¿Es posible conseguir un aterrizaje suave?
El tiempo acabará resolviendo las incertidumbres actuales, pero pondrá sobre la mesa otras incógnitas y riesgos que moverán los precios en el corto
El año pasado titulaba mi columna por estas fechas Un regalo inesperado por Navidad. El alza de tipos que tanto daño hizo en todos los activos financieros en el 2022 dejaba una rentabilidad esperada de un 4,5% en bonos corporativos de buena calidad que, viniendo de un entorno de tipos cero, era un regalo extraordinario.
Acostumbramos a hacer balance con el cierre del año natural y evaluar las estrategias adoptadas a lo largo del año. Reflexionar sobre el pasado ofrece valiosas lecciones, pero también impulsa la necesidad de abrazar la incertidumbre en la travesía hacia el futuro. Al mirar hacia atrás, podemos aprender de nuestras experiencias, comprender nuestras fortalezas y debilidades y discernir patrones que nos han moldeado.
La incertidumbre no solo nos desafía a enfrentar lo inesperado, sino que también nos insta a desarrollar una mentalidad de resiliencia. Al reconocer que la vida está intrínsecamente marcada por cambios y sorpresas, podemos adoptar una postura más flexible y receptiva. En lugar de resistirnos a lo incierto, podemos cultivar la capacidad de adaptarnos y aprender a encontrar el equilibrio entre la planificación y la aceptación de lo impredecible.
Para evitar la falacia del sesgo retrospectivo, es importante recordar las limitaciones de la información y el conocimiento disponibles en el momento en que ocurrieron los eventos. Al analizar el pasado, es crucial considerar el contexto original y la incertidumbre inherente en ese momento. Además, reconocer la existencia de múltiples posibilidades y evitar simplificaciones excesivas ayuda a obtener una comprensión más precisa de los eventos pasados.
La premisa preeminente, el denominador común que caracterizó todos los análisis a principios de 2023 era que el endurecimiento financiero derivado de los incrementos en las tasas de interés desencadenaría una recesión en la economía estadounidense. Esta perspectiva se fundamentaba en la idea de que dicha medida constituía la única vía para redirigir una inflación descontrolada, que amenazaba con enquistarse.
La realidad ha demostrado ser dispar. La economía de EE UU no presenta graves indicios de debilitamiento y, contrariamente, la inflación ha emprendido una trayectoria descendente, brindando así cierto margen de maniobra a los bancos centrales para ajustar su política monetaria hacia un enfoque menos restrictivo.
Las expectativas del mercado no han dejado de oscilar a lo largo del año entre escenarios de recesión, de aterrizaje suave y de sobrecalentamiento. Ahora, la narrativa predominante es que la economía americana conseguirá volver al objetivo del 2% de inflación sin descarrilar. En 2023 el escenario fue de una volatilidad extrema en la narrativa macroeconómica y de una mayor volatilidad de los activos financieros, sobre todo en la renta fija.
El inversor, tras muchos años alejado de este activo, ha redescubierto su atractivo. Se han observado notables entradas de dinero en fondos monetarios, impulsadas tanto por el aumento de los tipos como por la seguridad inherente a estos vehículos financieros. No obstante, la atracción por la rentabilidad segura se ve matizada por el riesgo de reinversión en situaciones de declive en las tasas de interés. En este contexto, cuando las tasas descienden, la reinversión de los ingresos generados por los fondos monetarios puede conllevar rendimientos decrecientes, ya que los activos se adquieren a tasas inferiores. Este riesgo subraya la imperiosa necesidad de adoptar un enfoque de gestión activa y diversificación en la construcción de carteras. Los inversores deben ajustarse estratégicamente para mitigar el impacto de las variaciones en las tasas de interés en la rentabilidad de los monetarios. Así, la gestión cuidadosa de los vencimientos se erige como un factor clave en la evolución de las carteras de renta fija en 2024.
En la renta variable, la rentabilidad se ha visto definida, una vez más, por la notable dispersión. Si bien el 2022 se caracterizó por rendimientos extremos, con una clara dicotomía entre las estrategias value y growth, 2024 ha experimentado una inversión de estas tendencias. En el transcurso del año anterior, las acciones value, especialmente las vinculadas al sector energético, experimentaron un ascenso vertiginoso, mientras que el sector tecnológico sufrió una marcada caída, afectado por la duración de sus flujos de efectivo y el aumento de la tasa de descuento, que redujo significativamente su valor presente. De haber dirigido nuestras decisiones de inversión con la guía retrospectiva, optando por aquello que mostró un buen desempeño en 2022, nos encontraríamos hoy con rendimientos negativos, pese a que el índice de bolsa mundial arroja a cierre de 2023 un magnífico 17,64% en euros.
La disparidad entre sectores ha sido considerable, generando una brecha que supera el 25% entre los inversores value y growth, siendo el sector tecnológico el protagonista de un aumento del 43%, mientras que el sector energético se ha quedado prácticamente plano en el año.
Estos acontecimientos nos invitan a la reflexión en diversos aspectos: desde la naturaleza maximalista de las opiniones hasta el poder inherente a la diversificación. También, ponen de manifiesto el daño potencialmente irreparable que puede surgir al adoptar sesgos en la configuración de las carteras de inversión.
Por otro lado, el debate en los mercados de renta variable se centra en las siete magníficas (Meta, Amazon, Alphabet, Apple, Nvidia, Microsoft y Tesla). Siete acciones diferentes que el mercado ha agrupado por su buena rentabilidad en 2023 y que han dirigido los índices debido a su buen comportamiento y ponderación en los mismos. Con modelos de negocio, calidades de balances y dinámicas diferentes este año han tenido un comportamiento extraordinario basado fundamentalmente en las expectativas que la inteligencia artificial está creando en el mercado. Los analistas estiman que en un futuro no muy lejano estas compañías serán partícipes y ganadoras de esta revolución. Las expectativas de ingresos y beneficios que asignan para ellas son cuando menos exigentes.
Escribía Benjamin Graham, inversor y mentor de Warren Buffett: “A corto plazo el mercado de acciones se comporta como una máquina de votar, pero a largo plazo actúa como una báscula”. La expresión refleja la idea de que, en el corto plazo, los precios de los activos en el mercado financiero a menudo están influenciados por la psicología, las noticias, las emociones y las expectativas. A medida que pasa el tiempo, la máquina tiende a evaluar y reflejar más fielmente los fundamentos económicos, financieros y comerciales de las empresas. En el largo plazo, se espera que el valor intrínseco y los fundamentos pesen más en la valoración de los activos.
El tiempo acabará resolviendo las incertidumbres actuales, pero no duden que pondrá sobre la mesa otras incógnitas, inquietudes y riesgos que moverán los precios en el corto.
¿Conseguiremos un aterrizaje suave con una desinflación inmaculada? ¿Conseguirán las magníficas 7 esos resultados tan extraordinarios que el mercado les asigna?
Javier Navarro es selector de fondos en Abante
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