Las claves: la difícil salida a Bolsa de Cox, y la intranquilidad en torno a las farmacéuticas

Ya ni las empresas de renovables tienen seguridad de éxito en el parqué

Enrique Riquelme, presidente de Cox.VEGA ALONSO (EFE)

En estos tiempos de sequía, cualquier salida a Bolsa en España merece una celebración, aunque la de Cox el viernes no fue, lo que se dice, fácil: con un día de retraso sobre lo previsto, en el límite inferior de precios del rango planteado, con un recorte en la ampliación, con un denodado esfuerzo de los bancos colocadores por encontrar apoyos... y todo para sufrir una caída del 7% en la sesión.

Pertenecer al sector de las energías renovables ya no es ninguna garantía de éxito en los mercados: hay muchas empresas dedicadas a ello, y los inversores hace tiempo que discriminan cuáles les convencen y cuáles no. Cox puede mirarse en el mal consuelo del espejo de Puig, que con un pedigrí mucho más extenso, ha perdido ya un 22% desde su debut en el parqué. La tercera en lanzar su OPV este año, Inmocemento se deja un 16,9%.

El propio Enrique Riquelme, fundador de la compañía energética, reconoció el viernes la dificultad del momento elegido, pero no renuncia a entrar en el Ibex 35 en 2026. Por aspirar, que no quede.

El críptico reparto de las competencias en la España de las autonomías

El reparto de las responsabilidades en torno a la dana entre las distintas administraciones sigue dando de qué hablar. El Ministerio de Trabajo subrayó el viernes que ninguna norma administrativa “ínfima” de una comunidad puede establecer que los empleados vayan a trabajar en una alerta roja o naranja. Recuerda el secretario de Estado de Empleo, Joaquín Pérez Rey, que eso es competencia del Gobierno central. Dado que la propia declaración de la alerta de Protección Civil está en manos de la Generalitat valenciana, se entiende que a los ciudadanos les cueste comprender cómo se distribuyen las competencias entre unos y otros.

Los inversores ya no pueden estar tranquilos ni con las farmacéuticas

El farmacéutico es uno de los sectores defensivos por antonomasia: nada parece desafiar a una industria cuyo negocio crece año tras año, debido al envejecimiento de la población. Pero Donald Trump lo ha sacudido con la elección (pendiente de refrendo) de Robert F. Kennedy como secretario de Sanidad. Kennedy es escéptico con las vacunas, y también con los fármacos contra la obesidad: considera que el foco debe ponerse en la alimentación. Quizá tras la preferencia de Trump esté la abultada deuda pública que sufre EE UU (como el resto de Occidente). Aunque el país norteamericano no es el que tiene un gasto público más alto en sanidad, ni de lejos, cualquier ahorro en el Presupuesto reducirá el agujero. Los inversores ya no pueden estar tranquilos ni con las farmacéuticas.

La frase del día

“Una presidencia de Trump [que ponga fin a las subvenciones al coche eléctrico]será negativa en general para el sector. Sin embargo, para Tesla, lo vemos como algo enormemente positivo”

Dan Ives, analista de Wedbush

La hostelería quiere que funcione el mercado... hasta cierto punto

La práctica de algunos bares y cafeterías de restringir lo que ofrecen en su terraza respecto a lo que sí se puede tomar en su interior es de dudoso encaje jurídico, según los expertos. Pero, en todo caso, revela que esos establecimientos no tienen problemas para llenarse, y pueden renunciar a los clientes que les resultan menos rentables.

Más peliagudo es el debate de hasta qué punto se ha privatizado el espacio público en favor de la hostelería. En muchas ciudades se prohíbe o entorpece la reunión de sus habitantes (eliminando árboles o bancos), mientras crece la extensión de las terrazas. En Madrid, por ejemplo, no se puede tomar alcohol en la calle... salvo que sea en un bar. Los hosteleros defienden la libertad de empresa. Pero parten de una ventaja clara en las condiciones de mercado.



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