La mejora de la economía europea llega a los parqués

Enrico Letta, ex primer ministro italiano, y Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, el 18 de abril en Bruselas.Johanna Geron (REUTERS)

Hace apenas dos semanas, Eurostat confirmaba que la zona euro había crecido un 0,3% en los primeros tres meses del año. El dato ponía fin a más de un año de estancamiento, con datos algo por encima o por debajo del 0% y con una leve recesión técnica a finales de 2023. Consecuencias de una crisis energética e inflacionista que disparó los costes de la industria (sobre todo en Alemania), erosionó las cuentas de los hogares y forzó al BCE a una vertiginosa subida de tipos que enfrió aún más el engranaje económico. Aunque Bolsa y economía no van siempre alineadas, sobre todo cuando se trata de gigantes multinacionales, la tibieza económica se trasladó a las empresas: el Euro Stoxx 600 sumó, en marzo de este 2024, cuatro trimestres consecutivos de descensos de beneficios. Pero el viento ha cambiado de dirección.

De entrada, el descenso del resultado entre enero y marzo fue inferior al previsto, de un 5% frente al 14% que anticipaban los mercados. Y, además, el consenso de los analistas espera una leve mejora de cara al segundo cuarto del año, después de haber revisado al alza sus cálculos gracias, sobre todo, a la banca (que agradece el retraso en las bajadas de tipos) y al sector farmacéutico.

En definitiva, tanto la macro como la micro europea parecen haber salido del pozo. Aun así, el Viejo Continente opera a una marcha o dos menos que Estados Unidos, donde la máquina del consumo funciona a pleno rendimiento y el sector tecnológico está abanderando la revolución de la inteligencia artificial. No extraña, así, que, a pesar de los consejos de los analistas (este año apuestan mayoritariamente por la Bolsa europea), sea Wall Street la que marca un máximo tras otro.

La lectura es, pues, doble. La economía de Europa es resiliente, y en menos de dos lustros ha sabido capear dos shocks históricos sin precedentes: pandemia y pérdida del principal suministrador de energía. Ha sido posible gracias a una política económica razonable, y razonada en clave europea, no nacional, a diferencia de otras ocasiones. No hay que desesperar ni dar por perdido el futuro europeo. Pero no cabe conformismo; el continente debe aspirar a competir con China y Estados Unidos. Por todo ello, no deberían caer en saco roto las prédicas de Mario Draghi y Enrico Letta respecto a la necesidad de fortalecer la integración europea (unión bancaria, unión del mercado de capitales) como única vía para que el continente recupere competitividad y pueda, así, afrontar los retos del futuro.

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