Europa necesita una estrategia de continente urgentemente

La soberanía no es una cuestión antojadiza ni de ideologías políticas, sino que se trata de una medida de supervivencia

El presidente español Pedro Sánchez (2d) conversa con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel (d) en presencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (2i) y el presidente francés Emmanuel Macron.Chema Moya (EFE)

La Unión Europea se encuentra en un momento decisivo de su historia, y los países miembros tienen que pensar individual y colectivamente cuál es el futuro económico que quieren. Con las elecciones europeas de fondo, la volatilidad de los mercados y las dudas sobre la sostenibilidad del modelo económico actual, necesitamos urgentemente afrontar una estrategia como continente.

En Europa tenemos grandes oportunidades de inversión. Sin embargo, seguimos anclados en la economía de los productos y servicios, cuando el siguiente reto a afrontar de forma inminente es la economía del conocimient...

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La Unión Europea se encuentra en un momento decisivo de su historia, y los países miembros tienen que pensar individual y colectivamente cuál es el futuro económico que quieren. Con las elecciones europeas de fondo, la volatilidad de los mercados y las dudas sobre la sostenibilidad del modelo económico actual, necesitamos urgentemente afrontar una estrategia como continente.

En Europa tenemos grandes oportunidades de inversión. Sin embargo, seguimos anclados en la economía de los productos y servicios, cuando el siguiente reto a afrontar de forma inminente es la economía del conocimiento. De hecho, vamos tarde ante las grandes potencias. Cuando hablo con mis coinversores y socios coincidimos en que ahí está el futuro, en el conocimiento: biotecnología, descarbonización de la economía, nuevos materiales, nuevas fuentes de energía, etc.

Si lo analizamos desde el punto de vista de la propiedad intelectual, China ya ha superado a EEUU en el número de patentes registradas, según los últimos datos anuales de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), referentes a 2022. En su informe Datos y cifras de la OMPI sobre PI, edición de 2023, se constata que China hace el 46% de solicitudes de patentes del mundo; EEUU, el 17%; Japón, el 8%; Corea, el 7%; y Europa el 5,6%. Estas cifras invitan a pensar detenidamente sobre el poder de la economía china.

En la década de los 80, en Europa diseñábamos e íbamos a producir a China porque era más barato. 40 años después, nos hemos convertido en lo que representaba China en aquel momento. Suena paradójico, pero no hay más que revisar las últimas inversiones chinas en Europa y en España. Como ejemplo, podemos citar el acuerdo entre Chery y la española Ebro para producir coches en Barcelona, en la antigua planta de Nissan. Las cifras son llamativas: una inversión de 400 millones y, de aquí a 2029, se producirán 150.000 coches a un ritmo de 50.000 ensamblados.

Europa es un objetivo estratégico para China, ya que supone un mercado potencial de gran tamaño. Al mismo tiempo, les interesan nuestras innovaciones tecnológicas porque quieren mejorar aún más su productividad. Y, por otro lado, representamos un aliado para contrarrestar la influencia estadounidense.

Sin embargo, la producción económica no es en lo único que se ha fijado China. También está ganando terreno a pasos agigantados en infraestructura, tecnología y energía, aumentando así su influencia en el mercado europeo. Tampoco se han olvidado de los sectores de salud, productos de consumo y tecnologías de la información y la comunicación.

Europa no es el único objetivo de China. Durante las últimas dos décadas, el gigante asiático ha desplegado una agresiva estrategia de inversión en África, adquiriendo vastas extensiones de tierras cultivables y financiando infraestructuras esenciales como redes de comunicación, transporte y energía. Esto también ha levantado serias preocupaciones sobre la creciente influencia china y su impacto en la soberanía.

La experiencia africana nos ofrece una valiosa lección para Europa, que debe ser consciente de los riesgos potenciales al abrir sus puertas a la inversión extranjera en sectores estratégicos. La creciente presencia china en África ha generado interrogantes sobre la posibilidad de que el gigante asiático esté utilizando su superioridad económica para ejercer control sobre recursos clave y obtener ventajas geopolíticas.

