La ventaja fiscal de Shein es puro estilo ‘tío Sam’
Ella y Temu solo se aprovechan de una peculiaridad del sistema estadounidense
Shein y Temu son empresas fundadas en China que emplean inteligentemente algunas tácticas comerciales de EE UU. Eluden los gravámenes a la importación gracias a una brecha jurídica que algunos críticos quieren cerrar. Es más fácil decirlo que hacerlo. Además, no son los únicos cuyos modelos de negocio se benefician de las peculiaridades del sistema fiscal.
Shein, con sede en Singapur, y su rival, propiedad de la tecnológica china Pinduoduo, se han instalado en la psique de los ...
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Shein y Temu son empresas fundadas en China que emplean inteligentemente algunas tácticas comerciales de EE UU. Eluden los gravámenes a la importación gracias a una brecha jurídica que algunos críticos quieren cerrar. Es más fácil decirlo que hacerlo. Además, no son los únicos cuyos modelos de negocio se benefician de las peculiaridades del sistema fiscal.
Shein, con sede en Singapur, y su rival, propiedad de la tecnológica china Pinduoduo, se han instalado en la psique de los consumidores de EE UU enganchados a su moda barata y sus artículos extravagantes. El dúo puede ofrecer productos más asequibles que sus rivales occidentales gracias a su fabricación ajustada y a sus escaparates virtuales basados en algoritmos, pero también a lo que se conoce como la exención de minimis. Esta exención permite a los importadores enviar paquetes a particulares a EE UU sin pagar derechos de aduana por artículos cuyo valor no supere los 800 dólares.
Shein y Temu entregan sus productos desde fábricas de China directamente al consumidor, a diferencia de minoristas como H&M que envían a granel a mercados locales y luego distribuyen a los clientes. Una comisión del Congreso de EE UU llegó a la conclusión de que 3 de cada 10 paquetes que entraban por el resquicio legal procedían de Temu y Shein. En el año que terminó en septiembre de 2023, 1.000 millones de envíos entraron en el país al amparo de la exención de minimis, 2,5 veces más que en 2018, según la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras.
No es una ventaja pequeña. Los minoristas de ropa y calzado están sujetos a derechos de importación que pueden ascender hasta el 32%. Gap, por ejemplo, desembolsó 700 millones de dólares en derechos de importación en 2022, según una comisión del Congreso.
Es difícil acabar con esta laguna. Primero, el espíritu de esta disposición de 86 años de antigüedad sigue siendo válido: permitir que los residentes estadounidenses reciban regalos o lleven a casa baratijas compradas en vacaciones sin ser penalizados. Segundo, su control sería costoso: más de 80 dólares para perseguir solo un dólar, según un experto.
El uso inteligente de las peculiaridades fiscales es una tradición de EE UU. Pensemos en firmas de capital riesgo como Blackstone y KKR, cuyos gestores se benefician de la laguna fiscal de los intereses transferidos, por la que la remuneración relacionada con el rendimiento se grava como una ganancia de capital, a la mitad del tipo utilizado para los salarios.
Deshacerse de ella –como amenazaron con hacer tanto Biden como Trump– permitiría recaudar 63.000 millones en 10 años, según algunas estimaciones. Pero la laguna sigue existiendo. A los críticos de Shein y Temu les preocupan sus orígenes chinos, pero el verdadero temor es la destreza con la que juegan al juego del Tío Sam.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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