El auge del ecosistema empresarial de la inteligencia artificial
La IA debe desarrollar aplicaciones prácticas para generar ganancias. Los reguladores la frenarán porque destruirá empleo y es manipulable, pero no será algo pasajero
En 1989 el científico Tim Berners-Lee diseñó la World Wide Web en el centro de investigación suizo CERN. Quería satisfacer la demanda de intercambio de información automatizada entre científicos de universidades e institutos de todo el mundo. Su propuesta fue un proyecto llamado World Wide Web mediante el cual una red de documentos de hipertexto podría ser visualizada por navegadores. La primera página y servidor fue info.cern.ch. En 1993, CERN ofreció acceso gratuito al código de la World Wide Web. A finales de 1994 el ahora denominado Internet empezó a divulgarse, con 10.000 servidores y 10 millones de usuarios. En la actualidad 15.100 millones de aparatos están conectados al Internet de las cosas. Es útil repasar el origen del internet para analizar el potencial de la inteligencia artificial (IA).
La capacidad de diseñar y fabricar semiconductores cada vez más pequeños y de mayor rendimiento ha impulsado la cuarta revolución industrial, que incorpora el almacenamiento masivo de datos y la Inteligencia Artificial (IA). El gran público y las empresas se han beneficiado de móviles y ordenadores más potentes y pequeños. La tecnología para crear hogares y vehículos inteligentes ya existe. Pero para que esté al alcance de la población la IA deberá desempeñar un papel fundamental. La euforia acerca de la IA se desató el pasado noviembre con la divulgación del chatbot ChatGPT por parte de la empresa Open AI. ChatGPT es capaz de llevar a cabo conversaciones sofisticadas en múltiples idiomas e interactuar con personas, proporcionándoles información e ideas y contestando de manera exhaustiva a preguntas. Es una versión mucho más avanzada de los asistentes virtuales Siri (Apple) o Alexa (Amazon). A principios de diciembre ChatGPT superó el millón de usuarios. La IA está detrás de ChatGPT y robots que ya hacen intervenciones en parlamentos. Un índice bursátil de 30 empresas muy vinculadas a la IA ha subido un 40% desde noviembre, mientras que el alza del Nasdaq ha sido del 13%.
La estadounidense Nvidia es la estrella de la IA. Su acción se ha doblado este año, convirtiéndola en la sexta empresa con mayor capitalización del mundo. Su capitalización de 1 billón de dólares le da entrada en el club de los colosos tecnológicos, encabezado por Apple (2,8 billones de capitalización bursátil), Microsoft (2,5 billones), Alphabet (1,58), Amazon (1,29) y Meta (791.000 millones). La capitalización bursátil de dichos seis titanes tecnológicos estadounidenses asciende a casi diez billones de dólares, no muy lejos del PIB de China (17 billones). La presentación en marzo del Ernie Bot creado por Baidu fue un fracaso.
Nvidia lidera la competición por la IA porque está presente en todos los sectores que la componen. Fabrica el 80% de los semiconductores de alta gama para AI, que técnicamente se denominan unidades de procesamiento gráfico (GPU). Para desarrollar modelos de AI se requieren redes avanzadas que permiten a miles de chips intercambiar datos simultáneamente. Nvidia produce el 78% de dichas redes. Su plataforma para la IA es CUDA, un software que sólo funciona con chips de Nvidia. La multinacional actuó inteligentemente al poner sus chips y CUDA a disposición de los investigadores de IA. Así ha logrado que CUDA sea mucho más popular que el software de sus rivales. Pero Datagen, Pinecone y Scale AI han desarrollado aplicaciones que permiten a las empresas de IA gestionar datos.
Las otras empresas que diseñan semiconductores de alta gama para la AI son AMD e Intel. Las más relevantes en el ensamblaje de dichos semiconductores son TSMC y Broadcom. Las taiwanesas Winstron e Inventec producen los servidores para los centros de datos de la AI, así como para los proveedores de la nube Amazon Web Services y Azure (Microsoft)
Los últimos modelos de IA requieren mucha más capacidad de computación. La última versión de GPT-4, el modelo que impulsa ChatGPT, analiza datos empleando un billón de parámetros, cinco veces más que su antecesor. A Nvidia le costará mantener su supremacía a medio plazo. Microsoft posee casi la mitad de las acciones de Open AI y cuenta con 2.500 clientes para un servicio que emplea su tecnología. Alphabet dispone de seis productos que en cada caso superan 2.000 millones de usuarios. El propietario de Google prevé dotar a dichos productos de IA. En los próximos dos años la IA generará una demanda de GPUs por valor de entre 10.000 y 15.000 millones de dólares. AMD lanzará una nueva GPU este año. Los startups Cerebras y Graphcore luchan por ser actores importantes en el diseño de GPUs.
Para que las GPU de un centro de datos se puedan comunicar eficazmente son necesarios interruptores, rúters y chips especializados. Nvidia actualmente cuenta con 78% del mercado para dichos componentes. Arista Networks pugna por arrebatarle una parte. Se proyecta que la demanda para el hardware de la IA crecerá un 40% anualmente, alcanzado los 9.000 millones en 2027. Gran parte de los 120.000 millones que invertirán conjuntamente Amazon, Alphabet y Microsoft este año se destinarán a ampliar su capacidad de almacenamiento en la nube.
La IA aún debe desarrollar aplicaciones prácticas que generen ganancias. Los reguladores la frenarán porque destruirá carreras, empleos y puede manipularse para difundir información falsa. La UE ya ha propuesto reglas que restringirán los chatbots y prohibirán su uso para manipular el comportamiento de una persona. Pero el auge de la IA no es un fenómeno pasajero.
Alexandre Muns es profesor de EAE Business School
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