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POLÍTICA

Las vacaciones de la mayoría absoluta

La acumulación en los últimos meses de problemas como el mal de las vacas locas, la estancia del Tireless en Gibraltar o el síndrome de los Balcanes, sumada al empeoramiento de algunos indicadores económicos y al dique seco en el que reposan las principales promesas electorales del PP, están sometiendo al Gobierno a una dura prueba de desgaste, agravada por la gestión de algunos ministros y la vacilante actitud de José María Aznar en lo que se conoce en Génova, 13, como "las vacaciones de la mayoría absoluta".

El médico anestesista Feliciano Blázquez, diputado por Ávila y amigo de los de verdad del presidente del Gobierno, confesaba la semana pasada en los pasillos del Congreso: "En diciembre paré una comparecencia de Celia. Desde enton-ces está deseando dar la cara, pero se ha decidido mantenerla callada...". La mayoría de los parlamentarios del PP comparte con el Gobierno que el silencio de la ministra de Sanidad ha podi-do evitar temporalmente un enconamiento aún mayor de la crisis de las vacas locas, aunque no ha servido ni para devolverle su credibilidad política ni tampoco el sosiego.

Bien al contrario, fuentes allegadas a la ministra la observan cada vez más ofuscada y no descartan su dimisión, después de haber perdido el respaldo de sus compañeros de Gabinete y de partido. De sus quejas, motivadas por la "falta de cariño" y de presupuesto para encarar la crisis, son directos conocedores los dos vicepresiden-tes, la comisión delegada del Gobierno para Asuntos Económicos y el secretario general del PP, Javier Arenas.

Aznar fue el primero en servirle de paño de lágrimas tras la polémica teñida de bu-fa que generaron las recetas culinarias de la ministra. Pe-ro el presidente no sólo evitó ofrecerle el apoyo esperado, sino que, según las fuentes consultadas, fue quien le impuso el silencio. Obediente, la ex alcaldesa de Málaga también tradujo la orden en clave interna: su mudez fue la más sonora en la reunión que la ejecutiva del PP celebró en Génova, 13, el pasado lunes 22, fecha en la que el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, presentó un informe monográfico sobre la crisis de las vacas locas que abarcó también los aspectos sanitarios, pese a orillar cualquier atisbo de crítica.

Hay en el Gobierno quien duda de que Villalobos llegue a comparecer en el Congreso a petición propia, como ella misma ha pedido, cuando a mediados de febrero se reanude el periodo de sesiones. Si lo hace, su futuro político inmediato estaría vinculado a los resultados que obtenga en esta cita, aunque también le aguarda la reprobación que prepara el PSOE. De cualquier forma, los informes de los expertos que ha leído el presidente del Gobierno no son optimistas. "Caminamos hacia una situación clara de epidemia y sería un milagro que no se confirme más pronto que tarde la primera muerte humana por la enfermedad", afirma uno de los lecto-res de estos trabajos que se interroga en alto sobre la idoneidad del perfil de Villalobos para amortiguar la alarma en una población a la que el cantautor y diputado José Antonio Labordeta considera castigada en esta crisis por un escenario que combina lo kaf-kiano con el surrealismo de Buñuel.

La credibilidad, en juego

Al margen de las comparaciones más o menos malintencionadas que se hacen en el PP entre el bichito de Jesús Sancho Rof, en los prolegómenos del escándalo de la colza (1981), con los huesos para el caldo desaconsejados por Villalobos antes de su mutismo involuntario, el entorno de Mariano Rajoy debate la articulación de una estrategia para frenar el coste político que el mal de las vacas locas puede tener para el Gobierno. Rajoy ha reconocido que se enfrenta "al tema más difícil" de su carrera, pues es consciente de que va a tener un largo y complejo recorrido y sobre él va a gravitar, en buena medida, la credibilidad de todo el Gobierno, incluida la de su presidente.

Los estrategas del PP son conscientes de que el problema no se arregla sólo con dinero y también de que el anuncio de un posible crédito extraordinario para combatir la crisis en sus diferentes vertientes tendría un impacto efímero que sería devorado sin demora por las imágenes televisivas de las vacas acumuladas en los vertederos o la cascada de opiniones, en ocasiones contradictorias, de todos los que se dicen expertos en la enfermedad. La aprobación de este presupuesto extraordinario choca también con la oposición de un sector del Gobierno que pivota, de forma particular, sobre su equipo económico, favorable a que la Unión Europea libere más fondos para frenar la enfermedad y a que el sector ganadero asuma también su parte de culpa.

