Talgo y el plan vasco, una solución al alcance de la mano

Cualquier oferta que no alcance al 100% de los accionistas, y no vaya acompañada de un plan industrial realizable a corto plazo, comprometerá el futuro de una compañía pequeña

Tren AVE Talgo 350, en la estación de Atocha (Madrid).Jon Nazca (REUTERS)

El esperado cambio de control en el fabricante de trenes Talgo acumula ya demasiadas semanas de incertidumbre después de que el Gobierno vetara el pasado mes de agosto la opa por parte del consorcio húngaro Ganz-Mavag. Están en juego el fortalecimiento industrial de una compañía con contratos por ejecutar por 4.000 millones; miles de empleos; un valor en Bolsa que no deja de perder fuelle, e incluso la destacada posición de España en la industria ferroviaria, en la que cuenta con dos fabricantes, Talgo y CAF, y toda una red de proveedores en torno a ellos y a las fábricas de Alstom y Stadler en este país.

El Ejecutivo argumentó su tenaz resistencia a la oferta de 619 millones por el 100%, que podía ser considerada generosa a la vista del histórico de la cotización, por cuestiones de seguridad nacional. Informes del CNI dejaron entrever vínculos del capital húngaro con intereses rusos. Moncloa colgó el cartel de empresa estratégica sobre la firma industrial y se comprometió a buscar una solución. Los ministerios implicados se daban hasta final de este mes para resolver el caso.

Es público y notorio que la opción de Sidenor gusta en Madrid y en Euskadi. Tanto la siderúrgica como el fabricante de trenes lograrían sinergias, y se preservaría la españolidad de Talgo. Pero la compradora no parece por la labor de lanzarse a por el 100%, y es ahí, en la configuración de un consorcio con intereses industriales, donde han de jugar un papel esencial los Gobiernos central y autonómico. De ellos se espera que involucren a la SEPI y al fondo vasco Finkatuz, respectivamente, además de lograr adhesiones entre compañías privadas que desempeñarían el rol de acompañantes. El plan actual, empero, no parece suficiente.

La pieza que le falta al puzle de una operación con sello español, más concretamente vasco, se antoja de perfil financiero. La Fundación BBK, accionista de control de Kutxabank y titular de participaciones en distintos grupos industriales vascos, entre ellos CAF, suena como un socio ideal.

Cualquier oferta que no alcance al 100% de los accionistas de Talgo, y no vaya acompañada de un plan industrial realizable a corto plazo, defraudará primero a sus accionistas, y en segundo lugar comprometerá el futuro de una compañía pequeña, en un ecosistema de gigantes, que ha de elevar su cuota en el segmento de la alta velocidad y atacar otros de claro crecimiento, como son el tranvía, el metro, y los trenes urbanos e interurbanos. La oportunidad que representa la descarbonización del transporte solo está al alcance de actores capaces de dar la batalla en los terrenos industrial y de la innovación.

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