apuntaban a una población de 39,8 millones para este año. En teoría España no iba a pasar de los 40 millones de habitantes, pero la tozuda realidad ha hecho que este mismo año se haya pulverizado el techo que algunos demógrafos habían estimado.

¿Qué es lo que ha pasado en España para que nuestra población -a pesar de la baja natalidad- siga creciendo? Las causas son varias, y creo que merece la pena que reflexionemos sobre ellas.

En primer lugar se constata un leve repunte de la natalidad, que comenzó a caer intensamente desde 1976, cuando tuvimos 2,8 hijos por mujer de media, hasta el mínimo de 1998, con 1,16 hijos por mujer, una de las tasas más bajas del mundo. En 1999 subimos hasta 1,20 y en 2000, hasta 1,23 hijos por mujer. ¿Cuál será la tendencia? Hay opiniones para todos los gustos, pero en principio parece razonable pensar que si nuestra economía se mantiene a niveles adecuados, nuestra natalidad seguirá creciendo suavemente, para acercarse paulatinamente a los valores medios europeos, ya muy bajos de por sí.

Unido a este leve repunte de la natalidad, nos encontramos con que la esperanza de vida sigue creciendo. La combinación de ambos factores -más nacimientos y menor incremento de la mortalidad- hace que el crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones) alcance valores superiores. Si el crecimiento vegetativo de 1998 fue de 4.000 personas, en 1998 ascendió a 7.386 y en el año 2000 a 36.608 personas. Es probable que en 2001 se mantenga esta tendencia al alza, que permitirá leves incrementos en el crecimiento vegetativo, pero será insuficiente para detener el acusado proceso de envejecimiento de nuestra población.

Otra posible factor, nada estudiado, pero que merece la pena reseñar, es el continuo proceso de nacionalizaciones que acertadamente contempla nuestra legislación a los descendientes de españoles, y que beneficia sobre todo a ciudadanos de Hispanoamérica. Cada año se nacionalizan entre 10.000 y 15.000 personas, que no se contabilizan como inmigrantes si deciden trasladarse a España.

Pero sin duda alguna, el fenómeno que más ha influido en el incremento del nuevo padrón ha sido el creciente saldo migratorio que está experimentando España, y que en los últimos cuatro años ha sido especialmente intenso, estimándose en más de 800.000 las nuevas entradas en ese periodo. A pesar de este crecimiento, el porcentaje de residentes extranjeros en España es aproximadamente un 2,5% del total de la población, una cifra todavía baja si la comparamos con nuestro entorno europeo. Si nuestra economía sigue creciendo es razonable pensar que este flujo mantendrá saldos positivos, como prevé el propio INE en sus estimaciones para los próximos años, con unas 200.000 nuevas entradas al año.

Por todas las razones anteriores, es probable que nuestra población siga creciendo estos próximos años. Las previsiones del INE apuntan a que España llegará a los 43 millones de habitantes en 2020; a lo mejor nos llevamos una sorpresa como la de este año y ese pronóstico se adelanta. En todo caso parece que nuestra población mantendrá una ligera tendencia al alza que considero positiva. El estancamiento o descenso de población no sería una buena noticia para España.

Aparte del análisis cuantitativo de este crecimiento de población, es importante que nos fijemos en su distribución territorial, siempre según las fuentes del INE. Si nos atenemos tan sólo al crecimiento vegetativo, los mayores crecimientos se presentan en Andalucía, Canarias, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid y Murcia, mientras que se producen más defunciones que nacimientos, y por tanto disminución vegetativa de población en Aragón, Asturias, Castilla y León, Cantabria, Galicia, País Vasco y La Rioja.

Si a esto unimos las migraciones interiores, se conforma una realidad cada día más palpable. Pierde población el norte y el interior de España, mientras que la gana Madrid y todo el arco mediterráneo. Este desequilibrio no es positivo y ya existen amplias zonas del interior con graves problemas de despoblamiento, aunque no parece probable que esta tendencia se modifique.

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