Así maniobra el ‘full self-driving’ de Tesla entre peatones y ciclistas por las calles
Los coches parecen manejarse con bastante seguridad.
Cualquiera que haya probado uno de estos coches seguro que ha dudado mucho a la hora de pulsar el botón de la conducción autónoma. Por muy seguros que nos digan que son, y por muchas evidencias que veamos con los EV circulando con total fiabilidad, esquivando cualquier obstáculo, siempre hay una vocecita dentro que nos dice que tengamos cuidado. Que mejor no soltar las manos del volante.
Esto último es, precisamente, lo que Tesla no se cansa de recordar a quienes prueban estas funciones del full self-drivig (FSD) de la compañía, que va quemando etapas de su versión beta con las miras puestas en un lanzamiento oficial a lo largo de 2022. Al menos en los EE.UU., donde esa legislación para este tipo de tecnologías de conducción autónoma son más laxas que, por ejemplo, en la Unión Europea.
Ciclistas y peatones por la calle
Tras un periodo en el que Tesla se centró en mejorar la circulación autónoma por el interior de las ciudades, con una mejora sustancial en la precisión a la hora de detectar obstáculos, reconocer señales verticales o los propios semáforos, los norteamericanos han ido añadiendo otros imprevistos que pueden surgir durante el trayecto, como es la presencia de ciclistas y peatones que, en determinadas situaciones, pueden invadir la calzada.
El vídeo que tenéis justo encima es una recopilación de ejemplos en los que usuarios de Tesla circulan sin problemas con el FSD activado y donde todas esas personas que van y vienen por la calle son detectadas sin problemas por el software de los coches. Un ejemplo de que, bajo ciertas circunstancias, los EV de la compañía se comportan con la misma seguridad que en el caso de la detección de conos, obras y elementos que no forman parte de la rutina habitual de un trayecto.
Es más, seguramente podáis ver en muchos de los clips que hay dentro del vídeo un FSD demasiado conservador, que se blinda ante potenciales incidentes rebajando sustancialmente la velocidad y trazando maniobras que pueden parecer exageradas o, directamente, no llevando a cabo movimiento alguno ante el temor a no tener espacio para evitar problemas con los vehículos que vienen en dirección contraria, sobre todo, cuando se trata de dar espacio a un ciclista para que circule por un arcén estrecho. Pero es el precio que tenemos que pagar para que una inteligencia artificial (o como queramos llamarlo) tome el control de lo que hacemos con el coche cuando circulamos por la ciudad.