La solución menos mala para Reino Unido es una moneda débil

La caída de la libra abarata los ‘gilts’ para los inversores extranjeros, que poseen el 30% de su deuda

FILE PHOTO: A British pound note is seen in front of a stock graph in this November 7, 2016 picture illustration. REUTERS/Dado Ruvic/Illustration/File PhotoDado Ruvic (Reuters)

Las últimas turbulencias de la deuda británica contienen las semillas de su propia solución. La reciente subida de los rendimientos de los bonos ha puesto de manifiesto la dependencia de Reino Unido del capital extranjero. La falta de compra de gilts desde el exterior crea problemas fiscales y monetarios. Pero la inusual caída de la libra esterlina de esta semana apunta a una salida del círculo vicioso.

Reino Unido lleva mucho tiempo dependiendo de la bondad financiera de extraños. Sus déficits gemelos –presupuestario y por cuenta corriente– son los segundos mayores del G7, por detrás de EE UU. Eso significa que Gran Bretaña necesita que los extranjeros la financien. No en vano, los inversores internacionales poseían 635.000 millones de libras, o más del 30%, de toda la deuda pública británica hasta el segundo trimestre de 2024. Una cifra muy superior a la media del 18% de las economías avanzadas, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria.

Esta configuración funciona bien en tiempos normales. Pero cuando los mercados se inquietan por los problemas fiscales nacionales, como con el “minipresupuesto” de 2022, o los desequilibrios mundiales, como los temores de esta semana por la subida de la deuda de EE UU, los bonos de Reino Unido están en la línea de fuego. El retorno de los gilts a 30 años alcanzó el martes su nivel más alto desde 1998, en gran parte porque los compradores extranjeros se mantuvieron al margen.

Esta vulnerabilidad, a su vez, presiona al Gobierno para que tome medidas fiscales, ya sea recortando el gasto o subiendo los impuestos, medidas que son profundamente impopulares y frenan el crecimiento. Y pone en entredicho el programa de venta de bonos del Banco de Inglaterra.

Pero hay una solución a la vista: una libra más débil. Pese a la subida de los retornos, que eleva el atractivo de los activos denominados en libras, la divisa británica ha caído con fuerza. Cotiza en torno a 1,23 dólares, no lejos de su mínimo en 14 meses. Ponderada por el comercio, es la divisa principal que peor se ha comportado este año, según Deutsche Bank.

Es una buena noticia. La caída de la libra tiene la doble ventaja de reducir el precio de los gilts para los inversores extranjeros, al tiempo que hace que sus tenencias de bonos británicos tengan más valor en divisas nacionales. Con el tiempo, una moneda que se deprecia también reduce el déficit por cuenta corriente, al abaratar las exportaciones y encarecer las importaciones.

Hay efectos secundarios. El encarecimiento de las importaciones hace subir la inflación, que en Reino Unido se ha mostrado más tenaz que en otros países. Y Keir Starmer tendrá que seguir recortando el gasto público para mantener el déficit bajo control. Mientras, tanto los políticos como la población tienden a centrarse en los aspectos negativos de una moneda débil.

Si Reino Unido se pareciera a Italia, donde la mayor parte de la deuda pública se compra en el país, podría tener más opciones. Pero como no puede desprenderse fácilmente de su dependencia del capital extranjero, la caída de la libra esterlina es el camino menos malo para salir del atolladero económico actual. También es la más probable.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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