Entre la fiebre del oro y la fiebre del cacao

Si hablar de rally con el metal es prematuro, con la semilla vamos tarde: en Semana Santa el precio de la tonelada superó los 10.000 dólares, máximo histórico absoluto

Un agricultor muestra granos de cacao en Sinfra (Costa de Marfil).Luc Gnago (REUTERS)

Hablar de fiebre del oro puede resultar un poco prematuro, pero es llamativo que, apenas empezados los primeros minutos de la primera sesión del segundo trimestre, el precio de la onza tuviese una revalorización de casi el 2%.

En la newsletter de mercados elaborada con CincoDías, mi pronóstico para este año venía siendo de una fuerte revalorización de la onza de oro, algo que, de momento, se ha materi...

Para seguir leyendo este artículo de Cinco Días necesitas una suscripción Premium de EL PAÍS

Hablar de fiebre del oro puede resultar un poco prematuro, pero es llamativo que, apenas empezados los primeros minutos de la primera sesión del segundo trimestre, el precio de la onza tuviese una revalorización de casi el 2%.

En la newsletter de mercados elaborada con CincoDías, mi pronóstico para este año venía siendo de una fuerte revalorización de la onza de oro, algo que, de momento, se ha materializado ya en una subida de casi el 10% en lo que va de año. La idea es que en el mejor momento de 2024 esa subida llegue a ser del 30%.

Pero más llamativo aún resulta el que esa subida del precio de la onza de oro haya sido compatible con la apreciación del dólar frente al euro que, desde el inicio de 2022, ha sido del 5%, por lo que quien hubiera invertido en oro en aquellas fechas (teniendo como moneda de financiación el euro) acumula una revalorización de su inversión de un 28%, del que un 23% corresponde a la subida del precio del oro y un 5% a la apreciación del dólar frente al euro.

La mayor parte del tiempo lo normal es que la cotización del dólar y la del oro se muevan en sentidos contrarios (es decir, que cuando el precio del oro suba, la cotización del dólar baje) pero siempre hay periodos excepcionales en que ambos pueden apreciarse o depreciarse. Y parece que estamos en uno de esos momentos en que los dos se aprecian o, al menos, la subida del precio del oro es muy superior a la depreciación que pueda tener el dólar. Esto último es lo que ha sucedido desde hace mes y medio: mientras la onza de oro subía de precio un 13%, el dólar se depreciaba solo un 0,6%.

Todo parece, por tanto, facilitar el que la inversión en oro parezca un caballo ganador este año, sin que haya una explicación convincente para ello.

A veces se suele aducir que los bancos centrales de los países no alineados (es decir, alineados con Rusia) han estado comprando oro y rechazando el dólar como manera de acumular reservas a la vista de las sanciones que Estados Unidos y sus aliados occidentales más Japón impusieron a Rusia tras la invasión de Ucrania, entre las que está como más destacada la congelación de los activos que aquella tenía en los bancos de Occidente.

La explicación es razonable, pero entre lo razonable y lo real hay con frecuencia una gran distancia. Entre los contraargumentos que se pueden traer a colación está el que, a pesar de que la invasión de Ucrania se produjo en febrero de 2022, el precio del oro no solo no tuvo una fuerte reacción alcista de manera inmediata, sino que entre febrero y noviembre de ese año bajó un 21%. Es decir, que o bien los bancos centrales actúan con efecto retardado, tomándose nueve meses para pensárselo, o bien actuaron otros factores que nada tenían que ver con lo que hicieran los bancos centrales y que, en cualquier caso, anulaban el efecto de las compras efectuadas por estos, si es que las hubiera estado habiendo en proporciones significativas.

Otras veces se explica la subida del precio del oro por la bajada de los tipos de interés reales a largo plazo del dólar. Pero en esta ocasión, desde el inicio de 2022, la rentabilidad real de la deuda pública de Estados Unidos a 10 años ha pasado de -6% a +1%, mientras el oro se revalorizaba el mencionado 23%.

Como en otras ocasiones y para prácticamente cualquier mercado, no hay una buena explicación que pueda tener carácter general y en todo tiempo y lugar a la que la abundancia de contraejemplos no termine por echar abajo.

Si hablar de fiebre del oro resulta prematuro, donde ya vamos tarde es al calificar de fiebre del cacao lo que sucede en este mercado: durante la Semana Santa el precio de la tonelada superó los 10.000 dólares, lo que representa un máximo histórico absoluto para una serie histórica de precios que se remonta a 1971. En realidad, ya en diciembre pasado el precio del cacao superó el máximo histórico anterior, que había tenido lugar en 1977. La subida vertical del precio ha supuesto una revalorización acumulada (desde que en septiembre de 2022 inició su arrancada) del 372%.

En este caso también hay una explicación ad hoc razonable (malas cosechas durante varios años) como suele suceder con otros fenómenos, pero que nadie o casi nadie aplicó de manera preventiva (y menos de forma tan extrema) como para pronosticar semejante subida.

El que el precio del cacao estuviera deprimido durante 42 años parecía una buena base para apostar por una subida excepcional, pero quien lo intentó en el pasado vio cómo su apuesta terminaba en enormes pérdidas.

Eso fue lo que le sucedió en 2010 a un trader de cacao al que por su forma de proceder mediante misteriosas compras se le apodó entonces como chocfinger. Es decir, el Goldfinger (película de James Bond) del chocolate. Su nombre real era Anthony Ward (Armajaro Holdings) y es conocido por haber hecho una compra masiva de 241.000 toneladas de cacao por valor de 658 millones de libras que terminó en desastre. Las mismas lágrimas de entonces las veremos probablemente de nuevo en este mercado. Puede que no estén tan lejos de producirse.

Juan Ignacio Crespo es estadístico del Estado y analista financiero

Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días

Más información

Archivado En