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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El presidente de la Fed es el líder del mundo libre… por ahora

Si Jerome Powell sube tipos podría generar una crisis bancaria y complicar la reelección de Biden, pero si cede, los precios seguirán al alza

Jerome Powell, presidente de la Fed.
Jerome Powell, presidente de la Fed.WIN MCNAMEE (Getty Images via AFP)

Hasta primeros de febrero, Joe Biden nunca había telefoneado a Jerome Powell. Sin embargo, las opciones del presidente estadounidense para optar a un segundo mandato el año que viene dependen, en parte, de cómo el presidente de la Fed vaya atajando la elevada inflación y la crisis bancaria. Como puede corroborar el expresidente Donald Trump, Powell hará lo que él considere adecuado. Pero puede que eso no impida a Biden desear que pueda empujar a la Fed a hacer lo que es políticamente conveniente, sobre todo teniendo en cuenta la difícil situación económica en la que se encuentra Powell.

Hasta el pasado 10 de marzo, las prioridades de Powell eran meridianamente claras. Tras reaccionar con lentitud al repunte de la inflación en 2021, ahora la Fed estaba plenamente centrada en reducir la escalada de los precios de consumo. Powell había aprobado una serie rápida y agresiva de subidas de los tipos de interés en su empeño por enfriar la actividad económica, un plan que, como él mismo reconocía, acarrearía “un poco de dolor para las familias y empresas”.

El pasado 7 de marzo Powell comentaba que era capaz de subir los tipos con mayor rapidez de lo que se pensaba anteriormente. En unas declaraciones ante el Congreso, insinuó que el tipo de los fondos federales podría subir hasta en 50 puntos porcentuales más adelante ese mes, una sorpresa para los inversores que habían apostado a una subida de la mitad.

Tres días más tarde, una fuga de depósitos en el Silicon Valley Bank, el decimosexto mayor banco de Estados Unidos, llevó al banco a la quiebra. La Fed y otros organismos tuvieron que intervenir con una línea de crédito para aumentar la liquidez en otros bancos y respaldar los depósitos superiores al umbral de los 250.000 dólares garantizados por orden federal. Al poco tiempo, el Gobierno cerró el Signature Bank y persuadió a los grandes bancos para que inyectasen depósitos en el First Republic Bank.

Estas crisis bancarias desestabilizaron el plan contra la inflación de Powell al añadir otro frente en su guerra contra los males económicos estadounidenses: garantizar la estabilidad financiera. Esto forma parte del mandato de la Fed, además de mantener baja la inflación y el empleo en niveles altos, pero el banco central no tiene mucho que hacer cuando los bancos están saneados. La caída de SVB cambió el panorama.

El problema para Powell, la Fed y Biden, que se enfrenta a unas elecciones presidenciales en noviembre de 2024, es que las tareas del banco central chocan unas con otras.

Respaldar a los bancos con inyecciones de liquidez aumenta el volumen del dinero en circulación, lo cual hace que suba la inflación. Eso, a su vez, diluye el efecto del impulso de la Reserva para incrementar el coste de los préstamos. Pero las crisis recientes probablemente hayan hecho que los bancos sean más cautelosos y presten menos dinero, lo cual reforzaría el efecto inhibidor de la política monetaria, aumentando así el peligro de que Estados Unidos entre en recesión este año. Para complicar aún más las cosas, SVB cayó porque la rápida subida de los tipos de interés causó pérdidas en sus carteras de renta fija, subrayando el riesgo de que una mayor contracción monetaria pudiera llevar a más bancos al colapso.

En medio de este rompecabezas tridimensional se encuentra Jerome Powell, un exabogado de 70 años y socio de Carlyle, un grupo de capital riesgo. Las circunstancias le han otorgado un enorme poder para influir en el curso de la mayor economía del mundo y en las próximas elecciones presidenciales, pero también tiene que asumir responsabilidades igual de grandes. Su primera decisión tras el reciente tumulto bancario tenía truco: la Fed optó por una subida de tipos de un cuarto de punto, al tiempo que decía estar dispuesta a respaldar al sector bancario.

