Tras STC-Telefónica, ¿cómo se invierte el capital de Oriente Medio en España?
La inversión de Riad ha penetrado en el mercado español solo moderadamente en comparación con otros países europeos y ha sido errática, lo que sugiere oportunismo
La adquisición de una participación en Telefónica por el gigante saudí de las telecomunicaciones STC (cuya capitalización bursátil de 48.000 millones de euros duplica la del operador español) ha provocado un gran revuelo en la escena política. Más allá del tradicional reflejo patriótico, que vio con circunspección la idea de que un campeón industrial nacional acogiera como primer accionista a un inversor extranjero, por delante del BBVA y de La Caixa (antes de la oferta de STC, los dos primeros accionistas de Telefónica), se expresaron entonces otros temores en términos de soberanía tecnológica. Aunque la participación de STC sigue siendo mínima (solo el 9,9% tras la conversión de todas las acciones de STC) y en principio inferior al umbral de control de inversiones extranjeras del 10%, Telefónica está desarrollando actividades de ciberseguridad consideradas estratégicas, lo que sitúa la operación en el ámbito de control (artículo 7 bis de la Ley 19/2003 y Real Decreto 571/2023).
El endurecimiento del contexto geopolítico, la multiplicación de los problemas de abastecimiento y el recrudecimiento de las medidas proteccionistas han provocado un cambio de paradigma en la conducción de las relaciones económicas internacionales a tres niveles. En primer lugar, han vuelto a poner en el orden del día las llamadas políticas industriales discrecionales, es decir, el apoyo desenfrenado a los campeones nacionales. Esto se ha plasmado, por ejemplo, en una flexibilización de la legislación europea de competencia en materia de ayudas estatales con los EPCEI.
Estos cambios han llevado a promover medidas de defensa del mercado interior de la UE y de las tecnologías (establecimiento de un mecanismo de cooperación entre los Estados miembros para facilitar los intercambios de información con el Reglamento UE 219/452, introducción de un procedimiento de notificación que implique una contribución financiera de terceros países y para los contratos públicos que se hayan beneficiado de dicha contribución con el Reglamento UE 2022/2560). Por último, estos avatares han dado lugar al inicio de una doctrina de la autonomía estratégica de la UE, que implica tanto la seguridad de los suministros (proyecto de Ley de Materias Primas Críticas) como la voluntad de reforzar la coordinación de los esfuerzos de I+D.
Este retorno al dirigismo estatal se apoya también en el crecimiento de los fondos soberanos, que representan la estrategia de inversión a largo plazo del Estado accionista. Es el caso, en particular, de los países con ingresos procedentes de los hidrocarburos y grandes reservas de divisas. El objetivo de estos fondos es diversificar las actividades del país, suavizar las rentas de los hidrocarburos entre generaciones y acelerar la transición a la era pos-petróleo, ante la irresistible disminución de las reservas y la intensificación de las inversiones internacionales en programas de descarbonización.
STC pertenece en un 64% al fondo soberano saudí, el Public Investment Fund (PIF). El fondo está destinado a encabezar la estrategia Visión 2030 de Mohammed bin Salmane (apodado MBS), que pretende “convertir Oriente Medio en la nueva Europa”, en palabras del propio príncipe. Creado en 1971, su gobernanza se ha reformado gradualmente desde 2014 para permitirle invertir más en el extranjero. El objetivo es aumentar los activos gestionados del fondo hasta los dos billones de dólares en 2030 (actualmente tiene 761.000 millones), lo que lo convertiría en el mayor del mundo. Para lograrlo, en abril de 2023, MBS transfirió a la petrolera estatal Aramco una participación de 80.000 millones de dólares en el fondo. Es el fondo soberano saudí el que está detrás de los audaces proyectos de desarrollo urbano del país (el proyecto NEOM de la ciudad del futuro), la inversión en soft power y las industrias del entretenimiento para mejorar la imagen moderna del país (adquisición del club de fútbol Newcastle, un club de la Premier League inglesa, participaciones mayoritarias en cuatro equipos de fútbol de la liga nacional y una agresiva política de adquisición de jugadores europeos durante el último mercado, con el objetivo de organizar la Copa Mundial de la FIFA de 2030 o 2034; inversión en la industria de los videojuegos con participaciones en Nintendo, y las editoriales Blizzard y Electronic Arts); y apoyo al ascenso tecnológico del país hacia la transición energética (inversión en el fabricante californiano de vehículos eléctricos Lucid).
¿Cuál es la realidad de los intereses de Riad en la península? Como suele ocurrir, lo mejor es mirar las cifras:
En primer lugar, el capital procedente de Oriente Medio ha penetrado en España solo moderadamente en comparación con otros países europeos. De hecho, España representa el 4,7% de la inversión de Oriente Medio en Europa en el periodo 2012-2023 (incluyendo la operación de Telefónica), con algo más de 18.000 millones de euros invertidos. Esta cifra está muy por detrás del Reino Unido, que se llevó el 27,3% de la inversión procedente de esta región en la última década, y de Alemania (21,2%). Entre los países de Oriente Medio que invierten en España, Arabia Saudí sigue siendo solo un actor emergente, con solo ocho inversiones de las 232 realizadas en la península en el periodo 2012-2023, frente a las 114 de su vecino Emiratos.
Los flujos de inversión procedentes de Oriente Medio han sido relativamente erráticos a lo largo del periodo, alcanzando un máximo de 6.200 millones de euros frente en 2019 a solo 317 millones de euros el año anterior, para volver a caer a 331 millones de euros el año siguiente. Esto sugiere que la inversión es oportunista. Este es el caso de la operación de STC con Telefónica, que al parecer busca sinergias industriales (a principios de 2023 se firmó una asociación con Telefónica en ciberseguridad y el cloud), así como motores de crecimiento fuera de su mercado nacional. Para matizar esta observación, cabe señalar, no obstante, que los capitales procedentes de Oriente Medio se destinan principalmente a industrias cuyas actividades pueden considerarse estratégicas y/o críticas para los gobiernos. Por ejemplo, entre 2012 y 2023, el 46% de las inversiones procedentes de Oriente Medio se destinaron a proveedores de servicios de telecomunicaciones, y el 21% a empresas del sector energético.
Faÿçal Hafied es asesor financiero de empresas tecnológicas europeas y colaborador de Agenda Pública
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