Si la web se llena de basura, puede refugiarse aquí
La respuesta del periodismo a la crisis no era el ‘clickbait’ ni el sensacionalismo, sino la excelencia, la profundidad, la investigación


No estamos ya en la edad de oro del periodismo, como se suele calificar a la explosión de prensa de calidad en el cambio del siglo XIX al XX, o también a la enorme influencia ganada en las décadas de los sesenta y los setenta, cuando el Watergate simbolizó en Estados Unidos la fuerza del cuarto poder. Si esta es una edad de oro lo será para los gigantes digitales, que ganan dinero a espuertas manejando los datos de casi toda la humanidad y secuestrando su atención el mayor tiempo posible. Pero el periodismo es tan necesario para las sociedades democráticas como nunca. Y el periodismo financiero lo es además para que funcione una economía de mercado limpia y transparente cuyos agentes puedan decidir con conocimiento, es decir, con libertad. Tenemos el talento, la experiencia y los instrumentos, viejos y nuevos, para seguir cumpliendo esa labor indispensable.
La prensa ha atravesado momentos difíciles en este siglo XXI, pero está demostrando su capacidad no ya de resistir, sino de innovar para servir a los ciudadanos. En EE UU, la gran democracia del mundo, los medios se ven bajo asedio desde el poder. No ya porque el presidente Donald Trump los desprecie (“cerdita” llamó a una reportera), sino porque trata de intimidarlos con demandas de miles de millones y de forzar cambios en su propiedad de la mano de los oligarcas. El fenómeno amenaza con llegar a Europa si se sigue expandiendo la ola populista. En ningún lugar están los periódicos a salvo de presiones políticas o económicas, pero es en situaciones difíciles cuando se mide la fidelidad de una cabecera a sus principios o, lo que es lo mismo, a sus lectores.
La industria mediática continúa inmersa en una revolución tecnológica que consume etapas muy rápido. La aparición del teléfono inteligente y las redes sociales a partir de 2007, en coincidencia con la Gran Recesión, obligó a la prensa a abordar ajustes traumáticos y cambios trascendentes en su forma de llegar al público. Se empezó a ver la luz, tras muchos vaivenes, cuando los grandes medios entendieron cuál era su fortaleza. Si lo que nos distingue es el periodismo de calidad, ahondemos en él. La respuesta no era el sensacionalismo ni el clickbait, esa peste de los titulares engañosos, sino la excelencia, la profundidad, la investigación, la capacidad de llegar a la verdad aunque duela a alguien poderoso y aunque desafíe nuestros prejuicios.
Con los modelos de suscripción digital, el futuro de los medios volvió a descansar en la fidelidad de sus lectores, y no en los caprichos de los algoritmos. La salvación llega de la mano de esa ciudadanía que antes se dejaba unas monedas cada día en los quioscos y hoy se abona a su diario favorito.
La revolución está lejos de terminar. Ya tenemos aquí a la inteligencia artificial (IA) generativa, capaz de producir contenidos de una forma eficaz aunque no siempre fiable. Eso nos da nuevas herramientas para trabajar, siempre bajo la responsabilidad del talento humano, pero nos enfrenta a otro escenario incierto, porque puede dar otro giro en la forma en la que se consume la información. La prensa tiene que seguir adaptándose a un cambio que no termina nunca, porque la historia se ha acelerado. Lo haremos bien si no hacemos trampas ni perdemos el norte.
Ha hecho fortuna la denuncia del “enmerdamiento de internet”, en inglés enshittification, formulada por el experto en computación y ensayista Cory Doctorow. Su tesis es que el control de la web por grandes plataformas ha hecho proliferar contenidos cada vez más pobres, “gigantescos montones de mierda”. La IA puede dar a eso un empujón, hasta el extremo de que se vaticina el fin de la web tal y como la conocemos, invadida por máquinas que simulan dialogar entre sí y llenan el espacio público de basura adictiva en presencia de unos humanos pasivos y manipulables.
Cuando eso pase, si es que no está pasando ya, siempre podrá refugiarse en sus cabeceras de confianza. Las que sabe que le dan información valiosa, contrastada y útil, las que no se pliegan a las presiones, las que ayudan a entender el mundo. Las que le hacen a usted más libre.
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