Colaboración imperativa para el euro digital
Sector público y privado están condenados a entenderse, pero también a avanzar


El bitcoin, la moneda de la que beben todas las criptodivisas posteriores, nació como una alternativa descentralizada al dinero tradicional en la turbulenta época de Lehman Brothers y similares, cuando los contribuyentes debían sufragar de su bolsillo los desmanes de un puñado de banqueros. Un relato, el de moneda alternativa, que duró lo que tardó en subir de precio: el público decidió que era más útil como activo que como medio de pago. Por más que el ecosistema cripto se desarrollara apoyado en la especulación y la falta de regulación, la madurez de la tecnología cripto ha terminado por generar las posibilidades vislumbradas allá por 2008.
La eclosión de las monedas estables y la necesidad de reducir la independencia de Estados Unidos ha movido a Europa (BCE y Comisión, no tanto el Parlamento) a acelerar la iniciativa del euro digital, activada precisamente en 2019 ante la moneda digital que planteó Facebook. Y tanto la aceleración de la iniciativa pública como la perspectiva de las stablecoins (privadas y donde EE UU opera en monopolio de facto) están llevando a la banca europea a moverse. Si bien existen soluciones tecnológicas de pagos digitales (ahí Bizum destaca como una de las mejores y más aceptadas), los intereses de cada país han pesado más que la voluntad de interconexión... hasta que ha llegado un proyecto de euro digital, del que el sector siempre ha recelado, por motivos sencillos de comprender: necesidad de inversiones y posible pérdida de ingresos, además de un más difuso riesgo de fuga de depósitos. El mundo financiero quiere, y debe, estar preparado para cuando llegue.
Sector público y privado, no obstante, están condenados a entenderse, pero también a avanzar. Europa no puede exponerse a perder el control de su sistema financiero ni a fragmentarse más. La voluntad política para avanzar el euro digital debe ser tan firme como la convicción de que este no tiene sentido sin el sector privado. Los euros digitales, más allá de una pequeña cantidad disponible offline, estarán depositados en cuentas bancarias. Los pagos en comercios y las transferencias ejecutadas con euros digitales las llevarán a cabo bancos comerciales. La solución europea a las monedas digitales deberá, en fin, ser adoptada por la sociedad. Encontrar cómo podrá convivir con los sistemas de pagos actuales y futuros, con las stablecoins y con la tokenización del dinero ya existente es trabajo de tanto calado como el propio desarrollo de la moneda. Pero el mundo exterior no va a sentarse a esperar a que los europeos nos pongamos de acuerdo.

