¿De verdad es necesario que asistan 70.000 personas a la COP28?
La cumbre por el clima por excelencia acumula una inflación de asistentes que dista mucho del número de personas que acudían a las primeras ediciones
¿Cuánta gente crees que hace falta para sellar un acuerdo global por el clima? ¿500? ¿5.000? ¿50.000?
Aparentemente, la respuesta correcta es 70.000 personas. Esa es la cifra de asistentes que se espera que acudan en las próximas semanas a Dubai para ir a la COP28. El número ha crecido desde los 49.704 del año pasado en Egipto, también lo ha hecho respecto a los 38.457 de la COP26 en Glasgow, Escocia. La asistencia se ha más que triplicado desde 2019. En los primeros años de la COP, solo iban unos 5.000 asistentes.
El si esta explosión de asistencia es una señal de que el mundo se está tomando más en serio los problemas climáticos o en cambio solo se trata de las concentraciones que se suelen formar alrededor de las reuniones de personas que acumulan un enorme poder político o financiero solo el tiempo lo dirá. ¿Se está convirtiendo la COP en un nuevo foro de Davos? La respuesta dependerá en parte de cuánto progreso real se haga en las próximas semanas.
En ese frente, en el del progreso real, es difícil ser optimista. Muchos de los 70.000 asistentes pasarán los días de la cumbre prosiguiendo un debate de años de duración sobre si el mundo debería dejar los combustibles fósiles, reducirlos o en su lugar, abatir sus efectos negativos mediante tecnologías de captura de carbono. Entre tanto, las grandes compañías petrolíferas continúan a toda máquina elevando su producción de combustibles fósiles, cerrando rápidamente la ventana de oportunidad de limitar el calentamiento global a solo 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales.
“Si el éxito de la COP fuera directamente proporcional al número de delegados que asisten, la COP 28 sería un triunfo sin paliativos”, escribía en una nota David Oxley, jefe de economía climática en Capital Economics. “Sospechamos que la Ley de Rendimientos Marginales Decrecientes sigue siendo cierta”, comenta aludiendo a la teoría económica que dice que cuando una producción requiere de varios elementos para llevarse a cabo y solo se aumenta uno de esos elementos, la producción crece, pero mucho menos que en una situación de crecimiento paritario de los distintos elementos.
Si alguien se pusiera quisquilloso, podría argumentar que 70.000 personas a bordo de aviones con destino a un país petrolero en la península arábica que acuden allí para hablar del cambio climático, sería como celebrar una reunión de Alcohólicos Anónimos en un club nocturno de Magaluf durante las vacaciones de verano. Te arriesgas a perder el foco del propósito real.
Para ser justos, si esas 70.000 personas utilizan vuelos comerciales, entonces su impacto climático no sería excesivamente sangrante. Un vuelo ida y vuelta desde el aeropuerto JFK de Nueva York hasta Dubai produce una media de 3 toneladas de CO2 por pasajero, según la calculadora de la ONU. Eso es algo menos de un cuarto de la cantidad de contaminación que genera el estadounidense medio en un año.
Poniendo en relieve y haciendo una comparación. Se estima que el avión privado de Taylor Swift produjo alrededor de 8.300 toneladas de CO2 en 2022. Los vuelos de 70.000 personas produciendo 210.000 toneladas de CO2 para acudir a una cumbre de varios días en Dubai representan el equivalente a 25 años de operaciones del avión de Taylor Swift.
Y todo esto teniendo en cuenta que una cifra no detallada de asistentes a la COP no tomarán vuelos comerciales. Usarán jets privados, que generan 100 veces más contaminación por pasajero que los comerciales. Al menos 100 aviones privados aterrizaron el año pasado en Sharm el-Sheik el año pasado y 118 lo hicieron en Glasgow en 2021. Este año, el Rey Carlos III, Rishi Sunak y David Cameron cogerán cada uno sus jets privados desde Reino Unido a Dubai. Compartir avión privado es una opción, chicos, solo preguntad a Taylor.
El argumento justificativo estándar para este exceso es que, para llevar a gente muy importante a mantener conversaciones muy importantes, quizá tienes que correr el riesgo de que gente menos importante soporte un alza del nivel del mar, sequías o incendios mayores en el futuro. Y a medida que las cumbres climáticas se han vuelto más complicadas, han requerido de forma natural más asistentes a ellas.
Sobre la COP de este año no solo sobrevolarán palabras como “reducir” o “eliminar”. También incluirá negociaciones concretas sobre financiación verde y un análisis que de cuenta exactamente de cómo de lejos ha llegado el mundo a la hora de luchar contra el cambio climático (alerta de spoiler: no demasiado). También podría dar como fruto a unas compañías petroleras comprometiéndose a poner fin a sus emisiones de metano tan pronto como en 2030, lo cuál, sería de hecho un gran paso.
Con todo, si estas reuniones buscan ser constructivas en el futuro, deberán de estudiar su hinchazón. En un estudio de 2021, la European Capacity Building Iniciative (ECBI), un grupo centrado en hacer estas cumbres menos terribles, sugirió que los 20.000 asistentes de aquel entonces ya eran demasiados. Argumentó a favor de recuperar los 5.000 técnicos haciendo el aburrido trabajo de llevar a buen puerto los tratados.
Otros asuntos podrían repartirse en una serie de diferentes conferencias más pequeñas repartidas a lo largo del año, sugirió el ECBI, incluida una “semana de acción climática mundial” que colmaría la necesidad de la humanidad de pantomimas que atraigan a los líderes mundiales, celebridades y estafadores que actualmente convierten la COP en el foro de Davos verde. Desgraciadamente, incluso eso sigue sonando a muchos vuelos, pero quizá, sería más productivo.
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