El plan del FMI para Argentina vuelve a cuestionar a ONeill
El secretario del Tesoro de EE UU, Paul ONeill, hizo todo lo posible porque el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Argentina encontrara soluciones "creativas" a la dura crisis que azota este país. Pero al final tuvo que aceptar un nuevo desembolso financiero del Fondo, a pesar de que se opone rotundamente a este tipo de rescates. Y con Argentina ya van tres.
Paul O'Neill llegó a la secretaría del Tesoro de EE UU revestido de un aura de alto ejecutivo industrial que, según el presidente George Bush, garantizaba su éxito al frente del equipo económico de la mayor potencia mundial. Pero el ex presidente de Alcoa está sufriendo importantes varapalos y luciendo mucho menos de lo que se esperaba.
El último tropezón de O'Neill ha sido su actuación durante las largas y tensas negociaciones entre el FMI y Argentina. Detractor acérrimo de los planes de ayuda financiera del Fondo, O'Neill insistió en que se buscaran soluciones "creativas" (es decir, que no incluyeran nuevos créditos).
Cuando las negociaciones estaban en un punto álgido apareció en la CNN diciendo que era necesario encontrar una solución a largo plazo "y no una que siga consumiendo el dinero de los fontaneros y carpinteros de Estados Unidos que ganan 50.000 dólares al año y se preguntan qué narices estamos haciendo con su dinero".
Cuatro días más tarde tuvo que emitir un comunicado dando la bienvenida a un plan de rescate que eleva las ayudas del Fondo a Argentina en 8.000 millones de dólares (1,5 billones de pesetas, 8.720 millones de euros). Y con este van tres, porque O'Neill ya tuvo que dar la bienvenida a los paquetes de ayuda financiera a Turquía y Brasil.
William Rhodes, un ejecutivo de Citigroup que en los años ochenta ayudó a elaborar el plan de reorganización de la deuda latinoamericana, defendió al secretario del Tesoro diciendo que quería buscar una solución "duradera", pero tuvo que ceder "porque necesitas calmar y tranquilizar a los mercados".
Calmar a los mercados era algo que se le daba muy bien a Robert Rubin y Lawrence Summers, los secretarios del Tesoro de Bill Clinton. Pero O'Neill ha demostrado tener poca mano en este terreno.
Sus confusos mensajes sobre el dólar provocaron tales vaivenes a la divisa, que en febrero tuvo que decir que si alguna vez cambia su apoyo a un dólar fuerte "alquilaré el Yankee Stadium para anunciarlo".
El dólar ha sido, además, motivo de polémica con su propio jefe. El mes pasado, el presidente George Bush dijo en público que era el mercado quien tenía que fijar el valor de la divisa.
O'Neill replicó diciendo que era él, y no Bush, el responsable de la política respecto al dólar. Y la Casa Blanca reconoció que él es quien "tiene jurisdicción" sobre este asunto. Pero el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, anotó que, "obviamente, el secretario no habla por el presidente cuando dice que él es el único portavoz" en este asunto.
O'Neill no es la única estrella del Gobierno Bush que está luciendo menos de lo que se esperaba. El vicepresidente Dick Cheney, que llegó al Gobierno desde la presidencia de la petrolera Haliburton, mantiene desde hace meses un perfil tan bajo que los informativos apenas le mencionan cuando hablan de medicamentos contra las enfermedades cardíacas.
Muchos esperaban que jugara un papel importante en política exterior y de seguridad, y que le disputara protagonismo al secretario de Estado, Colin Powell.
Pero la única gran batalla que ha dado ha sido la del Plan de Reforma Energética, y ésta todavía le da dolores de cabeza. La General Accounting Office (órgano investigador del Congreso) le está exigiendo que desvele los nombres de quienes formaron su "equipo de asesores", para ver si son ciertas las acusaciones de que la ley fue redactada por ejecutivos de la propia industria. Cheney se niega a hacerlo porque "interferiría en el funcionamiento de la rama ejecutiva".
Powell, eclipsado
Las cosas tampoco le van demasiado bien al general Powell. El héroe de la Guerra del Golfo se está viendo totalmente eclipsado por Condoleeza Rice, la asesora de seguridad nacional.
Rice mantiene posiciones ideológicas mucho más cercanas a las de Bush en asuntos claves como el escudo antimisiles. Y los dos son forofos del deporte (visto por televisión). Una combinación con la que resulta muy difícil competir.