Las claves: China, como la zorra con las uvas, ya no quiere los chips de Nvidia
Ahora que EE UU sí deja exportarlos, Pekín los rechaza


La situación recuerda un poco a la fábula de la zorra y las uvas. Si hasta hace poco era EE UU el que no quería que China utilizara los chips H20 de Nvidia, ahora es Pekín la que recomienda a sus empresas que no los utilicen, aduciendo motivos de seguridad, que recuerdan a los que utilizó en su momento la Casa Blanca para poner pegas a diversas tecnologías chinas. Los límites entre los intereses comerciales y los de seguridad son difusos, especialmente en unos dispositivos tan cruciales como los chips. Y China sabe que renunciar a los semiconductores de EE UU es una forma de reforzar su autonomía. A eso hay que añadir el nuevo impuesto del 15% de Donald Trump a las ventas de Nvidia en China.
Ambas potencias de la cuerda tiran de la gran beneficiada del auge de la inteligencia artificial, la firma de Jensen Huang, que pretende mantener una postura neutral entre los bloques. Eso parece cada vez más difícil, aunque la tensión parece estabilizada. Ayer, Trump extendió la tregua arancelaria con Pekín otros 90 días, aunque el nivel de las tarifas a las exportaciones chinas sigue siendo notablemente mayor que antes de las escaramuzas.
La desconfianza entre bloques augura un auge de los colchones con doble fondo
La última incertidumbre arancelaria, esta vez sobre si los lingotes de oro estarían sometidos a ellos, ha aumentado la intranquilidad de los bancos centrales en torno a la tenencia de sus reservas del dorado metal en el extranjero, en particular de EE UU. La desconfianza entre bloques, e incluso entre países, cotiza al alza, y las instituciones se plantean si no será mejor guardar las joyas de la abuela bajo el colchón. El problema de esas inercias aislacionistas es que nunca se sabe hasta dónde pueden ir a parar, y puede que los pequeños inversores también prefieran, cada vez más, tener su patrimonio vigilado de cerca.
Los jóvenes no encuentran su sitio en las abarrotadas ciudades españolas
El problema de los precios de la vivienda es común a las grandes capitales de Occidente, pero en España es algo más acentuado, porque su distribución poblacional es particularmente desequilibrada: tiene grandes territorios vacíos –o vaciados, como se dice ahora–, y zonas urbanas con gran densidad horizontal y vertical, puesto que los bloques de pisos son la única manera de agolpar a tanta gente en tan poco espacio, con lo que eso supone de daño a la vista y al espacio vital. En ese difícil contexto, los jóvenes juegan además con cartas peores, porque el reparto de los ingresos está cada vez más desviado hacia las generaciones veteranas. Y los recurrentes anuncios de medidas y leyes por parte de las Administraciones son simples parches que a veces incluso resultan contraproducentes.
La frase del día
Irán podría mantener conversaciones nucleares directas con EE UU si las condiciones son adecuadas, pero las exigencias de que abandonemos por completo el enriquecimiento de uranio son una bromaMohamed Rezá Aref, primer vicepresidente de Irán
Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando hay incendios
Como cada verano, cuando las temperaturas tórridas se acumulan durante el tiempo suficiente, acaban produciéndose los incendios de rigor, provocados o no. Y, como de costumbre, las autoridades se tiran los trastos a la cabeza por la gestión de la emergencia y por si se dedican suficientes recursos de extinción, cuando es más eficaz abordar el problema durante el resto del año, mediante la prevención. Marc Castellnou Ribau, inspector jefe del área forestal de los Bomberos de Cataluña, sugiere favorecer y desarrollar ecosistemas más adaptados al –cada vez más cálido– clima, y en los que sea más difícil que los incendios lleguen a ser tan grandes y virulentos como los de estos días, que están afectando incluso a zonas pobladas.