También hay que reflexionar sobre la trampa que ha supuesto la inversión, ya que en muchos casos ha terminado en una importante deuda para África. Durante dos décadas, el flujo de capital chino hacia el continente africano ha permitido construir grandes infraestructuras, que han endeudado al país. Según las cifras de Debt Justice, la deuda africana con China era de 83.000 millones de dólares en 2020. Europa, con sus propias vulnerabilidades en sectores como la tecnología, la energía y las infraestructuras, debe analizar con cautela el modelo chino y establecer mecanismos sólidos para proteger su soberanía económica y tecnológica. La búsqueda de inversión extranjera no debe traducirse en una cesión del control sobre sectores críticos que son vitales para el bienestar y la seguridad de la Unión Europea.

La soberanía es necesaria

Europa necesita recuperar su soberanía en diferentes ámbitos, como el energético o el alimentario, para dejar de depender de otros países. Todos tenemos en mente cómo, a raíz del conflicto entre Rusia y Ucrania, se encareció radicalmente el precio de la energía.

Si analizamos la dependencia energética de Europa, nos encontramos con que Rusia es el mayor proveedor de gas natural, con gasoductos claves como Nord Stream y Turk Stream. Además, nos suministra una cantidad significativa de crudo y de carbón. No es el único país, ya que también dependemos de Oriente Medio, África y América.

Este mismo conflicto ha afectado gravemente la agricultura europea, ya que ambos países son responsables de alrededor del 30% de las exportaciones mundiales de trigo y una parte significativa de maíz y cebada. La interrupción de estas exportaciones ha provocado un aumento de precios, con el trigo alcanzando un incremento del 50% en 2022. Además, los costes de fertilizantes, de los cuales Rusia y Bielorrusia son grandes proveedores, aumentaron significativamente, elevando los costos de producción agrícola en Europa. La escasez y los altos precios de los combustibles también han aumentado los costos operativos para los agricultores, exacerbando la crisis alimentaria en la región.

Por todas estas razones, la soberanía no es una cuestión antojadiza ni de ideologías políticas, sino que se trata de una medida de supervivencia. Recuperando la soberanía reforzaremos la posición e imagen de Europa en el mundo, con una única voz. También se vela por los intereses europeos en diferentes sectores como la política, la seguridad y, por supuesto, la economía. Además, nos permitirá reducir la dependencia de terceros países, y situaciones como las que he mencionado anteriormente disminuirían.

Si comparamos de nuevo a China con Europa en el sector alimentario, vemos cómo la inflación nos ha golpeado a ambos, pero no de la misma forma. En mayo de 2022, la inflación alimentaria aumentó un 12,1% en comparación con el mismo período del año anterior. Ese mismo año, en el país asiático fue más moderada, con aumentos del 4,8% en diciembre y del 6,1% en agosto, comparado con el mismo período del año anterior.

Ante los cambios económicos y geopolíticos mundiales, es evidente que Europa necesita una estrategia integral como continente, que aborde la soberanía alimentaria, agrícola y energética.

También se necesitará una mayor inversión en infraestructura: una mezcla de capital privado y público que permita mejorar la eficiencia y resiliencia de nuestro sistema alimentario y energético. En 2022, la Unión Europea se comprometió a invertir 1.200 millones de euros en infraestructura para el transporte de alimentos y energía, fortaleciendo así la cadena de suministro y garantizando el acceso continuo a recursos esenciales.

Sin embargo, si no se apuesta por el I+D europeo, la inversión privada se irá fuera de nuestras fronteras buscando el progreso y la rentabilidad. La pescadilla que se muerde la cola. Y, por último, pero no menos importante, serán necesarias altas dosis de solidaridad y cooperación entre países para dibujar un nuevo futuro para Europa: uno más competitivo, rentable y soberano.

Manuel Fuertes es CEO de Kiatt.

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