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La NASA reestructura el programa Artemis para volver a la Luna… por los retrasos

Se busca impulsar el desarrollo de la misión con el objetivo de llegar al satélite lo antes posible debido a la competencia directa que existe por parte de la agencia espacial China.

Iván Martín Barbero

La NASA ha decidido dar un giro importante a su programa Artemis, el plan que busca llevar astronautas de nuevo a la Luna. El objetivo sigue siendo ambicioso: establecer presencia humana en nuestro satélite -como paso previo a futuras misiones a Marte-. Pero los retrasos, los problemas técnicos y los recortes presupuestarios han obligado a replantear la estrategia y abrir la puerta a más empresas.

¿Por qué se cambia el rumbo de Artemis?

El gran problema está en el desarrollo del Human Landing System (HLS), el módulo que llevará a los astronautas desde la órbita lunar hasta la superficie. El contrato correspondiente, valorado en 2.890 millones de dólares (unos 2.730 millones de euros), fue adjudicado a SpaceX en 2021 para adaptar su nave Starship. Sin embargo, todavía no se ha completado un vuelo orbital con todas las maniobras críticas -como el repostaje en órbita, una tecnología nunca antes probada, lo que ha generado dudas sobre si podrán cumplir el calendario previsto para 2027.

Artemis II, la primera misión tripulada que rodeará la Luna estaba prevista para 2025, pero ahora apunta a febrero de 2026. Y, la tercera misión con el mismo nombre, que debía aterrizar en el polo sur lunar en 2027, probablemente se retrase a 2028 o incluso 2029. Este margen es clave porque la administración estadounidense quiere lograr el alunizaje antes del final del mandato presidencial en enero de 2029, en plena competencia con China, que planea su propia misión para 2030.

Misión Artemis de la NASA

Competencia abierta: Blue Origin y otros aspirantes

Para acelerar el proceso, la NASA ha decidido reabrir el contrato del HLS y permitir que otras empresas presenten propuestas. Entre las candidatas destaca Blue Origin, que trabaja en el módulo Blue Moon Mark 1, inicialmente diseñado para cargas, pero que podría adaptarse para vuelos tripulados. Este diseño tiene la ventaja de no depender del repostaje en órbita, lo que simplificaría la misión. Además, Lockheed Martin ha confirmado que estudia soluciones rápidas junto a otros socios industriales.

El plazo para presentar planes acelerados vence el 29 de octubre, y la NASA también ha lanzado una solicitud de información al sector privado para aumentar la frecuencia de misiones lunares. El objetivo es claro: evitar que China marque las reglas del juego en la explotación de recursos lunares, como el hielo de agua, clave para producir oxígeno y combustible en futuras bases.

Problemas técnicos y riesgos

Los desafíos no se limitan a SpaceX. El propio programa Artemis ha tenido contratiempos, como los fallos en el escudo térmico de la cápsula Orion detectados tras Artemis I en 2022. Aunque no comprometieron la seguridad, obligaron a rediseñar trayectorias y reforzar materiales para Artemis II. Estos ajustes, sumados a la complejidad de operar en el polo sur lunar -una región con cráteres profundos y condiciones extremas-, explican parte de los retrasos.

Impacto presupuestario: menos dinero, más presión

A los problemas técnicos se suma un escenario financiero complicado. El presupuesto federal para 2026 propone reducir la financiación de la NASA en un 24 %, pasando de 24.800 millones de dólares a 18.800 millones (de 23.400 a 17.700 millones de euros), el mayor recorte en la historia de la agencia. Aunque se prioriza la exploración lunar con 8.300 millones de dólares (7.400 millones de euros), se eliminan programas como la estación Gateway y se recortan más de 40 misiones científicas.

Este ajuste presupuestario coincide con despidos masivos en centros clave como el Jet Propulsion Laboratory (JPL), donde se han perdido más de 1.400 empleos en dos años. La incertidumbre sobre la financiación a largo plazo amenaza con frenar la innovación y la capacidad de respuesta de la NASA frente a sus competidores internacionales.

Más allá del prestigio, la carrera por el polo sur lunar tiene implicaciones estratégicas y económicas. El control de los recursos lunares podría definir el futuro de la exploración espacial y la industria asociada. Para Estados Unidos, llegar antes que China no es solo un objetivo simbólico, sino una oportunidad para establecer normas internacionales sobre el uso de estos recursos.

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