Las claves: puertas giratorias poco éticas y nada estéticas
Nietzsche extendió la idea de que no hay una sin la otra, y la clase política española lleva años honrando al filósofo con su persistente falta de ambas
Nietzsche extendió la idea de que no hay ética sin estética, y la clase política española lleva años honrando al filósofo con su persistente falta de una y otra. Si bien cuestiones como las puertas giratorias o el lobismo han perdido en los últimos años la fuerza que llegaron a tener durante la crisis financiera –como la prima de riesgo, más o menos– eventos como la imputación del exministro de Hacienda, Cristobal Montoro –miembro de un Gobierno supuestamente liberal que realizó la subida de impuestos más agresiva de la historia de la democracia–, y de dos (¡dos!) de sus equipos traen a la palestra de nuevo un debate que estaba cogiendo polvo en alguna estantería.
Resulta cuando menos poco ético, y en absoluto estético, que responsables de carteras ministeriales las abandonen para asesorar a quienes momentos antes gobernaban y, sobre todo, regulaban. También lo es a la inversa, y muchísimo más grave cuando es simultáneo (y a favor). Todo ello independientemente de si los hechos acaban resultando en una condena o no.
El café no quema a gusto de todos
El café ya no está que arde. Tampoco el chocolate. Tras meses de intensas subidas, dos de las dos materias primas más seguidas por los mercados (y, sobre todo, por los consumidores) se desinflan. Dice una experta de este mercado que “no hay mayor cura para los precios caros que los precios caros”, porque toda esa entrada de dinero acaba en inversiones para cultivar más, aumentar la oferta y bajar los precios. También es verdad que esta asunción parte de la base de que un productor quiere modificar una relación de oferta y demanda que claramente le beneficia. Los dueños de cafés de especialidad, eso sí, pueden estar contentos.
La omnisciencia empírica del presidente de Estados Unidos
Dice la leyenda que solo dos personas conocen la fórmula de la Coca-Cola y que, por si acaso, nunca viajan juntos en el mismo avión. A juzgar por las declaraciones recientes de presidente de Estados Unidos, uno se desplaza en el Air Force One. Donald Trump anunció ayer pomposamente que había convencido al fabricante del refresco más famoso del mundo para que endulce la bebida con azúcar de caña y no con sirope de maíz. El presidente sabe de lo que habla, toda vez que consume una docena de latas de Coca-Cola Light al día. También dice saber de tipos de interés, y en no pocas ocasiones ha reclamado que le dejen participar en las decisiones sobre los tipos de interés. Otro negocio sobre el que tenía autoridad eran los casinos, y consiguió quebrar dos.
La frase
Todo el mundo ha aprendido en las últimas décadas lo importante que es contar con bancos centrales independientes que hagan lo necesario para garantizar la estabilidad de los precios. Esto debería entenderse, especialmente al otro lado del AtlánticoJoachim Nagel, presidente del Bundesbank
Leerse un libro y tomarse una cerveza, las claves contra la IA
Dice el pedagogo Charles Fadel que, si las redes sociales compiten por nuestra atención, lo que va a hacer la IA es competir por nuestros pensamientos. Con modelos como ChatGPT respondiendo a casi todas nuestras preguntas, y con redes sociales cada vez más demandantes de nuestra dopamina, conviene preguntarse qué puede hacer uno para protegerse. Y la respuesta, quizá, sea tan simple –y tan compleja– como salir a la calle, tomarse algo con los amigos, pisar un poco de césped y leerse un libro. No hay modelo de IA que pueda sustituir cómo nos relacionamos, de momento y, si el conocimiento va a estar al alcance de un clic, quizá la clave para diferenciarse esté en las habilidades sociales. Y no hay capacidad de atención más infalible que la de un lector experimentado.