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Valorar las capacidades militares es mejor que una meta arbitraria

Un aumento desproporcionado del gasto en defensa no solo es de dudosa viabilidad, sino que pondría en cuestión el modelo social europeo

CINCO DÍAS

Quizá haya dos fechas que expliquen los recientes cambios en el orden internacional. El mundo se adentró en una nueva era el 24 de febrero de 2022. Ese día, el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó la invasión de Ucrania. La guerra en el patio trasero de Europa despertó la conciencia de las capitales, que se percataron que el peligro estaba más cerca de lo que suponían. La guerra de Gaza y ahora en Irán han contribuido a alimentar esa realidad.

El 20 de enero de 2025, Donald Trump fue investido como presidente de EE UU en un segundo mandato que parece destinado a arrasar con el tablero geopolítico mundial. Desde su llegada al Despacho Oval de la Casa Blanca ha cebado algunos conflictos internacionales y ha exigido a sus aliados tradicionales que paguen más en defensa con la amenaza de retirarles su apoyo militar.

Desde entonces, las presiones sobre España se han redoblado hasta la cita de esta semana en La Haya donde los países de la Alianza Atlántica acordaron ayer elevar la inversión militar hasta el 5% del PIB para 2035, con un 3,5% en gasto militar neto y otro 1,5% en infraestructuras y partidas relacionadas con la seguridad.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se ha erigido como la voz discordante al asegurar que España solo tendrá que aumentar sus compromisos hasta el 2,1% para cumplir con los objetivos de capacidades militares de la OTAN, que incluyen el refuerzo de los sistemas de defensa antiaérea y antimisil, la mejora de los sistemas antidrón, la adquisición de equipos de guerra electrónica, y completar los capacitadores del Ejército de Tierra o suministrar servicios satelitales, entre otros.

El secretario general de la Alianza, Mark Rutte, cree imposible que España pueda cumplir esos compromisos sin alcanzar el 3,5%, pero le ha concedido cierta flexibilidad. La posición de Sánchez ha sido la comidilla de la cumbre en la que Trump ha amenazado a España en su habitual tono irrespetuoso, pese a que son varios los países que han suscrito el pacto, pero reconocen que no podrán alcanzar el objetivo.

Tanto la OTAN como EE UU deberían valorar más la disposición que tienen los países para alcanzar sus capacidades militares que la consecución de un objetivo arbitrario. Y deberían esforzarse más por coordinar una respuesta conjunta que por imponer metas caprichosas. Elevar el gasto en defensa va a ser necesario en un mundo cada vez más peligroso, y resulta difícil creer que España no vaya a necesitar un esfuerzo bastante mayor que el 2,1%. Un aumento desproporcionado no solo es de dudosa viabilidad, sino que pondría en cuestión el modelo social europeo.

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