La brecha entre la macro y la microeconomía
El mordisco de la inflación en las rentas familiares hace contrastar el buen comportamiento de los indicadores macro con la realidad cotidiana de los hogares
El comportamiento de la economía española en los últimos meses reúne todas las notas que definen la resiliencia, es decir, la capacidad de adaptarse a los escenarios adversos. A la mejora de las previsiones por parte de distintos organismos se ha sumado ahora el Banco de España, que en su último informe trimestral eleva en siete décimas las cifras de crecimiento económico para este año, hasta situarlas en el 2,3%, fruto de la evolución de una serie de factores que han favorecido la actividad, como el abaratamiento del gas y, por tanto, de la electricidad, la mejora de la economía global, la mayor fluidez en las cadenas de suministro, la estabilización de los mercados y las excelentes cifras del turismo. Los cálculos que maneja el Banco de España se moderan ligeramente para 2024 y 2025, pero ofrecen en general una radiografía razonablemente fuerte del desempeño económico. También las previsiones sobre la evolución del mercado laboral, así como las de la inflación, muestran un horizonte de resistencia a los riesgos, aunque el informe alerta de que el crecimiento es compatible con algunas señales incipientes de fragilidad.
La buena evolución macro que dibujan las cifras del supervisor, a las que hay que unir la recuperación del nivel de actividad anterior a la pandemia, una meta que España ha alcanzado en el grupo de cola entre los países miembros, contrasta con el pulso de una microeconomía que revela fragilidades importantes, como el hecho de que la mayor parte de los hogares españoles haya perdido una notable capacidad adquisitiva como consecuencia de la inflación o como el retroceso de la demanda de crédito. Pese a que el informe del Banco de España destaca que en España ha descendido la sensación de riesgo de perder el empleo, el mordisco de la inflación en las rentas familiares y las tensiones alcistas en productos básicos, como los alimentos, genera una brecha palpable entre el buen comportamiento de los indicadores macro y la realidad cotidiana de los hogares y las familias.
Las previsiones, no solo de actividad, sino también de inflación, apuntan a una mejora que antes o después se transmitirá a todos los eslabones de la economía, pero persisten dos riesgos importantes que conviene vigilar. Uno de ellos es la inflación subyacente, que de momento parece inmune a la medicina aplicada por el BCE, el otro es una contracción del crédito que no debería prolongarse en exceso, una vez las tensiones inflacionarias comiencen a remitir, dada la imprescindible relación que existe entre la financiación y el crecimiento económico. Ambos son dos puntos débiles que es fundamental fiscalizar.
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