Una gota en el desierto de las OPV
La salida a Bolsa de Puig calienta motores en un contexto de escasez de operaciones que en los dos últimos años se ha hecho absoluto
La salida a Bolsa de Puig, que ayer inició su andadura con el registro de su ITF (intention to float, intención de cotizar en español), articula una operación de notable importancia por dos razones. La primera, por el perfil de la propia compañía, una exitosa empresa familiar con un siglo a sus espaldas que acude al mercado en busca de más de 2.500 millones de euros, lo que supone valorar el grupo en más de 10.000 millones de euros. Y la segunda, porque la operación representa una ansiada gota de agua en medio del desierto de OPV que vive el mercado español y que se extiende, en general, también al europeo.
El plan maestro de Puig incluye una ampliación de capital por 1.250 millones de euros, con la que espera refinanciar la deuda de sus dos últimas compras –Byredo y Charlotte Tilbury–, así como el crecimiento futuro de la empresa. Además, el grupo cuenta también con que su accionista Exea –la sociedad patrimonial de la familia Puig– coloque en el mercado parte de sus acciones, por valor de más de 1.250 millones, sin perder la mayoría del capital ni los derechos de voto.
El desembarco de Puig en el mercado se articula en un contexto de exasperante escasez de OPV, un déficit que en los dos últimos años se ha hecho absoluto. El número de debuts en Bolsa, tanto en España como en otros parqués europeos, se ha ido reduciendo de forma constante en las dos últimas décadas, lo que apunta a que las empresas perciben más obstáculos que ventajas a la hora de buscar financiación en los mercados. Un problema que suele atribuirse a la complejidad y coste del proceso de salida a Bolsa, que sigue lastrando las operaciones pese a los esfuerzos regulatorios por reducirlos, además de al momento poco propicio que vive el mercado, algo que no explica del todo el número de abandonos en los parqués.
La decisión de Puig contrasta con la reciente suspensión del debut de Astara, la filial de suscripción de coches de Bergé, que el operador logístico ha justificado en unas condiciones de mercado que “no son las más propicias” para la operación. Bergé sigue así la estela de otras grandes marcas como Renault o Volkswagen, que anunciaron en su momento y reconsideraron después operaciones de salida al mercado.
La frustrada OPV de Astara y el arranque de Puig coinciden en un 2024 en el que varias españolas preparan ofertas públicas de venta para antes del verano. Tras el grupo catalán aguarda Tendam, seguido de Europastry y de Hotelbeds. Todos ellos parecen constituir el preludio de una necesaria revitalización del mercado bursátil que es clave no solo para el tejido empresarial, sino para el conjunto de la economía.
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