La incertidumbre, otra ducha de agua fría para el inversor
Muchas de las lecciones aprendidas cuando no había inflación, o cuando el dinero era gratis, pueden ser una bomba de relojería ahora
No están siendo años fáciles para los mercados. A la sucesión de eventos extraordinarios que viven los inversores (y no solo inversores) se suma un contexto de inflación enquistada que no solo fuerza tipos de interés elevados, sino que modifica de forma radical la relación entre los distintos activos. El ataque terrorista de Hamás y el bombardeo de Gaza introducen un nuevo foco de incertidumbre en un mundo ya atribulado por la resaca de la pandemia, invasión de Ucrania, el auge de los populismos y el conflicto comercial y político entre China y Estados Unidos, cuestiones geopolíticas que se suman a otras tendencias de fondo: el cambio climático y el impacto de la digitalización en las relaciones laborales, sociales y económicas. Demasiado que digerir en muy poco tiempo y sin apenas brújula, pues el mundo transita por territorio inexplorado.
Siendo la inversión una actividad donde se retribuye la capacidad de anticiparse al futuro (o, más concretamente, a lo que otros inversores piensan que será el futuro), el escenario es particularmente complejo en este final de año. La inversión en deuda, que prometía ser un nicho de rentabilidad tras un catastrófico 2022, ha resultado ser una mala idea, y el riesgo de inflación derivado del petróleo más caro ha golpeado a esta categoría de activos en las últimas semanas, llevando las rentabilidades (que se mueven a la inversa del precio) a niveles récord en muchos años.
Pese al difícil contexto, los gestores de fondos, y los propios partícipes tienden a primar la preservación del capital. Y el mercado ofrece algunas opciones. Los fondos del mercado monetario aprovechan los tipos de referencia para dar en torno al 3,5%. Con un punto de riesgo más, otros gestores apuestan ya por deuda a largo plazo esperando bajadas de tipos. Otros aderezan su cartera con valores de perfil particularmente defensivo.
Aguardar a que se despeje el panorama siempre es una opción para el inversor. Pero si la experiencia reciente sirve para algo, hace cuatro años que el mercado no disfruta de algo parecido a la normalidad (asumiendo que Trump, la guerra comercial con China o el Brexit fuera normalidad). Cada trimestre que pasa el mundo parece aún menos predecible. Solo cabe adaptarse al entorno y rebajar expectativas, puesto que hay más riesgos en el horizonte y dinero más caro. Muchas de las lecciones aprendidas cuando no había inflación, o cuando el dinero era gratis, pueden ser una bomba de relojería en un momento como el actual.
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