¿Una panda de vagos? ¿Un parque de ocio colectivo? Alemania se cuestiona su cultura laboral

El ministro de Economía y la oposición democristiana quieren penalizar más a quienes rechazan empleos mientras reciben ayudas

El ministro de Economía alemán, Christian Lindner, el 6 de mayo.CLEMENS BILAN (EFE)

¿Una panda de vagos? Escuchando esta primavera al ministro de Economía, el liberal Christian Lindner, se tiene esa impresión: que en Alemania se rinde poco. Lindner pide que se trabaje más y no se graven las horas extras, con el fin de impulsar su economía. Simultáneamente, la oposición democristiana exige una reforma del Estado de bienestar para acabar con el derroche y volver a la austeridad.

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¿Una panda de vagos? Escuchando esta primavera al ministro de Economía, el liberal Christian Lindner, se tiene esa impresión: que en Alemania se rinde poco. Lindner pide que se trabaje más y no se graven las horas extras, con el fin de impulsar su economía. Simultáneamente, la oposición democristiana exige una reforma del Estado de bienestar para acabar con el derroche y volver a la austeridad.

Políticos democristianos advierten que no existe el derecho a la vagancia y recuerdan que ya el canciller Helmut Kohl había advertido en 2009 de que Alemania se había convertido en un parque de ocio colectivo. La nueva propuesta del centroderecha es penalizar a quienes, viviendo de la ayuda social, se nieguen a aceptar los puestos que se les ofrecen. También los institutos de investigación económica barajan propuestas como posponer la jubilación, extender la semana laboral y estimular el trabajo en días festivos. “Para salir de la crisis habrá que arremangarse”, advierte la ministra de Cultura de la región de Schleswig-Holstein, la democristiana Karin Prien, quien opina que el trabajo es también la mejor forma de integración. Uno de cada dos ciudadanos que perciben el dinero ciudadano (bürgergeld, en alemán) es extranjero. En total, 5,5 millones de personas viven de esta ayuda social, que cuesta 26.500 millones de euros anuales al Estado. Berlín calcula que hay 13.838 personas que perciben prestaciones sociales y se niegan a trabajar.

El ministro de Economía critica que Alemania haya perdido competitividad internacional (del puesto 6 al 22 en diez años). Dice que los retos sociales y ecológicos solo podrán financiarse mediante el crecimiento económico, lo cual exige reducir impuestos y burocracia. La actual coalición tripartita introdujo el dinero ciudadano (que desde enero de 2023 sustituye a la anterior ayuda Hartz IV) para garantizar una subsistencia mínima; pero se ha convertido en un instrumento extremadamente controvertido. Lindner quiere rectificarlo y propone “una actualización del subsidio social” para que los beneficiarios se pongan a trabajar enseguida. El dinero ciudadano, dice, no estimula al trabajo, y hay riesgo de que “pierda aceptación social”. Lindner considera insuficientes las actuales sanciones (de entre el 10% y el 30% del importe de la ayuda) que se imponen cuando los parados se niegan a trabajar. Para obtenerla, no se puede tener un patrimonio superior a los 40.000 euros (incluida la vivienda).

En el mismo sentido se expresa la oposición democristiana, que quiere evitar el abuso y estimular la cultura del trabajo. Quien viva de la ayuda social, pero pueda trabajar, deberá hacerlo y, si no acepta el puesto que se le ofrece, se entenderá que no necesita ningún apoyo, por lo que se le retiraría completamente y a largo plazo. Como primer paso se propone cambiar el nombre de la ayuda social, ahora conocida como dinero ciudadano, que asciende a 563 euros mensuales por persona, y a la que pueden acceder los refugiados ucranianos y los asilados reconocidos. Alemania tarda 7,6 meses en gestionar una petición de asilo. Durante ese tiempo, no se percibe dinero ciudadano, sino ayudas por un importe inferior. Una vez reconocidos, se pueden quedar en Alemania y percibir el dinero ciudadano. No obstante, a pesar de sus buenas formaciones profesionales, solo el 20% de los refugiados ucranianos trabajan. Y solo uno de cada dos refugiados trabaja seis años después de su llegada.

La iniciativa democristiana es una respuesta a la caída de la aceptación ciudadana de las ayudas sociales. El letrero Se busca personal destaca en la entrada de muchos locales. Se percibe que se busca personal en todos los sitios y no se encuentra. El ministro de Trabajo de la región de Renania del Norte-Westfalia, el democristiano Karl-Josef Laumann, opina que el Estado social funciona cuando existe una relación equilibrada entre solidaridad y responsabilidad individual. “La gente debe tener una razón para levantarse por las mañanas e irse a trabajar”. Laumann propone mayores sanciones. “Hay poca gente que se niega; pero hay que ocuparse de ellos porque dañan la imagen del sistema”. Su propuesta es retirarles las ayudas monetarias, pero seguir pagándoles el alquiler.

Los expertos apuntan en el mismo sentido. Michael Hüther, director del Instituto de Economía alemana de Colonia, apuesta por incentivar más el trabajo. Apunta que faltan especialistas cualificados, sobre todo en economía digital. Hasta 2027, calcula que faltarán 128.000 informáticos y electrotécnicos. Las empresas ya compiten entre sí por cerebros. Y advierte de que apenas ayudarán las medidas para reciclar a los especialistas y atraer la emigración cualificada. Falta demasiada gente. Además, Alemania compite con otros países de lenguas más fáciles de aprender y con mejores condiciones laborales (menos impuestos). “Por lo que nos queda una verdad incómoda: en el futuro tenemos que volver a trabajar más”. Exige medidas políticas para jubilarse más tarde, para reformar la semana laboral y trabajar los días festivos. De la semana de cuatro días no quiere ni hablar.

En contra se posiciona el investigador Marcel Fratzscher, jefe del instituto berlinés DIW, quien afirma que nada prueba que a los alemanes les falte mentalidad laboral. Todo lo contrario: Alemania registra un récord espectacular en ocupación y empleo. Fratz­scher pide que se mejoren las condiciones para que quienes trabajen a media jornada puedan hacerlo todo el día. Por ejemplo, para los padres (sobre todo, madres), que sufren el déficit estructural de plazas de guarderías y de colegios de jornada escolar completa. También que se agilice la convalidación de los títulos de extranjeros y solicitantes de asilo. Fratzscher concluye que apenas hay un país en el mundo en el que se impongan tantos impuestos al trabajo y tan pocos al patrimonio.

El debate en torno al Estado social surge en un momento en el que los expertos proponen una estrategia ofensiva en política económica por los graves problemas estructurales. Moritz Schularik, presidente del Instituto de Economía Mundial de Kiel, duda incluso de que la economía alemana esté preparada para enfrentarse al futuro. Se invierte poco y se fundan pocas empresas. Y concluye con el mismo diagnóstico pesimista de muchos expertos: “A la economía le faltan fuelle y ganas, apetito de riesgo e innovación”.

Para Veronika Grimm, del consejo que asesora al Gobierno alemán, la clave futura es la juventud cualificada. “Invertirlo todo en escuelas”, dice. No es provocación. Es convencimiento. “Sobre todo en institutos de jornada completa, para compensar desi­gualdades de oportunidades en la infancia”. Alemania no solo ha perdido competitividad, sino atractivo económico como destino de inversión. Con 61,3 de 100 puntos, se sitúa en el promedio europeo, según una encuesta del Instituto Ifo de Investigación Económica entre el empresariado. Suiza está a la cabeza, con 72,6 puntos. Por detrás está España, con 58,5.

Lidia Conde es periodista y analista de economía alemana

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