Las claves: los jóvenes abandonan las urbes de camino al desencanto
Ante la ruptura del pacto social, veinteañeros y treintañeros abandonan las grandes ciudades


Envejecer conlleva una reducción progresiva de la tolerancia a ciertas incomodidades. Con 18 años, por ejemplo, compartir piso es algo normal, deseable incluso: uno ha llegado, quizá, a una ciudad grande como Madrid o Barcelona, y la convivencia le permite introducirse en la urbe, además de ahorrarse farragosos gastos que muy probablemente no pueda permitirse (o que sus padres no puedan sufragarle). La cuestión es que uno va envejeciendo y, acabados sus estudios, o dejado ese primer trabajo, los platos sucios del compañero ya se le hacen más difíciles de tolerar, o simplemente no quiere llegar a casa y tener que dar cuenta de su día a quien sea que comparte con él la renta. Antes, el paso lógico era independizarse de verdad –es decir, irse a vivir solo, o con su pareja–, pero ese orden lógico está completamente roto. Así que muchos, ante la ruptura de este pacto social, qué remedio, abandonan las grandes ciudades y esos pisos en los que tanto toleraron. Los jóvenes, que son pocos –que representan pocos votos, de momento–, se sumen así, mudanza a mudanza, en el desencanto. Luego nos tiramos de los pelos cuando vemos ciertas encuestas.
La paradójica crítica al mayor defensor de la libertad de mercado
Hay en el mundo económico una curiosa paradoja: los actos de las autoridades de competencia son vistas por los liberales como injerencias inadmisibles, cuando, en puridad, no hay mayor defensor de la libertad de mercado. Un último ejemplo ha sido el compromiso de Microsoft ante Bruselas de desvincular Teams del entorno Office. Es economía básica, pero parece necesario recordarlo de vez en cuando, incluso al presidente de EE UU: una empresa demasiado grande, que controla prácticamente en monopolio un mercado, no solo pierde incentivos para competir, sino que tiene la peligrosa tentación de abusar de su posición.
El BBVA y el Sabadell encaran la recta final de su particular culebrón
El culebrón de la oferta pública de adquisición lanzada por el BBVA sobre el Sabadell encara su recta final. Han sido meses de declaraciones cruzadas, campañas publicitarias, todo tipo de tiras y aflojas, así como de avales y condiciones públicas. Todos somos un poco más viejos, estamos un poco más cansados, pero hay dos cuestiones que permanecen invariables: la oferta económica hecha por el banco presidido por Carlos Torres, y su umbral de aceptación. Desde la entidad de origen vasco defienden que lo primero no va a cambiar, y que es más que suficiente para salir airosos de la operación. El mercado apunta, sin embargo, a que quizá no sea suficiente para conseguir sus objetivos. La respuesta a esta y otras tantas preguntas llegará en los próximos días.
La frase
El Gobierno debe poner freno al aumento de los salarios del sector público, porque afecta a toda la economía británica. Los bancos del Reino Unido pagan más impuestos que los de cualquier otro lugar, ¿cuánto más se les va a exprimir?CS Venkatakrishnan, consejero delegado de Barclays
La dificultad de acercarse al público en las redes sin caer en los excesos
Elon Musk y Mark Zuckerberg son casos opuestos de cómo hablar en público siendo el consejero delegado de un gigante tecnológico. Mientras el primero utiliza su red X para expresar sus opiniones y meterse en política, el segundo mantiene un perfil ultradiscreto, más fácil de adaptar a los cambios de tendencia política. Los ejecutivos europeos muestran, en general, un estilo más parecido al del segundo, mientras que en EE UU suelen ser más locuaces, aunque no tanto como Musk, que es el ejemplo extremo. En tiempos de exhibicionismo opinativo y vital, también en Europa los directivos intentan acercarse un poco al público, con los riesgos que conlleva. Uno que no es menor es acabar pareciendo el señor Burns de Los Simpson cuando se hace pasar por alumno de la escuela.

