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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dinero en efectivo: la inclusión también se paga en metálico

Debemos asegurar que cada ciudadano, viva donde viva, tenga acceso fácil y cercano al trato humano y al metálico

Inflación Economia

Del mercado a la panadería, del taxi a la propina en un restaurante, el efectivo está presente en gestos cotidianos que simplifican nuestra vida, que siempre han formado parte de nuestro día a día y cuya existencia es hoy cuestionada. El efectivo no solo es una forma de pago esencial para muchas personas, sino que tiene, además, un gran componente emocional: sacar unas monedas del bolsillo para comprar una barra de pan, ahorrar nuestra primera paga cuando somos pequeños o encontrar un billete en un abrigo que estaba guardado.

En España, más de la mitad de la población sigue utilizando efectivo a diario. Según el Estudio sobre hábitos en el uso del efectivo 2024 del Banco de España, un 57% de las transacciones en puntos de venta se realizaron en metálico. Esta cifra, aunque menor que el 65% registrado en 2023, nos coloca significativamente por encima de la media europea, que ronda el 52%, como revela el último estudio del Banco Central Europeo. Estos datos muestran que, pese al avance de los pagos digitales, el uso del efectivo sigue formando parte del día a día de millones de españoles.

La digitalización, uno de los principales impulsores de este movimiento relacionado con el efectivo, ha cambiado la forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno. Nuestros hábitos de consumo y estilo de vida son diferentes a cómo los hubiéramos imaginado hace una década, pero no por ello, mejores para todos. Observamos cómo la tecnología ha inundado nuestras vidas, facilitándonos la gestión del tiempo y nuestra productividad. Sin embargo, muchas personas se han visto forzadas a adoptar unos hábitos y competencias digitales para gestionar sus finanzas personales que no comprenden, que no les resultan sencillos o que simplemente no prefieren.

El efectivo ofrece ventajas que no siempre son reconocidas. Proporciona control sobre el gasto, lo que los economistas llaman el “dolor al pagar”, ayudando a evitar compras impulsivas. Garantiza la privacidad en un momento en que cada pago digital deja un rastro de datos. Y, sobre todo, funciona siempre, incluso en situaciones de crisis. Lo vimos en situaciones como el apagón digital que afectó a España recientemente: cuando los sistemas digitales se detuvieron, el efectivo se convirtió en la única alternativa. Por si fuera poco, otra ventaja es que el efectivo se acepta prácticamente en todos lados, independientemente de la tecnología, incluso en zonas rurales remotas donde la infraestructura digital es limitada.

Avanzar hacia una sociedad sin efectivo implica riesgos que no podemos ignorar. Más de 3.000 municipios españoles carecen de cajeros automáticos. En Castilla y León, el 56,5% de los municipios no cuenta con servicios financieros presenciales, lo que deja a cerca de 170.000 personas sin acceso directo a su propio dinero. El cierre continuado de sucursales ha obligado a muchas personas, sobre todo mayores, a desplazarse kilómetros o lidiar con herramientas digitales que no comprenden. Incluso, a depender de terceros con el riesgo que eso implica. La localidad de Villanueva de Duero, en Valladolid, lo vivió en primera persona: durante dos años sus vecinos no tuvieron acceso a cajeros ni sucursales y se vieron obligados a desplazarse kilómetros para poder gestionar su dinero. Con la apertura de uno de nuestros Puntos de acceso al efectivo, el municipio ha recuperado un servicio esencial que devuelve autonomía y cercanía a la vida diaria de sus vecinos.

No se trata de elegir entre pasado o futuro. Algunos defienden que el futuro pasa por la desaparición total del efectivo, amparándose en la eficiencia y el coste. Pero no podemos permitir que la balanza de la innovación se incline hacia la exclusión. La digitalización aporta comodidad y agilidad, pero debe convivir con la presencialidad y con opciones de pago tradicionales. El modelo híbrido, en el que convivan la gestión digital con la atención presencial, más que tratarse de un paso hacia atrás, es la única forma de garantizar que nadie se quede fuera.

Para ello, debemos asegurar que cada ciudadano, viva donde viva, tenga acceso fácil y cercano al trato humano y al acceso al efectivo. Esto requiere soluciones creativas: desde cajeros móviles, hasta acuerdos con comercios para facilitar la retirada de efectivo. Nosotros hemos apostado por alianzas con comercios de barrio, como estancos y loterías, para ofrecer servicios financieros básicos, a través de nuestra red de acceso al efectivo, cercanos a la vida cotidiana.

Defender el efectivo no significa rechazar el progreso. Significa garantizar que la modernización sea inclusiva. Significa reconocer que la tecnología es una herramienta poderosa, pero no un sustituto universal. Y, sobre todo, significa recordar que el dinero no es solo un medio de pago: es también un símbolo de autonomía y de libertad.

El efectivo no es algo del pasado. Es el presente que millones de personas aún viven. Y mientras así sea, debemos protegerlo. Porque la inclusión también se paga en metálico.

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