La superconductividad es un comodín para la Bolsa
Su descubrimiento es poco probable, pero tendría un gran impacto, así que es muy difícil de valorar en el mercado
¿Cómo valoran los mercados financieros un avance científico que parece cercano a la brujería? Ese es el dilema al que se enfrentan los inversores al sopesar la afirmación de unos investigadores surcoreanos de que han inventado un superconductor que funciona a temperatura y presión ambiente, LK-99. Un material capaz de transportar electricidad sin perder energía podría revolucionar la electrónica, hacer más eficien...
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¿Cómo valoran los mercados financieros un avance científico que parece cercano a la brujería? Ese es el dilema al que se enfrentan los inversores al sopesar la afirmación de unos investigadores surcoreanos de que han inventado un superconductor que funciona a temperatura y presión ambiente, LK-99. Un material capaz de transportar electricidad sin perder energía podría revolucionar la electrónica, hacer más eficientes las redes eléctricas e introducir otras tecnologías. En términos de impacto financiero, es similar a otras innovaciones que podrían cambiar el mundo, como la inteligencia artificial. Con respecto a ellas, los especuladores deben sopesar cinco cuestiones.
En primer lugar, ¿es real? La mayoría de los avances científicos son lentos. Cuando un investigador afirma que ha conseguido un panel solar ligeramente más eficiente, es factible, pues ya se han logrado muchos pequeños avances. Los superconductores son diferentes. Aunque los materiales ya existen, conseguir que funcionen sin enfriarlos primero a varios cientos de grados bajo cero sería un salto digno de un Premio Nobel. Otras afirmaciones similares no han resistido el escrutinio. Merece escepticismo hasta que laboratorios fiables reproduzcan el descubrimiento. [Un grupo de científicos estadounidenses del Condensed Matter Theory Center de la Universidad de Maryland afirmó el martes que el LK-99 no es un superconductor.]
En segundo lugar, ¿es viable? Los investigadores surcoreanos mezclaron materiales comunes (óxido de plomo, sulfato de plomo y fosfuro de cobre), y los hornearon a 925 grados Celsius. Aunque el material resultante no transportaba mucha electricidad, la sencillez del proceso sugiere que podría ser escalable. El premio potencial implica que los laboratorios gubernamentales y las grandes empresas estarían dispuestos a dedicar años a comercializarlo.
El siguiente reto es determinar qué mercados se verán afectados. Alrededor del 5% de la electricidad estadounidense se pierde en la transmisión a los consumidores. Eliminando este gasto por sí solo se podrían ahorrar 6.000 millones de dólares al año. Los superconductores pueden transportar más energía, por lo que podrían reducir los costes de congestión eléctrica para los consumidores por un total de 13.000 millones anuales. Además, los dispositivos eléctricos serían más eficientes. Imaginemos smartphones más pequeños con baterías más duraderas o turbinas eólicas gigantes que produzcan más electricidad.
Lo más difícil es imaginar qué nuevos mercados podría crear la innovación. Por ejemplo, unos superconductores más baratos, capaces de generar potentes campos magnéticos, podrían acelerar el avance hacia la fusión nuclear, que promete una energía limpia y casi ilimitada. Si el material funciona a temperatura ambiente, la computación cuántica podría ayudar a resolver problemas científicos ahora inabordables. Habría otras aplicaciones con las que los inversores no pueden ni soñar.
Por último, ¿cómo de rápido? Replicar el avance debería ser cuestión de semanas. Mejorar el proceso podría llevar años más. Eso sigue siendo mucho más rápido que la fusión nuclear, que lleva décadas prometiendo ser la energía del futuro. Los superconductores ya se utilizan en resonancias magnéticas y algunos equipos científicos sensibles. El coste y la comodidad son los principales obstáculos. Si se mejoran estos aspectos, la cosa se disparará.
En resumen, es un acontecimiento de baja probabilidad, pero de gran impacto. Por algo los mercados lo tienen difícil para valorarlo. Cuando las barras de error son grandes, el calendario incierto y lo que no se sabe que no se sabe significativo, las respuestas correctas no son obvias. Una espera vigilante es probablemente una respuesta más segura que el pánico o la euforia, y que seguir a una multitud que sabe igual de poco.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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