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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Marea optimista en los mercados

Las corrientes son en estos tiempos más traicioneras de lo que han sido nunca

CINCO DÍAS

Los axiomas financieros se suelen cumplir, con algún asterisco que otro. La Bolsa gana a largo plazo, aunque a veces no. Agosto es mes de turbulencias, aunque no siempre. Un verano que se preveía volcánico en los mercados está, por el contrario, mostrando unos parqués donde manda la complacencia, a pesar de un entorno económico con un grado de incertidumbre desconocido. Tienen los inversores motivos para confiar en el mercado, empezando por el mejor ingrediente de cualquier cartera bursátil: perspectivas de próximos recortes de tipos en Estados Unidos. Pero la línea entre la confianza y el exceso de complacencia es fina. Particularmente en el mundo de Trump 2.0, donde lo que es hoy blanco mañana es negro. La comodidad que muestran los inversores respecto a los vaivenes comerciales de la Casa Blanca es, en sí misma, arriesgada, pues invita a la adopción de medidas aún más disruptivas.

Los números, en todo caso, son tozudos. El Ibex 35 sube en lo que va de año un 28% y ayer cerró por encima de los 15.000 puntos, en el nivel más alto desde el ya muy lejano 2007. Aún está el mercado pendiente de recuperarse de aquella burbuja inmobiliaria, que ya entonces daba señales de ser una bomba de relojería cuyos efectos más devastadores no llegarían hasta 2011 y 2012. Hoy la economía española tiene un perfil mucho más equilibrado, por más que la Bolsa siga siendo muy dependiente de un sector financiero que no encuentra freno. En todo caso, España es la economía con mejores números de la zona euro y Europa es la apuesta favorita de los gestores de fondos en el medio plazo.

El mercado, con todo, opera en tramos temporales de semanas o días, no de meses o trimestres. En este mes de agosto, las claves son dos: una coyuntura de Estados Unidos donde los temores de estanflación (estancamiento con inflación) se han tornado en esperanza de que estas variables crezcan a un ritmo que permita rebajar tipos. Y, dos, la renovada fe tecnológica, habilitada por la idea de dinero barato (que impulsa desde criptos a deuda de mercados emergentes), pero fundamentada en los buenos resultados del primer semestre.

Siempre es aventurado hacer previsiones sobre los mercados; en el entorno actual, todavía más. Y, al igual que los expertos aconsejan no entrar en pánico por las turbulencias de corto plazo, la recomendación cuando llega la marea optimista sigue siendo la de nadar, pero sin olvidarse de guardar la ropa. Las corrientes son en estos tiempos más traicioneras de lo que han sido nunca.

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