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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La opa sobre el Sabadell, ¿cuestión de precio o de competencia?

El banco catalán lía al Gobierno y al ‘stablishment’ de la comunidad con su importancia comercial y ahora dice que es cuestión de precio

La opa hostil lanzada por el BBVA sobre el Sabadell da para construir varios casos de estudio que aborden aspectos diferentes, como la actuación de gobiernos y reguladores, de los consejos de administración o las diferentes estrategias de comunicación de ambas entidades. Pero, cuando se analiza el detalle de los planteamientos alrededor de uno y otro banco, lo que se aprecia es que en el Sabadell predomina la apelación a lo emocional, mientras que en el BBVA se ha construido un discurso fundamentado en lo racional. Uno cimenta el relato en sentimientos y otro, en números. Ambas actitudes seguramente tienen que ver con los perfiles de los principales ejecutivos: los de la entidad catalana son más pasionales y los de la vasca, más metódicos, acorde con su pasado McKinsey.

Quizás esas diferencias de estructura y piel explican que hayan llegado a una opa hostil, nada frecuente, que sea la segunda intentona y que lleven dos años enzarzados. Ahora llega el momento de la verdad: cuando los accionistas deciden, se empiezan a ver cambios de actitud. El más notable ha sido el del presidente del Banco Sabadell, que esta semana se ha salido del guion, al menos parcialmente. Después de meses con la mano en el corazón, Josep Oliu se retrató en Expansión aferrado a la cartera: “Con una prima del 30%, el consejo sí se plantearía en serio qué hacer”. Entrar ahí es caer en el relato del BBVA, el de los números.

Este cambio de discurso es muy relevante. El consejo del Sabadell y singularmente su presidente, que representa a las familias fundadoras del banco, se ha ganado la complicidad del Gobierno central y el autonómico, así como de todas las organizaciones empresariales de Cataluña, bajo la premisa de que, si el banco catalán desaparece en las fauces del BBVA, la competencia se verá seriamente mermada, especialmente en Cataluña y en el segmento de las pymes.

Este argumento puede parecer más o menos sólido, pero es el que ha empleado Oliu, sabedor de que no iba a concitar la complicidad de Gobiernos, partidos políticos y organizaciones empresariales para que él ganara más dinero vendiendo sus acciones. Por tanto, ahora que ha puesto boca arriba las cartas, que lo que le importa es el precio, sería interesante saber qué cara se les ha quedado a todos esos a los que ha liado bajo premisas emocionales.

Quien no se ha dejado engañar es la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que resolvió y autorizó por unanimidad la concentración del BBVA y el Sabadell. Eso sí, la condicionó a que el primero cumpla los compromisos que ha asumido en el propio expediente, que implican el mantenimiento de presencia física en determinados territorios, la protección de clientes vulnerables, respetar las ofertas comerciales en algunas zonas donde estos bancos son especialmente fuertes, y conservar líneas de créditos a pymes. Todos, compromisos muy asumibles.

El empresariado catalán protestó la resolución de la CNMC, que para sorpresa de todos fue apoyada por Pere Soler Campins, el consejero del regulador nombrado a propuesta de Junts. El establishment catalán se juntó para enviar una carta al presidente del Gobierno en la que directamente le proponen “impedir la fusión entre el BBVA y el Banco Sabadell”, por cinco razones: 1) evitar una excesiva concentración de poder empresarial y financiero; 2) preservar un canal de crédito y servicios financieros especializados en empresas y proyectos de menor dimensión; 3) prevenir la pérdida de ocupación y de oficinas bancarias, con el consiguiente aumento del riesgo de exclusión financiera; 4) promover la atracción y retención de talento financiero en los diferentes territorios; 5) garantizar la cohesión social y territorial que es la base de una economía abierta y diversa en una sociedad plural, evitando el riesgo de exclusión financiera.

Ni rastro a cualquier mención que se pueda interpretar como que el BBVA se quiere llevar el Sabadell a precio de saldo, en un texto que compromete a los presidentes de la patronal de las grandes empresas catalanas (Foment), de las pymes y autónomos (Pimec), de las Cámaras de Comercio, de la Fira de Barcelona, del Colegio de Economistas, de Cecot, del RACC y de Barcelona Global. Solo faltaba el arzobispado; los sindicatos ya habían opinado en contra, por razones obvias.

Finalmente, el Gobierno se mojó imponiendo unas condiciones que dinamitan el plan inicial de sinergias del BBVA, aunque este ha decidido seguir adelante. Unas restricciones muy sorprendentes, después de que cinco años atrás facilitara de manera rotunda que CaixaBank absorbiera a la pública Bankia, donde el Estado tenía más del 62%. La diferencia entre las circunstancias de 2020 y 2024 es que entonces Pedro Sánchez no necesitaba a Junts. Además, entonces el empresariado catalán estaba feliz merendándose a la madrileña-valenciana Bankia.

De nuevo, en el expediente del Gobierno no hay ninguna referencia al precio de la acción del Sabadell. Lo que hace es establecer unas duras condiciones con la esperanza de que el BBVA tire la toalla. Así, aunque consiga el control del Sabadell, el Gobierno obliga a que ambas entidades mantengan personalidad jurídica y patrimonial separada, así como autonomía de gestión, durante al menos tres años, que se pueden prorrogar a cinco.

Es obvio que la CNMC, el Gobierno y las patronales no se pueden meter en el precio: solo faltaba que hicieran de bróker de los accionistas del Sabadell. Sí podría hacerlo la CNMV, ya que, si entiende que el precio no es equitativo, puede no autorizar la operación, algo que no ha sucedido. Cuando el 30 de abril de 2024 se filtró en Londres –allí donde el Sabadell tiene un banquito que acaba de vender al Santander– que el BBVA intentaba por segunda vez una opa, la ecuación de canje que luego propuso implicaba una prima de más del 40% para los accionistas del banco catalán. Esta prima se ha diluido como un azucarillo, hasta ser negativa en más de un 10% durante buena parte de este año, para ahora moverse alrededor del 5%.

Queda un mes para ver cómo se mueven unos y otros. Ya están aproximando el lenguaje, igual hasta se entienden. Las cúpulas de los dos bancos se juegan mucho en el envite. El dúo metódico, Carlos Torres y Onur Genç, presidente y CEO del BBVA, respectivamente, han desgastado mucho al banco en esta operación y, si fracasan, deberían tener elaborado un plan b para ellos y el banco. Los numantinos, Josep Oliu y César González-Bueno, sus pares en el Sabadell, lo tienen mejor. Si ganan, serán los héroes que pararon al gigante. Si pierden, se harán efectivos sus magníficos contratos y se jubilarán muy acolchados. Roma no toma presos.

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