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INTERNACIONAL

El G-7 halaga a Greenspan y aprecia solidez en la economía mundial

Cumbre económica en Washington. La reunión de primavera del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se abrió la semana pasada con una clara predisposición de las instituciones de presionar a Europa para que juegue el papel de locomotora de la economía mundial, relevando a Estados Unidos. Primer objetivo, el Banco Central Europeo y su reticencia a bajar tipos de interés. El indicador de crecimiento del PIB estadounidense sirvió de vaselina y, finalmente, el Grupo de los Siete, aún halagando la relajación monetaria de Greenspan, emitió un optimista comunicado sobre la economía mundial y se mostró comprensivo con la política europea.

Cuando todo parecía destinado a desembocar en un duro choque de ideas, Europa y Estados Unidos consiguieron hilvanar, en el marco del G-7, un documento que destaca los sólidos fundamentos de la economía mundial y en el que se deja de lado cualquier demanda de reducción del tipo de interés europeo.

El crecimiento del PIB estadounidense en el primer trimestre fue la clave de este desenlace. También ayudaron el principio de entendimiento con Argentina y el acuerdo con Turquía.

Las dos reuniones celebradas este fin de semana en Washington se han saldado con un mensaje de alivio al mundo y una tregua transitoria entre dos ópticas económicas bien diferentes. Los debates en la cita semestral del FMI-Banco Mundial, así como en el G-7, han puesto de relieve no sólo las contradicciones creadas por la desaceleración del crecimiento, sino también los límites que plantea esta nueva situación para el disenso entre los países industrializados.

Tras una semana marcada por las agoreras revisiones a la baja de las tasas de crecimiento a nivel internacional, los datos del PIB del primer trimestre en Estados Unidos sorprendieron gratamente a propios y extraños.

A partir de este hecho, se aquietaron las agitadas aguas en las que se desenvolvía el debate sobre los tipos de interés en Europa. Para el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, fue la confirmación del acierto de la política monetaria aplicada por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan.

A su juicio, el avance de 2% de la economía en el primer trimestre está directamente relacionado con el sostén brindado por la reducción de los tipos en Estados Unidos. Demuestra que "los fundamentos para una expansión económica en el país son sólidos", dijo.

El optimismo de sus declaraciones fueron, incluso, más allá, al enfatizar que "las perspectivas para mejorar los niveles de vida en el mundo son ahora mejores que en ningún otro momento de nuestra historia".

Este súbito cambio de tono por parte de O'Neill, quien durante la semana anterior lanzó serias advertencias sobre la desaceleración estadounidense, muestra cómo la volatilidad del mercado y de la economía se refleja también en las cabezas de los responsales de las finanzas mundiales.

Sin embargo, de esta manera, se abrió paso la posibilidad de llegar a un acuerdo entre los ministros de Finanzas y los gobernadores de los bancos centrales, el cual se plasmó en el diplomático documento acordado en el Grupo de los Siete.

Al igual que en las formulaciones realizadas por el director-gerente del FMI, Horst Koehler, el texto acordado por los siete destaca la necesidad de "ser vigilantes y mirar hacia delante para mantener e instrumentar políticas que promuevan el fuerte crecimiento de la productividad", incluyendo las reformas estructurales y la consecución del libre comercio.

En las puntualizaciones sobre los principales países y regiones, el documento deja ver claramente los esfuerzos dentro del G-7, y también del FMI, para alcanzar un consenso.

Así, tras reconocer que "el crecimiento ha sufrido una fuerte desaceleración" en Estados Unidos, se elogia la política monetaria de la Reserva y se la coloca como ejemplo de "contribución al crecimiento sostenido y al mantenimiento de la estabilidad de precios".

Para Europa, ni se menciona las exigencias anteriores del Fondo y de Washington de que baje los tipos para apuntalar el crecimiento mundial, y sólo se apela al remanido consejo de "flexibilizar los mercados".

En el caso de Japón, se vuelve a insistir en que ponga orden en su vulnerable sistema bancario y aplique una política monetaria expansiva para frenar la deflación. La relación entre cambios de divisas, se asegura, "debería reflejar los fundamentos económicos".

Un texto elaborado, sin dudas, para poner paños fríos al choque con el Banco Central Europeo (BCE). En rueda de prensa, el presidente de la entidad, Wim Duisenberg, respondió con un escueto y terminante "no" a la pregunta de si el tema había sido tratado en la reunión. O'Neill contestó exactamente lo mismo.

