La verdadera brecha salarial: la intergeneracional

Las aspiraciones de los jóvenes al empezar en una empresa son mucho menores de lo que eran en las últimas décadas

Gonzalo Postigo
Mujer joven haciendo cálculos.boonchai wedmakawand (Getty Images)

La brecha de desigualdad entre hombres y mujeres es un hecho reconocido socialmente y al que se están intentando aportar soluciones desde los diferentes ámbitos de responsabilidad y, muy importante, desde el cambio cultural que debe acompañar a una transformación tan importante en una tradición patriarcal en origen como es la nuestra. Sin embargo, existe en la sociedad otra brecha con consecuencias igualmente negativas que aún no recibe el foco de la atención pública (ni publicada): la brecha intergeneracional.

Una persona que finaliza sus estudios y da sus primeros pasos dentro del mundo laboral comienza, de entrada, con una menor cartera de derechos retributivos y profesionales que sus mismos compañeros de mayor edad. Y no es solo que su sueldo, como es lógico y ha ocurrido siempre, comience siendo menor; el problema es que sus aspiraciones dentro de la misma empresa van a ser mucho menores de lo que lo han sido hasta ahora en las últimas décadas.

Esta generación va a ser la primera que va a vivir peor que sus padres es una máxima que hemos asumido con pasmosa normalidad tras la salida de las últimas crisis económicas. Y creo que no somos realmente conscientes de los efectos letales que una sentencia como esta puede provocar en los objetivos personales y sociales de toda una generación que está mucho más preparada que la anterior y a la que, antes de asumir responsabilidades, ya le estamos cercenando sus posibilidades de crecimiento y sus ambiciones personales y profesionales.

¿Qué país esperamos que gestione una generación a la que le estamos poniendo límites en su crecimiento? ¿Por qué esperamos que la juventud actual asuma una responsabilidad que no estamos dispuestos a recompensarle como se merece? ¿Quién ha decidido que nuestros hijos tienen que vivir peor que sus padres? ¿Quién ha hecho posible que esto haya ocurrido?

Esta brecha intergeneracional permanece todavía aletargada, aunque no tardará mucho en pasar a formar parte de los principales problemas de nuestra sociedad. Porque afecta a un sector muy amplio de la ciudadanía y porque ocurre en cualquiera de los ámbitos profesionales de los que hablemos.

Si nos fijamos, por ejemplo, en el mundo financiero, la pérdida de derechos sociales y económicos ha sido especialmente grave. No podemos olvidar que la crisis financiera agravó este problema y que es precisamente el mundo financiero el más afectado por las consecuencias dramáticas que ha tenido. Según los datos de Banco de España, las plantillas sumaban antes de la crisis un total de 270.855 empleados y cerca de 46.000 oficinas bancarias, frente a una plantilla de 120.600 trabajadores y 10.500 sucursales que se contabilizaban a finales de 2022.

En cualquier caso, y siendo drásticos los recortes materiales y personales, no menos dramáticos son los recortes en derechos y retribuciones de las plantillas. La pérdida de poder adquisitivo general de las plantillas en banca oscila entre el 15 y el 20%, dependiendo de la entidad, a lo que hay que sumar la distancia retributiva entre los nuevos empleados y los antiguos.

Un joven que hoy empiece a trabajar en el sector financiero cobrará un sueldo inferior a la retribución que el mismo joven cobraría de haber iniciado su carrera profesional allá por los años noventa, o incluso antes. Además, este mismo joven no tendrá acceso a derechos que ya han pasado a la historia, como los trienios en todas las pagas, y recibirá otros sin las coberturas de antaño. Nuevos niveles en la parte baja de la escala y la desaparición de niveles en la parte alta han deflactado económicamente el salario; un menor número de pagas extraordinarias consolidadas (hasta cinco), el prestigio social que tuvo la profesión en tiempos pretéritos y un largo etcétera de medidas sociales que convertía al empleado de banca en un sector atractivo para cualquier joven que iniciara su carrera profesional: ahora mismo son cosa del pasado. Incluso los planes de pensiones, en caso de haberlos, consolidarán derechos económicos solo hasta una quinta parte de lo que han consolidado los planes de pensiones de los empleados sénior.

Esta eliminación paulatina de beneficios ha motivado que hoy en día convivan en una misma plantilla empleados de primera categoría y con un amplio abanico de derechos reconocidos y retribuidos dignamente y empleados de segunda, sin esos mismos derechos y una retribución muy inferior.

Aún faltan datos y análisis profundo de la situación, pero las estimaciones hablan de que, en una misma oficina, con el mismo nivel de trabajo, exigencia y responsabilidad, ahora mismo pueden compartir mesa dos trabajadores con nóminas que pueden llegar a ser hasta un 75% inferior en el caso de los más jóvenes, si contamos la retribución diferida de los planes de pensiones.

Sin duda, una situación insostenible que acabará estallando en algún momento, porque difícilmente se podrá mantener en el tiempo una injusticia tan evidente. Solo espero que en ese momento la exigencia se haga en la dirección adecuada, porque, y esto debe quedar muy claro, el problema no es que unos cobren mucho, porque se lo ganan con muchísimo esfuerzo: el verdadero problema es que los jóvenes cobren muy poco.

Gonzalo Postigo es presidente de la Confederación Intersindical de Crédito (CIC)

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