Aterrizaje suave y desinflación, ¿nos subimos al tren?
No parece que la foto económica vaya a empeorar demasiado, aunque el entorno restrictivo puede sorprender
Cerramos un primer semestre de año fantástico para los principales índices bursátiles y julio va por el mismo camino. La sensación es que la rentabilidad del año está hecha. Un buen tono que contrasta con los augurios de recesión que llevamos escuchando desde hace al menos un año y que no terminan de cumplirse. Decía Benjamin Graham que “en el corto plazo, el mercado se comporta como una máquina de votar”, y el voto, por ahora, se ha decantado por el relato positivo....
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Cerramos un primer semestre de año fantástico para los principales índices bursátiles y julio va por el mismo camino. La sensación es que la rentabilidad del año está hecha. Un buen tono que contrasta con los augurios de recesión que llevamos escuchando desde hace al menos un año y que no terminan de cumplirse. Decía Benjamin Graham que “en el corto plazo, el mercado se comporta como una máquina de votar”, y el voto, por ahora, se ha decantado por el relato positivo.
El año nos ha sorprendido con unos datos de crecimiento que, contra pronóstico, han tenido un sesgo al alza, tanto en Estados Unidos como en Europa. El consumo privado aguanta fuerte y lo notamos a nuestro alrededor. Parece que el exceso de ahorro se ha estirado como un chicle y, además, un desempleo prácticamente en mínimos ha permitido a las familias mantener su poder adquisitivo en términos reales.
A los buenos datos económicos se ha unido el inesperado auge de la inteligencia artificial, tendencia de largo alcance que ha disparado la rentabilidad de las grandes tecnológicas en cuestión de meses. Las conocidas como “las siete magníficas” contribuyen casi al 52% de la rentabilidad que genera la Bolsa mundial. Casi nada.
El discurso de recesión sigue siendo válido para algunas casas de análisis. Cuando tiramos de manual, conviven en el tiempo diferentes señales que históricamente han sido útiles para anticiparla. Hablamos de políticas monetarias restrictivas, drenaje de liquidez del sistema, endurecimiento de las condiciones en el acceso al crédito, encuestas de confianza del consumidor y sobre el sector industrial en niveles de contracción o la inversión en la curva de tipos de interés. Sin embargo, a medida que avanza el año, la expectativa de que asistamos a un aterrizaje suave gana cada vez más simpatizantes.
La economía se está ralentizando, sí, aunque de forma gradual y ordenada. Y esto es importante, porque una recesión técnica está lejos de ser una caída brusca de la demanda y de los beneficios empresariales, lo que nos sitúa en un terreno mucho más benigno y deseado para el inversor, en el que la economía no está ni muy fría ni muy caliente.
Como vemos, la narrativa cambia y los inversores se adaptan. Más si cabe en un año difícil, en el que muchos gestores han mantenido niveles de inversión prudentes. Mientras tanto, el mercado no ha dejado de correr, haciendo lo que más duele y obligando a replantear los niveles de inversión por miedo a seguir perdiendo relativo.
Estas últimas semanas hemos visto como los flujos de entrada en renta variable, especialmente la estadounidense, se han acelerado con mucha fuerza, lo que aumenta la sensación de euforia, apoyada también por la vuelta del inversor minorista. Leíamos esta semana que hemos llegado a ver niveles de incremento de riesgo que no ocurrían desde el anuncio de las vacunas en noviembre de 2020 o las elecciones que ganó Trump en 2016. Esta alegría suele funcionar bien como indicador contrario.
Al tiempo que se produce este reposicionamiento hacia activos de riesgo, la semana pasada conocimos el dato de inflación en Estados Unidos de junio, que sorprendió muy positivamente. La inflación subyacente, que elimina de la cesta los bienes y servicios más volátiles, bajó dos décimas más de lo esperado, dejando la referencia anual en el 4,8%. Fue especialmente positiva la tasa de crecimiento mensual, que quedó en el 0,16%, cuando venimos de un incremento de precios mensual del 0,4% en media este año.
El dato fue bien acogido por el mercado, que rápidamente ha lanzado su nuevo eslogan: la desinflación. Sin duda sería una gran noticia que uno de los principales quebraderos de cabeza de la Reserva Federal empezara a flojear, aunque parece pronto para pensar en un cambio drástico en el mensaje del banco central de tipos altos durante más tiempo.
La próxima cita importante será la temporada de resultados empresariales, termómetro del crecimiento a corto plazo de las empresas. Los analistas, como suelen hacer, se han puesto la venda antes que la herida y han revisado a la baja las expectativas de beneficios por anticipado. Para este segundo trimestre se espera que los beneficios del S&P 500 caigan un 7,1%, lo que deja el listón más bajo y da cierto margen para sorpresas positivas. En cualquier caso, estaremos hablando de beneficios ligeramente a la baja o estancados en el mejor de los casos. Como decíamos antes, ni frío ni calor.
Para un futuro incierto, mantenemos las carteras invertidas. Como saben, la rentabilidad del mercado no es lineal y estar invertido es fundamental para beneficiarnos de la subida del mercado a largo plazo.
Aún así, hemos querido reducir el riesgo de las carteras de dos formas. Por un lado, hemos comprado protección vía opciones cuando la volatilidad ha estado baja, como seguro frente a imprevistos. Por otro lado, hemos aprovechado algunas de las divergencias sectoriales del año para consolidar parte de las ganancias. De esta forma, hemos reducido nuestra exposición a compañías tecnológicas, donde pensamos que los precios actuales recogen ya, en buena medida, un futuro prometedor. En su lugar, hemos incrementado la posición en sectores defensivos, como salud o consumo básico, cuya evolución en el año está siendo más bien pobre.
Sabemos que el año está siendo muy bueno, lo que no sabemos es como acabará. No parece que la foto económica y de beneficios vaya a empeorar demasiado, aunque el entorno restrictivo podría darnos alguna sorpresa. Si a esto le unimos el buen hacer de las Bolsas y la predisposición del inversor a tomar más riesgo, pensamos que es buen momento para ser cautos.
Manuel Rodríguez Torrecillas es Selector de fondos de renta fija en Abante
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