<I>Diversificación </I>
Con la globalización aumenta la relevancia de un sector para invertir en una empresa y disminuye la del país de la matriz.
Cuando un inversor se enfrenta a la decisión de invertir, un concepto fundamental que debe considerar es el de diversificación. La diversificación debe entenderse como el proceso mediante el cual se intenta que una cartera no concentre de forma excesiva riesgos, de tal forma que el mal comportamiento no esperado de algunos activos sea compen-sado por el buen comportamiento de otros, haciendo que con el tiempo se obtenga una rentabilidad igual o incluso superior a si lo hubiéramos invertido todo en un solo activo.
Coloquialmente, el concepto de diversificación puede entenderse como el proceso de evitar poner todos los huevos en la misma cesta. Aunque muy asociado a la moderna teoría financiera, ya lo daba Erasmus hace siglos: "No confíes toda la mercancía al mismo barco".
Tradicionalmente, desde una perspectiva operativa, podría decirse que la diversificación se ha entendido como un proceso en cuatro etapas que responden progresivamente a cuatro preguntas:
w Cuánto invertimos (perspectiva de categoría de ac-tivos).
w Dónde invertimos (perspectiva regional).
w De qué forma invertimos (perspectiva sectorial).
w En qué invertimos (perspectiva de valores concretos).
La primera se refiere a la clase de activos en los que deseamos invertir. En esta etapa puede entenderse que la decisión fundamental es la distribución de nuestra cartera entre las dos grandes categorías de activos: renta fija y renta variable. La evidencia empírica muestra que a largo plazo hasta un 90% del diferencial de rentabilidad entre distintas carteras puede venir explicado por esta decisión más que por el tipo de valores o instrumentos seleccionados. Por supuesto, ello no significa que sea fácil identificar cuándo va a subir la Bolsa (y, por tanto, invertir en renta variable) o cuándo bajará (y es preferible la renta fija, dado su potencial de revalorización ante descensos de los tipos de interés exigidos).
La segunda etapa se referiría a dónde invertimos y, por tanto, está relacionada con la distribución regional de la inversión. Lo interesante es identificar los países o regiones con mayor potencial de crecimiento, lo que generalmente favorece la renta variable, y aquellos en situación contraria y en los que la renta fija a largo plazo podría tener un buen comportamiento.
La tercera etapa se refiere a la distribución sectorial. No todos los sectores empresariales reaccionan de la misma forma al ciclo económico. Hay sectores cuyos beneficios son muy sensibles al mismo (constructoras, por ejemplo) y otros que lo son menos (eléctricas), sectores que dependen más de las innovaciones que sean capaces de hacer (farmacéuticas), etcétera.
Un aspecto interesante que se observa los últimos años es que cada vez parece tener más importancia el sector de la empresa y menos la región a la que pertenece. Una posible explicación es que, a medida que avanza la globalización y las grandes empresas (que suelen ser las que cotizan en las Bolsas) tienen actividades productivas o venden en distintos países, aumenta la relevancia del sector (y la competencia que hay en él) y disminuye la del país en el que está situada la matriz.
La última etapa del proceso de diversificación se referiría a la elección de los valores concretos en los que invertir. Una vez decidido qué proporción de la cartera invertir en renta variable, en qué región y en qué sectores, deben elegirse las empresas concretas pertenecientes a estas regiones y sectores.
Para respetar la idea fundamental que subyace al concepto de diversificación es necesario que en cada etapa descrita se respete el principio de no concentración (es decir, no elegir exclusivamente una categoría de instrumento, una región o sector).
Todo lo anterior nos ofrece algunas ideas interesantes para el proceso de inversión. En primer lugar, debe evitarse invertir en un solo valor o acción, dado el riesgo y ausencia de diversificación que ello supondría. En segundo lugar, en caso de invertir en fondos especializados en sectores (los llamados fondos sectoriales), estas inversiones deben estar al mismo tiempo suficientemente diversificadas. Es decir, aunque un fondo sectorial está más diversificado que la inversión en una sola empresa de dicho sector, la inversión en un solo fondo sectorial supone estar plenamente expuesto al riesgo específico del sector. Por tanto, la inversión de toda la cartera en un solo fondo sectorial tampoco respeta las bases del concepto de diversificación.
A medida que avanza la globalización es posible que la estructura regional de las carteras pierda relevancia en su rentabilidad final y que esta pérdida vaya en beneficio de la diversificación entre grandes categorías de activos y de la diversificación entre sectores. Todo esto podría explicar la proliferación que observamos últimamente de fondos de renta variable global y fondos de renta variable sectorial.