La mejorable negociación social de EE UU

La resolución del conflicto de los estibadores con los operadores portuarios expone los defectos del modelo

Trabajadores del puerto marítimo de Nueva Jersey en huelga, el 2 de octubre.Ángel Colmenares (EFE)

Que sean los trabajadores portuarios quienes saquen a relucir las disfunciones de la negociación colectiva en EE UU. El jueves, la Asociación Internacional de Estibadores, que negocia en nombre de 45.000 trabajadores de puertos, firmó la paz con la Alianza Marítima de EE UU tras una huelga de una semana. La resolución parece bastante justa, pero la fea batalla demuestra por qué a los agentes sociales les vendría bien una renovación.

Los trabajadores recibirán un aumento salarial del 62% en seis años. Con ello se compensan los mediocres aumentos negociados en 2018, antes de la altísima inflación. Pero el diálogo social estuvo plagado de grandes problemas. Primero, los daños colaterales a los que se exponían. El sindicato controla la mitad del transporte de mercancías. Una huelga prolongada amenazaba no solo a empresas como Walmart, sino también a los ciudadanos, si los alimentos no hubieran llegado a los súper, o se hubiera agravado la inflación. No hay forma de que los empresarios portuarios internalicen ese tipo de coste social.

Segundo, la extensión de la patronal dificulta la negociación. Representa a unas cuatro decenas de empresas, difícilmente un bloque monolítico. Esto contrasta, por ejemplo, con el regateo entre la Hermandad Internacional de Camioneros, que representa a los conductores de todo el país, y UPS.

Este desarticulado proceso choca de frente con incentivos sesgados. Los puertos tienen un historial de corrupción que incluye lazos con la mafia. El líder del sindicato, Harold Daggett, que cobra unos 900.000 dólares anuales según el WSJ, enmarcó su lucha en una cruzada más amplia contra la automatización.

El coste de la pérdida de eficiencia no solo lo sufren los operadores portuarios, sino que repercute en toda la cadena. La necesidad de que alguien adoptara un punto de vista de más alto nivel era evidente: el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, se implicó en las negociaciones. Pero esta mezcla con la política es peligrosa. Los demócratas están históricamente a favor de los sindicatos, y los republicanos tienden a ponerse del otro lado. El extremismo del panorama político podría haber empeorado mucho las cosas, y amenaza con resultados caóticos según qué partido ostente el poder. Es hora de agilizar el proceso a ambos lados del piquete.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías


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