Nobel: la importancia de la calidad de las instituciones en el desarrollo económico

El premio es un aviso contra la concentración de poder y la desigualdad al alza de algunas democracias

Daron Acemoglu, catedrático de MIT y Nobel de Economía, en Kavouri, cerca de Atenas, el 14 de octubre.VASSILIS REBAPIS (EFE)

Este año, el Premio Nobel de Economía ha sido concedido a tres economistas que han revolucionado nuestra comprensión sobre el desarrollo de los países combinando un enfoque histórico y empírico: Daron Acemoğlu, James Robinson y Simon Johnson. Su contribución ha sido evidenciar cómo la calidad de las instituciones contribuye al desarrollo económico. ¿A qué se refieren sus autores cuando hablan de instituciones? Los autores la utilizan para referirse a las “reglas del juego” que estructuran las interacciones económicas, políticas y sociales dentro de una sociedad. Estas instituciones pueden ser formales (leyes, constituciones, regulaciones) o informales (normas, costumbres, convenciones).

El trabajo de los premiados ha servido para desmontar, o al menos relativizar, la importancia de dos factores que hasta hace poco se creían fundamentales para el desarrollo de los países: la geografía y la cultura. Según estas teorías, los países que se encuentran en climas tropicales están destinados a ser más pobres, ya que las altas temperaturas y las enfermedades dificultan la productividad agrícola y el crecimiento económico. Del mismo modo, algunos sostenían que ciertas culturas, como las de Asia o Europa, estaban naturalmente más inclinadas hacia el trabajo duro y la innovación.

Su teoría principal es sencilla pero potente: el verdadero motor del crecimiento económico sostenido y de un alto nivel de vida de los ciudadanos radica en el desarrollo de instituciones inclusivas. Estas instituciones permiten que la mayoría de la población participe en la economía y la política, lo que crea un entorno donde las personas tienen incentivos para innovar, invertir en sus propias capacidades y contribuir al crecimiento económico. En otras palabras, son instituciones que promueven la competencia, la libertad económica y el acceso generalizado a oportunidades económicas.

Por el contrario, las instituciones extractivas son las que concentran el poder y la riqueza en manos de una élite, mientras limitan el acceso de la mayoría a recursos y oportunidades, creando un ciclo de pobreza y estancamiento. Lo que es aún más devastador es que las élites que controlan estas instituciones tienen incentivos para mantenerlas tal y como están, perpetuando la desigualdad y la pobreza. Países con este tipo de estructuras no logran despegar económicamente porque su sistema está diseñado para beneficiar a unos pocos, en detrimento de la mayoría.

Aunque el rol de las instituciones ya había sido estudiado anteriormente, los trabajos de los galardonados han innovado en la creación y el uso de técnicas econométricas causales aplicadas a datos históricos para comprender mejor cómo las instituciones se forman, evolucionan y afectan el desarrollo.

Los autores utilizan a menudo casos de estudio como el de las dos Coreas, que compartieron cultura e historia hasta mediados del siglo XX. Mientras que Corea del Sur es una de las economías más desarrolladas del mundo, Corea del Norte está atrapada en la pobreza y el autoritarismo. La diferencia clave no es la geografía o la cultura, bastante similares, sino las instituciones políticas y económicas que cada país ha desarrollado. Corea del Sur optó por un sistema inclusivo que fomentó la innovación y el desarrollo, mientras que Corea del Norte se sumió en un sistema extractivo, controlado por una élite política.

Los premiados también han contribuido a entender el legado económico del colonialismo. En su trabajo más citado, los autores analizan cómo las potencias coloniales establecieron diferentes tipos de instituciones en las regiones que conquistaron, y cómo estas estructuras institucionales siguen afectando el desarrollo de esos países hoy en día.

En las colonias donde las potencias europeas encontraron condiciones climáticas y de salud adversas, como en gran parte de África, los colonizadores impusieron instituciones extractivas, centradas en la explotación de recursos y mano de obra local. Estas instituciones sobrevivieron a la independencia, y muchos de estos países han seguido sufriendo las consecuencias, ya que estas estructuras no favorecen el crecimiento económico inclusivo. Por otro lado, en lugares donde los colonos europeos podían establecerse de manera permanente, como en América del Norte o Australia, implementaron instituciones más inclusivas que protegían los derechos de propiedad y fomentaban la participación económica de los ciudadanos. Esto, según Johnson y sus colegas, explica por qué países como Estados Unidos o Canadá son de los más prósperos hoy en día.

La relevancia del trabajo de los premiados radica en que no solo ofrece una explicación sobre por qué las naciones han tenido trayectorias diferentes, sino que también proporciona una guía sobre cómo mejorar las condiciones económicas en el futuro. La construcción de instituciones inclusivas es esencial para asegurar un crecimiento económico sostenido y equitativo. Esto no solo significa proteger los derechos de propiedad y fomentar la competencia, sino también garantizar que los ciudadanos tengan voz en las decisiones políticas que afectan sus vidas. Para ello es importante no solo contar con un Estado fuerte, sino también con una sociedad civil que pueda ejercer de contrapeso ante cualquier deriva autoritaria.

En muchos países en desarrollo, los Gobiernos han intentado replicar el éxito económico de otras naciones adoptando políticas como la apertura comercial o la inversión extranjera. Sin embargo, el trabajo de los Nobel nos recuerda que ninguna de estas políticas será suficiente a menos que vayan acompañadas de reformas institucionales más profundas. Sin instituciones inclusivas, las medidas superficiales no cambiarán las estructuras subyacentes de poder y desigualdad.

Por último, el trabajo de los galardonados también ofrece lecciones para los países ricos. En los últimos años, hemos visto cómo algunas democracias avanzadas están experimentando un debilitamiento de sus instituciones, con un aumento en la concentración de poder y una creciente desigualdad económica. El mensaje de estos economistas es claro: si las instituciones inclusivas empiezan a erosionarse, el crecimiento económico y la estabilidad política a largo plazo también estarán en riesgo. Las instituciones importan, y lo que hagamos para fortalecerlas hoy definirá el destino de las naciones mañana.

Pedro Rey Biel y Jorge García Hombrados son profesor del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade / profesor de la Universidad Autónoma de Madrid


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