_
_
_
_
INTERNACIONAL

Bush y Putin confían a la industria de defensa parte de la reactivación

El giro dado el pasado domingo por el presidente ruso, Vladimir Putin, a sus relaciones con EE UU en materia de defensa evidencia, más allá de las estrategias militares, la coincidencia de ambas Administraciones en impulsar la industria armamentística como uno de los pilares de la reactivación.

La decidida apuesta de George Bush por la puesta en marcha del sistema antimisiles tiene su principal reflejo en los Presupuestos. Para 2002, el presidente ha solicitado al Congreso aumentar casi un 60% el presupuesto de defensa destinado al programa antimisiles, lo que supone 8.300 millones de dólares (unos 1,6 billones de pesetas) en total.

El presupuesto final del escudo antimisiles puede suponer unos 60 billones de pesetas, que irán destinados a la industria armamentística y tecnológica en forma de sustanciosos contratos.

La última prueba del pasado 14 de julio tuvo un coste de 100 millones de dólares (unos 19.200 millones de pesetas), pero a partir de ahora los próximos ensayos exigen la construcción de nuevas instalaciones de radar, gestión, mando y control y nuevas bases de misiles, con el consiguiente aumento del coste del programa y, por tanto, de los beneficios para las empresas adjudicatarias. Bush ha acelerado el calendario de pruebas y ya están programados 10 nuevos ensayos para 2002, cuyo coste se estima en 3.000 millones de dólares (más de 575.000 millones de pesetas).

La próxima prueba está prevista para octubre y si, como parece, Washington quiere testar nuevos elementos capaces de destruir un misil durante todas las fases de vuelo, eso supondrá la violación explícita del Tratado Antibalístico (ABM) de 1972, que prohíbe el despliegue de sistemas más allá del área designada para la defensa, como las bases.

Inversiones en Rusia

Frente a las tensiones diplomáticas que esta violación del tratado generará, Bush se apuntó un gran tanto el pasado domingo al lograr que Rusia (el principal firmante del tratado junto a EE UU) accediera a iniciar negociaciones para reformar el acuerdo, lo que pondría fin al aislacionismo de Washington en este asunto.

Putin dio, así, un giro de 180 grados en su oposición a la propuesta de EE UU. Un cambio que no se puede desligar de los posteriores elogios de Bush a las oportunidades de inversión que ofrece la economía rusa, ni de la visita que mañana realizarán a Moscú los secretarios de Comercio, Don Evans, y Tesoro, Paul O'Neill, para promover las relaciones comerciales entre los dos países.

Rusia afronta unos duros años por delante en lo que se refiere a la cancelación de sus deudas, especialmente en 2003, cuando deberá afrontar el pago de 14.000 millones de dólares (2,7 billones de pesetas) por este concepto. Actualmente el Gobierno destina casi una cuarta parte de su presupuesto a la cancelación de deuda externa y sus ingresos proceden, principalmente, de las exportaciones de petróleo, con la constante amenaza de una caída en los precios.

El presidente Putin se ha comprometido a acelerar las reformas estructurales en esta legislatura y, en especial, las privatizaciones. Durante su mensaje a la nación del pasado abril, Putin anunció la apertura de la importante industria armamentística rusa al capital privado. Ello le permitirá destinar más recursos a sus ambiciosos programas de defensa (está haciendo pruebas en el Ártico con un nuevo submarino nuclear) y reducir su carga para el presupuesto público.

Rusia destina la mayor parte de sus gastos no financieros a defensa, un 25% del total, una partida que ha crecido en los últimos meses. El Gobierno prevé una desaceleración del crecimiento y de la producción industrial, en buena medida todavía en manos del Estado, en los próximos años. El objetivo expresado por Putin en abril es que "la industria armamentística se convierta en uno de los pilares de la reactivación económica" y la intervención de Washington puede hacerlo posible.

Archivado En

_
_