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Editorial
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una reforma razonable, pero de digestión pesada

La cotización por ingresos reales exige un cambio de cultura en los autónomos, lo que hace prever una modesta acogida en su primer año de vigencia

CINCO DÍAS

Los primeros datos sobre la acogida que está teniendo entre los autónomos el nuevo sistema de cotización ligado a ingresos reales, que entró en vigor a principios de año, no resultan excesivamente alentadores. Fuentes oficiosas de la Administración calculan que durante el primer trimestre del año apenas 150.000 autónomos, de los más de tres millones que existen en España, optaron por esta fórmula.

El modelo implica que el trabajador por cuenta propia debe comunicar a la Seguridad Social los ingresos que estima percibir en el año y, en función de esa cifra, tiene que encuadrarse en el módulo de cotización que corresponda a esas ganancias, un ejercicio que puede modificar hasta seis veces en el año. La fórmula se completa con el cruce de datos que Hacienda y la Seguridad Social realizan en el ejercicio siguiente para hacer la liquidación y determinar si, en función de lo efectivamente ganado, el autónomo ha abonado lo que le corresponde, o bien se ha quedado corto y debe cotizar más o bien debe percibir una devolución por haber pagado de más.

Aunque desde las distintas asociaciones de autónomos se eleva el número de trabajadores que han optado por cotizar por ingresos reales hasta una horquilla que oscila entre el 12% y el 30%, todo apunta a que la acogida en este primer año de vigencia será a priori limitada.

La reforma impulsada por el Gobierno está bien diseñada, es flexible y su aplicación redundará muy probablemente en una mejor adecuación entre las cotizaciones abonadas y los ingresos percibidos, pero la modesta recepción que está teniendo entre el colectivo entra dentro de lo esperable, por varias razones. En primer lugar, por el efecto barrera que supone siempre un cambio de modelo, más aún cuando tiene que ver con el ámbito económico-administrativo e implica un procedimiento de liquidación. A ello hay que unir que la cotización por ingresos exige un cambio de cultura en un colectivo acostumbrado a un modelo que no exige la estimación de lo realmente percibido y su posterior comunicación a la Administración. Es probable, además, que a un número importante de los autónomos que han optado por cambiar a ingresos reales el resultado les salga a pagar, lo que puede condicionar la vuelta al viejo modelo en el siguiente ejercicio.

Será el tiempo, pero también la capacidad de información de la Administración mediante campañas efectivas, lo que determine el éxito de una reforma razonable, pero que hay que digerir.

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