"La independencia del BCE no fue puesta en entredicho. Yo expliqué en el G-7 que hay que respetar las políticas monetarias de las diferentes regiones y que nadie debería intentar dar indicaciones a otros", enfatizó Duisenberg ante los medios de comunicación.

El fortalecimiento de la posición europea no deja lugar a dudas. El final optimista de una semana de cumbre económica mundial que comenzó con negros nubarrones no oculta, sin embargo, que hay componentes de precariedad en esta tregua, al igual que en los acuerdos logrados por Turquía y Argentina con el FMI.

Las próximas semanas deberán mostrar el grado de contraste de la realidad de los hechos con las voluntades expresadas en papeles y declaraciones.

 

Pedro Solbes: "El objetivo del BCE en Europa

no es el mismo que el de la Reserva Federal"

El comisario de Asuntos Monetarios de la Unión Europea, Pedro Solbes, cree que la reunión del G-7 en Washington ha servido para dejar bien claras las diferencias entre Europa y Estados Unidos.

En un apretado balance del encuentro, Solbes señala que "el interés básico de la reunión era clarificar posiciones de unos y otros. Estamos en un momento en el que hay incertidumbre, que es cuando cada uno debe clarificar porque actúa de una determinada forma". En su opinión, resulta evidente la preocupación de la nueva Administración republicana del presidente George Bush "por la desaceleración en su economía y que, por ello se reclame un esfuerzo por parte de los demás".

Obviamente, el comisario europeo se refería de esta manera a la presión ejercida por Washington y el FMI en la última semana para que el Banco Central Europeo (BCE) bajase los tipos de interés de la eurozona.

"Para mí", explica el comisario, "el tema más relevante que se ha producido en este debate ha sido clarificar cuál es el margen de maniobra de Europa. Es evidente que Europa tiene un potencial de crecimiento menor al que ha tenido la economía norteamericana estos años, como consecuencia, entre otras cosas, de nuestras mayores dificultades para tener un mercado más flexible".

"Lo que se ha entendido en este debate", agrega Solbes, "es que las posibilidades para Europa van a derivar indudablemente de nuestra capacidad para aumentar el crecimiento potencial, que se sitúa entre el 2,5% y el 3%, que son buenas cifras en términos europeos, pero seguramente no suficientes para jugar ese papel que se nos pide".

En este sentido, su principal conclusión es que "ha quedado claro que el objetivo del BCE no es exactamente el mismo que el de la Reserva Federal. Yo creo que se ha entendido que nuestro objetivo de mantener la inflación debajo de un determinado objetivo pretende conseguir una economía sana que tenga margen de maniobra y crecimiento a largo plazo", añadió.

Consultado sobre la insistencia para que el BCE baje sus tipos, Solbes expresó que "hay un efecto imitación de intentar trasladar la política monetaria estadounidense a Europa cuando ni los instrumentos ni las formas son necesariamente los mismos".

 

Un respiro importante para Argentina

El FMI hizo sudar a Caballo. Vigoroso y emprendedor como siempre, el superministro de Economía argentino llegó a la sede del Fondo el sábado al mediodía, convencido de ir a concluir un trámite formal con el director de la institución First Koehler. No fue así.

Con un paquete de medidas fiscales a la medida del organismo multilateral, anunciado la noche anterior en Buenos Aires, y con una reducción del gasto público de 900 millones de dólares adicionales, Cavallo se reunió con Koehler y su segundo, Stanley Fischer. Al finalizar el encuentro, apenas pudo decir a los periodistas que no podía dar "detalles" del acuerdo y que seguirían las conversaciones.

Tras una reunión posterior con el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, quien le calificó de "dínamo" y bendijo su programa económico, Cavallo respiró. Un comunicado oficial del organismo aseguraba que las medidas presentadas por Argentina "son consistentes con los objetivos del programa en vigencia acordado con el FMI".

La promesa argentina de no superar un déficit fiscal de 6.500 millones de dólares en 2001, a pesar de un desfase de 1.000 millones sobre lo previsto en el primer trimestre, permitirá que el país suramericano reciba 1.300 millones de dólares en mayo, un tramo del blindaje de 40.000 millones que obtuvo en diciembre. El fin de la recesión que dura ya tres años aún no tiene respuesta.

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