A los maitines que Aznar convoca los lunes en La Moncloa suelen asistir Mariano Rajoy, Rodrigo Rato, Jaime Mayor, Ángel Acebes, Pío Cabanillas, Javier Arenas, Carlos Aragonés, los dos portavoces parlamentarios y, con una asiduidad más irregular, Josep Piqué, Francisco Álvarez Cascos, Pedro Arriola y Francisco Javier Zarzalejos.

Antes de las Navidades, Az-nar encargó a sus dos vicepresidentes sendos informes con planes de futuro para el nuevo curso con la intención de dar por terminadas lo que en la dirección del PP se conoce como "las vacaciones de la mayoría absoluta".

Según el análisis efectuado en La Moncloa, que ha trascendido al Grupo Parlamentario Popular, en los 10 me-ses transcurridos desde el 12-M, fecha en la que Aznar descabezó al PSOE con 183 escaños, el Ejecutivo y el PP instalaron el grueso de su agenda política en la inercia del País Vasco. La ineficacia policial hizo que el presidente volviera de veraneo "sin saber dón-de estaba el enemigo", en expresión de un parlamentario del PP, situación que después se ha corregido y reconducido, también desde el prisma político, gracias al éxito de las fuerzas de seguridad y al acuerdo con el PSOE.

El hueco dejado por los primeros espadas del Gobier-no en este periodo, que incluye el alejamiento de Rodrigo Rato del primer plano de la actualidad en un momento en que el diferencial de inflación con la UE se ha duplicado y han comenzado a flaquear otros indicadores económicos, ha sido ocupado por José Luis Rodríguez Zapatero, un líder emergente que debe su éxito, según los observadores del PP, a una "descripción convincente y desapasionada" de la realidad, más que a las alternativas de futuro.

Si la crisis de las vacas locas ha hecho aflorar las primeras tensiones serias en el Gabinete de Aznar, alimentadas por la descoordinación y la falta de reflejos de algunos ministros, la pérdida de pulso del Gobierno ha convertido problemas como el del submarino nuclear Tireless o el llamado síndrome de los Balcanes en fuentes potenciales de desgaste político para el PP en un año que, además del debate sobre el estado de la nación, previsto para el final de la primavera, acumula las citas electorales del País Vasco y Galicia.

Superar la anestesia

Los efectos secundarios provocados por las reacciones del Gobierno ante sentencias como la que impide el reingreso de Javier Gómez de Lia-ño en la carrera judicial o la que reconoce el derecho de los funcionarios a recuperar parte de la pérdida de su poder adquisitivo, van camino de transformar el frustrado pacto sobre la justicia prometido por Aznar en su última campaña electoral en un enfrentamiento directo con el Poder Judicial, en un momento en el que también parecen inviables acuerdos con la oposición en asuntos tan sensibles como la política de inmigración, las relaciones con EE UU, por no abundar en la reforma de la Ley Electoral, la financiación de los partidos o el modelo público audiovisual, objetivos todos ellos con los que Aznar ganó las elecciones desde la promesa de fortalecer las instituciones democráticas.

Para superar la anestesia provocada por la mayoría absoluta, el presidente ha decidido que el equipo económico, con Rodrigo Rato a la cabeza, regrese a la palestra pública para explicar las bondades de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, encauzar el diálogo sobre el nuevo modelo de financiación autonómica, jalear la próxima reducción de impuestos y coronar el acuerdo social con unos sindicatos a los que ve débiles y tan necesitados de pactos como al Gobierno. En otras palabras, para recuperar el pulso.

En la reciente reunión de la Diputación del Congreso, Labordeta vio dos países: "El real, que está en la calle, y el virtual", que los diputados del PP acababan de dibujar para defender la gestión del Gobierno de la Ley de Extranjería, el mal de las vacas locas y la estancia del Tireless en Gibraltar. Tiempo atrás, en su segundo año como presidente, Aznar confesaba a un periodista de confianza algo que ahora debe rondar por su cabeza: "La lluvia fina es la que produce beneficios duraderos. Las inundaciones a mí no me gustan...".

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