Las claves: las eléctricas, uno de los pocos refugios que quedan en un mundo difícil
Son una opción poco emocionante, pero convincente


Aunque las economías aún respiran un poco después de la crisis inflacionaria y energética, la incertidumbre arancelaria y geopolítica en general anima a hacer apuestas más defensivas en inversión. En ese contexto, las eléctricas son una opción recurrente, que se había dejado un poco de lado por la subida de los tipos de interés, que había puesto más carga sobre su apalancamiento, y por el relativo declive de las renovables tras años de una cierta burbuja.
Aunque las valoraciones del sector están relativamente altas, los analistas ven motivos para que sigan subiendo, sobre todo porque la demanda de energía eléctrica muestra signos de recuperación, a lomos de la inteligencia artificial, los centros de datos, y la electrificación en general (aunque los combustibles fósiles no se van a dar por vencidos así como así). Están, además, protegidas contra movimientos accionariales importantes, por su carácter estratégico. Las grandes compañías, y otras más pequeñas pero sólidas de renovables, son una opción poco emocionante, pero convincente para los que buscan refugio en un mercado que ya duda hasta del dólar o de los bonos de EE UU.
El régimen de ‘minimis’ y el hilo invisible entre Manu Chao y Donald Trump
El fin de la exención de aranceles a los paquetes con un valor menor a 800 dólares, conocida como régimen de minimis, puede tener, como el resto de la guerra comercial, un efecto positivo en el medio ambiente, al reducirse el tráfico de mercancías. Lógicamente, a los aficionados estadounidenses a la ropa de Shein o Temu no les hará ninguna gracia. El cantante Manu Chao, muy crítico con la globalización, dice que la mejor forma de luchar contra el sistema es consumir lo menos posible. Quizá el mayor error que se comete al analizar a Trump es subestimar su conexión, por atrabiliaria que sea, con el inconsciente colectivo.
Las subidas de precios de los hoteles empiezan a encontrar su tope
Empieza a haber señales de que los precios de los hoteles en España están alcanzando su límite. Las pernoctaciones subieron solo ligeramente en julio respecto a hace un año, un 1,8%, mientras que las tarifas subieron un 4,8%, después de varios años de subidas aún mayores. El aumento del precio de las habitaciones, que es la necesidad básica en cualquier viaje, tiene otro efecto importante, y es que al turista le queda menos dinero para otros gastos más flexibles, por lo que tiende a comer más barato, o a contratar menos actividades.
El aspecto positivo es que los residentes de los lugares más visitados estarán viendo el final de un túnel que cada vez se iba llenando de más y más gente. No hay mal que por bien no venga.
No soy de los que van por ahí diciendo: “Tenéis que dejar de comer carne”. En absoluto. Solo digo que si la gente pudiera reducir su consumo, sería muy beneficioso desde el punto de vista climáticoMafalda Duarte, jefa del Fondo Verde del Clima de la ONU
Cada avance tecnológico provoca visiones excesivas en un sentido u otro
El mismísimo Albert Einstein culpaba a la automatización de la Gran Depresión de los años 1930. Las sucesivas revoluciones económicas, desde la industrial a la de los ordenadores, han provocado siempre visiones catastróficas en las que los humanos acabarían desquiciados y pobres, sin nada que hacer, mientras ques los defensores de los avances pronostican una Arcadia feliz en la que poder dedicarse al dolce far niente.
Los primeros ordenadores personales aparecieron hace 50 años, y aunque permiten acelerar enormemente la realización de tareas, los humanos siempre se las ingenian para encontrar nuevas cosas que hacer, tanto para pasar el rato como para ganarse la vida. Ahora le toca a la inteligencia artificial ser objeto de análisis radicales, en un sentido u otro.