La historia muestra que las condiciones económicas desempeñan un papel importante en el voto de los estadounidenses. El estratega de campaña de Bill Clinton, James Carville, acuñó la famosa frase de “Es la economía, estúpido”, marcando así el rumbo del candidato. Franklin D. Roosevelt hizo campaña con la idea de que los estadounidenses se merecían un “nuevo trato”, el New Deal, que constituyó la base de su programa para reactivar la economía. El presidente Gerald Ford accedió al cargo en 1974, pero cayó derrotado en las siguientes elecciones, después de que una política de la Reserva Federal para controlar la inflación con subidas de tipos provocara un aumento del desempleo. Jimmy Carter solo ocupó la presidencia durante una legislatura, después de que su plan de gasto para impulsar la actividad económica provocaran una inflación galopante.

Hoy el alto desempleo no es algo que preocupe, pero la situación podría cambiar en las urnas el año que viene. Una investigación de Gerald Kramer en 1971, en la que se analizaban los patrones de voto, halló que el crecimiento económico era la principal variable que influía sobre el voto, mientras que el desempleo y la inflación no tenían mucho efecto. Un trabajo de 1992 titulado Peasants or Bankers (Campesinos o banqueros) mostró que los votantes eran más propensos a “responder con poco agradecimiento a la prosperidad pasada, independientemente de las promesas económicas futuras”.

El Partido Demócrata de Biden tiene esto bien presente, y la presión sobre Powell va en aumento, aunque por parte de aquellos que siempre se han mostrado reacios a apoyarle. Este mes, la senadora demócrata Elizabeth Warren, una izquierdista acérrima, habló en televisión y dijo de Powell que era un “hombre peligroso”, añadiendo que ella cree que no debería ser presidente de la Fed. El presentador de la CNN Jake Tapper le preguntó si le había dicho a Biden que debía echar a Powell. Aunque Warren respondió que no hablaría de conversaciones privadas, reiteró que pensaba que Powell lo estaba “haciendo rematadamente mal”.

Justo la semana pasada, Biden reiteró que confiaba en Powell. “Una Fed independiente es clave para la máxima prioridad económica del presidente: luchar contra la inflación”, según una declaración de un portavoz de la Casa Blanca. Pero presidentes del pasado como Bill Clinton, George Bush o Donald Trump han urgido públicamente a la entidad a que hiciera cambios en su política monetaria.

En la práctica, es extremadamente difícil para un presidente despedir al jefe de un organismo independiente como la Reserva Federal, y es algo que nunca ha ocurrido. Los próximos meses, no obstante, podrían poner a prueba la relación entre Biden y Powell.

El problema que tienen tanto el presidente de la Reserva Federal como el presidente de Estados Unidos es que la inflación no se va a ir. El IPC subió un 6% interanual en febrero. La cifra está por debajo del 6,4% de enero y supone el octavo mes consecutivo de bajada del principal indicador de precios. Aun así, la inflación triplica el objetivo del 2% que busca Powell, un nivel incómodo que exige ulteriores subidas de tipos. Las expectativas de la Reserva son de al menos una subida más de un cuarto de punto, lo que situaría el tipo de referencia en el rango del 5% al 5,25%.

Eso traería problemas tanto para los bancos como para la campaña de reelección de Biden, sobre todo si el efecto acumulado de la campaña de contracción monetaria de Powell hace que la economía entre en recesión. La fundación Conference Board sitúa en el 99% la posibilidad de una contracción económica en los próximos 12 meses.

Powell ya ha estado en esta situación, con el predecesor de Biden. Durante su campaña de reelección a finales de 2019, Donald Trump presionó a la Reserva Federal para que recortase los tipos. Después Trump tildó a Powell de “golfista que no sabe patear, no tiene tacto”. Trump quería que la economía creciera. Powell resistió y respondió más tarde diciendo que el presidente de la Reserva Federal, más que ninguna otra persona, debe hallarse libre de presiones políticas.

Biden tiene un estilo diferente, y las maneras de su predecesor podrían hacer todavía más difícil un cuestionamiento público de Powell. Pero si las condiciones actuales de la banca y de la economía fuerzan un cambio brusco en la manera en que los estadounidenses perciben su suerte en la vida, también a Biden le podría costar cada día más trabajo morderse la lengua.

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