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TRIBUNA

<I>El riesgo sistémico y la información</I>

Con la perspectiva de que EE UU puede crecer por debajo incluso de su potencial productivo es preciso analizar la solvencia de áreas inestables en el pasado reciente.

Cada vez se añaden nuevos datos sobre la desaceleración económica en EE UU. En estos últimos años el mundo se ha acostumbrado a contar con la locomotora de la economía americana, a pesar de que su déficit exterior o el nivel alcanzado por las cotizaciones bursátiles podían hacer temer un calentón del motor. Sin embargo, se confiaba en la potencia extra que el turbo que la nueva economía proporcionaba.

La fortaleza estadounidense ha permitido que el mundo pudiera funcionar sin la potencia adicional de la economía europea, que ha estado cierto tiempo al ralentí, y además que superara la crisis de Japón, de las economías asiáticas, de algunas latinoamericanas, de Rusia y la quiebra de algún fondo de inversión.

Con la nueva perspectiva de que EE UU puede crecer por debajo incluso de su potencial productivo, se hace preciso un análisis de la solvencia económica y financiera de las áreas que han sido inestables en el pasado reciente. Todas las crisis mencionadas trajeron a la primera línea del interés de los agentes y de las autoridades económicas el riesgo de que se generase una crisis sistémica.

Las propuestas que se elaboraron para impedir que se generase una crisis o para solventarla una vez producida, se engloban bajo la denominación de reforma de la arquitectura financiera internacional. Los puntos clave sobre los que se basaban las aportaciones de los principales organismos involucrados (Banco Internacional de Pagos, OCDE, Organización de Reguladores de Valores) se referían a la necesidad de aumentar la transparencia de la información sobre la situación económico-financiera de todos los participantes en los mercados financieros, reforma de los sistemas financieros para que pudieran ser solventes en un mundo con libertad de capitales, fomento del gobierno corporativo como vía de corresponsabilidad en la estabilidad del sistema y participación del sector privado en la resolución de las crisis.

Pero, aparte de esas iniciativas -y quizá como paso previo-, parece importante estudiar las posibles causas de las crisis. La mejor forma de combatirlas es impedirlas, y tanto para una actuación ex-ante como ex-post un diagnóstico acertado es clave.

Las crisis recientes muestran como característica novedosa la mayor importancia de vías de contagio como los mercados de valores o los sistemas de pagos. Por otra parte, el contagio puede desarrollarse por exposiciones encadenadas de riesgo de las entidades financieras, pero también por un cambio en las condiciones que sostenían la credibilidad en los contratos financieros o en los valores. Esta vía cobra importancia por el creciente interés de los particulares en la inversión bursátil y el papel de los inversores institucionales.

En muchas ocasiones resulta difícil precisar la línea que separa una corrección saludable de expectativas erróneas de una crisis que puede declararse sistémica. La volatilidad en los precios de los valores suele ser elevada, ya que son fácilmente fungibles, pueden tomarse posiciones apalancadas y son muy sensibles a la información. Hay un problema de asimetría de información y extracción de señales que implica que los pequeños inversores no son capaces de conocer la razón de la variación en las cotizaciones. Así, tras haber experimentado diversos periodos de corrección considerada como normal en los mercados, los inversores pueden corregir súbitamente sus opiniones y deshacer o modificar la composición de sus carteras.

Sin embargo, aunque estas correcciones no tengan por qué considerarse como crisis en sí mismas, sí podría ser origen de un problema generalizado si se contagiara al sistema bancario y a los mecanismos de pagos.

Por lo tanto, una de las tareas que las autoridades económicas pueden acometer para prevenir problemas y crisis es fomentar la difusión de toda la información relevante para que las decisiones de inversión lleven al equilibrio; es decir, a una situación en que los precios reflejen toda la información. La corrección de expectativas se hace más frágil o puede generar más fácilmente una crisis sistémica cuando las condiciones macroeconómicas son inestables o las instituciones financieras no se muestran sólidas.

Muchos de los mecanismos que explican las crisis sistémicas explican también las fluctuaciones cíclicas de la economía. Por eso se hace necesaria una cautela especial cuando la economía estadounidense, en el mejor de los casos, parece estar iniciando una desaceleración, tras haber experimentado un crecimiento extraordinario basado (al menos parcialmente) en el dinamismo bursátil. Una información veraz sobre las perspectivas económicas y de los mercados puede contribuir a que la corrección de los mercados sea equilibradora y no dé lugar a una crisis.

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