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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una burbuja que ha tardado una generación en absorberse

La diferencia en el largo plazo la marca la salud de las empresas y la solvencia macroeconómica

CINCO DÍAS

Ahora que el Ibex se ha recuperado de la burbuja inmobiliaria, el mundo financiero teme que explote otra, la de la inteligencia artificial. En España, la crisis tardó cinco años en tocar suelo, pues al crac inmobiliario que arrancó en primavera de 2007 le sucedió, en 2009, una crisis del euro que la UE tardó tres años en atajar. Y el camino posterior no ha sido sencillo. Al igual que otras economías afectadas por una crisis sistémica, España ha tenido su década perdida. Algunas de las cosas que se quedaron por el camino se han podido recuperar, como los máximos del Ibex. Otras, no.

Estas referencias son un recordatorio andante de las trampas al solitario colectivas que suponen las épocas de euforia económica, y el riesgo de que deriven en unos desequilibrios cuyas consecuencias pagan generaciones enteras. Quien más, quien menos, por aquel entonces los españoles (quizá más en la calle que en los grandes despachos) eran conscientes de la fiebre por la construcción, compra e hipotecado de pisos. La sana corrección que parecía llegar se convirtió en una pesadilla económica sin parangón. Agravada, cierto es, por dos elementos exógenos (la quiebra de Lehman Brothers y la crisis del euro) y una pésima gestión de las autoridades económicas europeas (que eran las que mandaban). Pero el desequilibrio estaba ahí. Nadie obligó a España a pedir dinero al resto de la zona euro para construir bloques de pisos solo porque se vendían rápido.

Actualmente, por más que la situación de la vivienda sea tan dura, o más, desde el punto de vista de la accesibilidad, las cifras macro no apuntan desequilibrios tan graves. Como entonces, hay elementos en la ecuación que escapan de las fronteras domésticas; en particular, economistas y gestores se preocupan hoy por qué pasará cuando el brillo de los modelos de lenguaje y los centros masivos de datos dejen de deslumbrar a los inversores.

Un mal día en Wall Street podría haber dejado al Ibex sin su ansiado récord. Pero, más allá de estas cuentas (cuyas conclusiones han de ser tomadas con distancia, pues de entrada no computan los dividendos), la diferencia en el largo plazo la marca la salud de las empresas y la solvencia macroeconómica. En el mercado siempre habrá modas, y los inversores (que cuando ganan, ganan todos a la vez) se reafirmarán entre ellos al considerar que, esta vez, todo es diferente. Pero, si hay algo claro en economía es que apostar todo al rojo o al negro puede salir bien por un tiempo. Pero cuando la bolita cambia de trayectoria (y siempre lo acaba haciendo) sale muy mal.

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